Textos más populares este mes de Hermanos Grimm etiquetados como Cuento infantil | pág. 2

Mostrando 11 a 20 de 138 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Hermanos Grimm etiqueta: Cuento infantil


12345

El Enebro

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Hace ya mucho, mucho tiempo, como unos dos mil años, vivía un hombre millonario que tenía una mujer tan bella como piadosa. Se amaban tiernamente, pero no tenían hijos, a pesar de lo mucho que los deseaban; la esposa los pedía al cielo día y noche; pero no venía ninguno. Frente a su casa, en un patio, crecía un enebro, y un día de invierno en que la mujer se encontraba debajo de él pelando una manzana, se cortó en un dedo y la sangre cayó en la nieve.

— ¡Ay! — exclamó con un profundo suspiro, y, al mirar la sangre, le entró una gran melancolía: “¡Si tuviese un hijo rojo como la sangre y blanco como la nieve!”, y, al decir estas palabras, sintió de pronto en su interior una extraña alegría; tuvo el presentimiento de que iba a ocurrir algo inesperado.

Entró en su casa, pasó un mes y se descongeló la nieve; a los dos meses, todo estaba verde, y las flores brotaron del suelo; a los cuatro, todos los árboles eran un revoltijo de nuevas ramas verdes. Cantaban los pajaritos, y sus trinos resonaban en todo el bosque, y las flores habían caído de los árboles al terminar el quinto mes; y la mujer no se cansaba de pasarse horas y horas bajo el enebro, que tan bien olía. El corazón le saltaba de gozo, cayó de rodillas y no cabía en sí de regocijo. Y cuando ya hubo transcurrido el sexto mes, y los frutos estaban ya abultados y jugosos, sintió en su alma una gran placidez y quietud. Al llegar el séptimo mes comió muchas bayas de enebro, y enfermó y sintió una profunda tristeza. Pasó luego el octavo mes, llamó a su marido y, llorando, le dijo:

— Si muero, entiérrame bajo el enebro.

Y, de repente, se sintió consolada y contenta, y de este modo transcurrió el mes noveno. Dio entonces a luz un niño blanco como la nieve y colorado como la sangre, y, al verlo, fue tal su alegría, que murió.


Leer / Descargar texto


5 págs. / 9 minutos / 291 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Huso, la Lanzadera y la Aguja

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Quedose huérfana una joven a poco de nacer, y su madrina, que vivía sola en una cabaña al extremo de la aldea, sin más recursos que su lanzadera, su aguja y su huso, se la llevó consigo, la enseñó a trabajar y la educó en la santa piedad y temor de Dios. Cuando llegó la niña a los quince años, cayó enferma su madrina, y llamándola cerca de su lecho, la dijo:

—Querida hija, conozco que voy a morir; te dejo mi cabaña que te protegerá del viento y la lluvia, y te lego también mi huso, mi lanzadera y aguja, que te servirán para ganar el pan.

Poniéndola después la mano en la cabeza, la bendijo, añadiendo:

—Conserva a Dios en tu corazón, y llegarás a ser feliz. Cerráronse enseguida sus ojos, y la pobre niña acompañó su ataúd llorando, y la hizo los últimos honores. Desde entonces vivió sola, trabajando con la mayor actividad, ocupándose en hilar, tejer y coser y la bendición de la buena anciana la protegía en todo aquello en que ponía mano. Se podía decir que su provisión de hilo era inagotable, y apenas había tejido una pieza de tela o cosido una camisa, se la presentaba enseguida un comprador, que la pagaba con generosidad; de modo que, no sólo no se hallaba en la miseria, sino que podía también socorrer a los pobres.

Por el mismo tiempo, el hijo del rey se puso a recorrer el país para buscar mujer con quien casarse. No podía elegir una pobre, pero tampoco quería una rica, por lo cual decía que se casaría con la que fuese a la vez la más pobre y la más rica. Al llegar a la aldea donde vivía nuestra joven, preguntó, según su costumbre, dónde vivían la más pobre y la más rica del lugar. Se le designó enseguida la segunda; en cuanto a la primera se le dijo que debía ser la joven que habitaba en una cabaña aislada al extremo de la aldea.


Leer / Descargar texto


3 págs. / 5 minutos / 132 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Blancanieves y los Siete Enanitos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez una niña muy bonita, una pequeña princesa que tenía un cutis blanco como la nieve, labios y mejillas rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache. Su nombre era Blancanieves.

A medida que crecía la princesa, su belleza aumentaba día tras día hasta que su madrastra, la reina, se puso muy celosa. Llegó un día en que la malvada madrastra no pudo tolerar más su presencia y ordenó a un cazador que la llevara al bosque y la matara. Como ella era tan joven y bella, el cazador se apiadó de la niña y le aconsejó que buscara un escondite en el bosque.

Blancanieves corrió tan lejos como se lo permitieron sus piernas, tropezando con rocas y troncos de árboles que la lastimaban. Por fin, cuando ya caía la noche, encontró una casita y entró para descansar. Todo en aquella casa era pequeño, pero más lindo y limpio de lo que se pueda imaginar. Cerca de la chimenea estaba puesta una mesita con siete platos muy pequeñitos, siete tacitas de barro y al otro lado de la habitación se alineaban siete camitas muy ordenadas. La princesa, cansada, se echó sobre tres de las camitas, y se quedó profundamente dormida.

Cuando llegó la noche, los dueños de la casita regresaron. Eran siete enanitos, que todos los días salían para trabajar en las minas de oro, muy lejos, en el corazón de las montañas.

—¡Caramba, qué bella niña! —exclamaron sorprendidos—. ¿Y cómo llegó hasta aquí?

Se acercaron para admirarla cuidando de no despertarla. Por la mañana, Blancanieves sintió miedo al despertarse y ver a los siete enanitos que la rodeaban. Ellos la interrogaron tan suavemente que ella se tranquilizó y les contó su triste historia.

—Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros —dijeron los enanitos—, puedes quedarte aquí y te cuidaremos siempre.


Leer / Descargar texto


2 págs. / 3 minutos / 3.140 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Abuelo y el Nieto

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un pobre muy viejo que no veía apenas, tenía el oído muy torpe y le temblaban las rodillas. Cuando estaba a la mesa, apenas podía sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el mantel, y aun algunas veces escapar la baba. La mujer de su hijo y su mismo hijo estaban muy disgustados con él, hasta que, por último, le dejaron en un rincón de un cuarto, donde le llevaban su escasa comida en un plato viejo de barro. El anciano lloraba con frecuencia y miraba con tristeza hacia la mesa. Un día se cayó al suelo, y se le rompió la escudilla que apenas podía sostener en sus temblorosas manos. Su nuera le llenó de improperios a que no se atrevió a responder, y bajó la cabeza suspirando. Compráronle por un cuarto una tarterilla de madera, en la que se le dio de comer de allí en adelante.

Algunos días después, su hijo y su nuera vieron a su niño, que tenía algunos años, muy ocupado en reunir algunos pedazos de madera que había en el suelo.

—¿Qué haces? preguntó su padre.

—Una tartera, contestó, para dar de comer a papá y a mamá cuando sean viejos.

El marido y la mujer se miraron por un momento sin decirse una palabra. Después se echaron a llorar, volvieron a poner al abuelo a la mesa; y comió siempre con ellos, siendo tratado con la mayor amabilidad.


Leer / Descargar texto


1 pág. / 1 minuto / 514 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Lobo y los Siete Cabritillos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas, a las que quería tan tiernamente como una madre puede querer a sus hijos. Un día quiso salir al bosque a buscar comida y llamó a sus pequeñuelas.

— Hijas mías — les dijo — me voy al bosque; mucho ojo con el lobo, pues si entra en la casa os devorará a todas sin dejar ni un pelo. El muy bribón suele disfrazarse, pero lo conoceréis enseguida por su bronca voz y sus negras patas.

Las cabritas respondieron:

— Tendremos mucho cuidado, madrecita. Podéis marcharos tranquila.

Despidióse la vieja con un balido y, confiada, emprendió su camino.

No había transcurrido mucho tiempo cuando llamaron a la puerta y una voz dijo:

— Abrid, hijitas. Soy vuestra madre, que estoy de vuelta y os traigo algo para cada una.

Pero las cabritas comprendieron, por lo rudo de la voz, que era el lobo.

— No te abriremos,— exclamaron, — no eres nuestra madre. Ella tiene una voz suave y cariñosa, y la tuya es bronca: eres el lobo. Fuese éste a la tienda y se compró un buen trozo de yeso. Se lo comió para suavizarse la voz y volvió a la casita. Llamando nuevamente a la puerta:

— Abrid hijitas, — dijo, — vuestra madre os trae algo a cada una.

Pero el lobo había puesto una negra pata en la ventana, y al verla las cabritas, exclamaron:

— No, no te abriremos; nuestra madre no tiene las patas negras como tú. ¡Eres el lobo!

Corrió entonces el muy bribón a un tahonero y le dijo:

— Mira, me he lastimado un pie; úntamelo con un poco de pasta.

Untada que tuvo ya la pata, fue al encuentro del molinero:

— Échame harina blanca en el pie,— díjole.

El molinero, comprendiendo que el lobo tramaba alguna tropelía, negóse al principio, pero la fiera lo amenazó:

— Si no lo haces, te devoro.

El hombre, asustado, le blanqueó la pata. Sí, así es la gente.


Leer / Descargar texto


3 págs. / 5 minutos / 1.280 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Muerte Madrina

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hombre muy pobre tenía doce hijos; y aunque trabajaba día y noche, no alcanzaba a darles más que pan. Cuando nació su hijo número trece, no sabía qué hacer; salió al camino y decidió que al primero que pasara le haría padrino de su hijito.

Y el primero que pasó fue Dios Nuestro Señor; él ya conocía los apuros del pobre y le dijo:

—Hijo mío, me das mucha pena. Quiero ser el padrino de tu último hijito y cuidaré de él para que sea feliz.

El hombre le preguntó:

—¿Quién eres?

—Soy tu Dios.

—Pues no quiero que seas padrino de mi hijo; no, Señor, porque tú das mucho a los ricos y dejas que los pobres pasemos hambre.

El hombre contestó así al Señor, porque no comprendía con qué sabiduría reparte Dios la riqueza y la pobreza; y el desgraciado se apartó de Dios y siguió su camino.

Se encontró luego con el diablo, que le preguntó:

—¿Qué buscas? Si me escoges para padrino de tu hijo, le daré muchísimo dinero y tendrá todo lo que quiera en este mundo.

El hombre preguntó:

—¿Quién eres tú?

—Soy el demonio.

—No, no quiero que seas el padrino de mi niño; eres malo y engañas siempre a los hombres y los pierdes.

Siguió andando, y se encontró con la Muerte, con la mismísima Muerte, que estaba flaca y en los huesos; y la Muerte le dijo:

—Quiero ser madrina de tu hijo.

—¿Quién eres?

—Soy la Muerte, que hace iguales a todos los hombres.

Y el hombre dijo:

—Me convienes; tú te llevas a los ricos igual que a los pobres, sin hacer diferencias. Serás la madrina.

La Muerte dijo entonces:

—Yo haré rico y famoso a tu hijo; a mis amigos no les falta nunca nada.

Y el hombre dijo:

—El domingo que bien será el bautizo; no dejes de ir a tiempo.


Leer / Descargar texto


3 págs. / 6 minutos / 606 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Bola de Cristal

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Vivía en otros tiempos una hechicera que tenía tres hijos, los cuales se amaban como buenos hermanos; pero la vieja no se fiaba de ellos, temiendo que quisieran arrebatarle su poder. Por eso transformó al mayor en águila, que anidó en la cima de una rocosa montaña, y sólo alguna que otra vez se le veía describiendo amplios círculos en la inmensidad del cielo. Al segundo lo convirtió en ballena, condenándolo a vivir en el seno del mar, y sólo de vez en cuando asomaba a la superficie, proyectando a gran altura un poderoso chorro de agua. Uno y otro recobraban su figura humana por espacio de dos horas cada día. El tercer hijo, temiendo verse también convertido en alimaña, oso o lobo, por ejemplo, huyó secretamente.

Habíase enterado de que en el castillo del Sol de Oro residía una princesa encantada que aguardaba la hora de su liberación; pero quien intentase la empresa exponía su vida, y ya veintitrés jóvenes habían sucumbido tristemente. Sólo otro podía probar suerte, y nadie más después de él. Y como era un mozo de corazón intrépido, decidió ir en busca del castillo del Sol de Oro.

Llevaba ya mucho tiempo en camino, sin lograr dar con el castillo, cuando se encontró extraviado en un inmenso bosque. De pronto descubrió a lo lejos dos gigantes que le hacían señas con la mano, y cuando se hubo acercado, le dijeron:

— Estamos disputando acerca de quién de los dos ha de quedarse con este sombrero, y, puesto que somos igual de fuertes, ninguno puede vencer al otro. Como vosotros, los hombrecillos, sois más listos que nosotros, hemos pensado que tú decidas.

— ¿Cómo es posible que os peleéis por un viejo sombrero? —exclamó el joven.

— Es que tú ignoras sus virtudes. Es un sombrero milagroso, pues todo aquel que se lo pone, en un instante será transportado a cualquier lugar que desee.


Leer / Descargar texto


3 págs. / 5 minutos / 309 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Las Tres Plumas

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un rey que tenía tres hijos, de los cuales dos eran listos y bien dispuestos, mientras el tercero hablaba poco y era algo simple, por lo que lo llamaban «El lelo». Sintiéndose el Rey viejo y débil, pensó que debía arreglar las cosas para después de su muerte, pero no sabía a cuál de sus hijos legar la corona. Díjoles entonces:

— Marchaos, y aquel de vosotros que me traiga el tapiz más hermoso, será rey a mi muerte —. Y para que no hubiera disputas, llevólos delante del palacio, echó tres plumas al aire, sopló sobre ellas y dijo—: Iréis adonde vayan las plumas.

Voló una hacia Levante; otra, hacia Poniente, y la tercera fue a caer al suelo, a poca distancia. Y así, un hermano partió hacia la izquierda; otro, hacia la derecha, riéndose ambos de «El lelo», que, siguiendo la tercera de las plumas, hubo de quedarse en el lugar en que había caído.

Sentóse el mozo tristemente en el suelo, pero muy pronto observó que al lado de la pluma había una trampa. La levantó y apareció una escalera; descendió por ella y llegó ante una puerta. Llamó, y oyó que alguien gritaba en el interior:

«Ama verde y tronada,
pata arrugada,
trasto de mujer
que no sirve para nada:
a quien hay ahí fuera, en el acto quiero ver».

Abrióse la puerta, y el príncipe se encontró con un grueso sapo gordo, rodeado de otros muchos más pequeños. Preguntó el gordo qué deseaba, a lo que respondió el joven:

— Voy en busca del tapiz más bello y primoroso del mundo.

El sapo, dirigiéndose a uno de los pequeños, le dijo:

«Ama verde y tronada,
pata arrugada,
trasto de mujer
que no sirve para nada:
aquella gran caja me vas a traer».


Leer / Descargar texto


3 págs. / 5 minutos / 412 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Blancanieve y Rojarosa

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Una pobre mujer vivía en una cabaña en medio del campo; en un huerto situado delante de la puerta, había dos rosales, uno de los cuales daba rosas blancas y el otro rosas encarnadas. La viuda tenía dos hijas que se parecían a los dos rosales, la una se llamaba Nieveblanca y la otra Rosaroja. Eran las dos niñas lo mas bueno, obediente y trabajador que se había visto nunca en el mundo, pero Nieveblanca tenía un carácter más tranquilo y bondadoso; mientras a Rosaroja la gustaba mucho más, correr por los prados y los campos en busca de flores y de mariposas. Nieveblanca, se quedaba en su casa con su madre, la ayudaba en los trabajos domésticos y la leía algún libro cuando habían acabado su tarea. Las dos hermanas se amaban tanto, que iban de la mano siempre que salían, y cuando decía Nieveblanca: —No nos separaremos nunca, contestaba Rosaroja: —En toda nuestra vida; y la madre añadía: —Todo debería ser común entre vosotras dos.

Iban con frecuencia al bosque para coger frutas silvestres, y los animales las respetaban y se acercaban a ellas sin temor. La liebre comía en su mano, el cabrito pacía a su lado, el ciervo jugueteaba delante de ellas, y los pájaros, colocados en las ramas, entonaban sus mas bonitos gorjeos.

Nunca las sucedía nada malo; si las sorprendía la noche en el bosque, se acostaban en el musgo una al lado de la otra y dormían hasta el día siguiente sin que su madre estuviera inquieta.

Una vez que pasaron la noche en el bosque, cuando las despertó la aurora, vieron a su lado un niño muy hermoso, vestido con una túnica de resplandeciente blancura, el cual las dirigió una mirada amiga, desapareciendo en seguida en el bosque sin decir una sola palabra. Vieron entonces que se habían acostado cerca de un precipicio, y que hubieran caído en él con solo dar dos pasos más en la oscuridad. Su madre las dijo que aquel niño era el Ángel de la Guarda de las niñas buenas.


Leer / Descargar texto


6 págs. / 12 minutos / 419 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Rapunzel

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había en una ocasión un matrimonio que deseaba hacía mucho tiempo tener un hijo, hasta que al fin dio la mujer esperanzas de que el Señor quería se cumpliesen sus deseos. En la alcoba de los esposos había una ventana pequeña, cuyas vistas daban a un hermoso huerto, en el cual se encontraban toda clase de flores y legumbres. Se hallaba empero rodeado de una alta pared, y nadie se atrevía a entrar dentro, porque pertenecía a una hechicera muy poderosa y temida de todos. Un día estaba la mujer a la ventana mirando al huerto en el cual vio un cuadro plantado de ruiponches, y la parecieron tan verdes y tan frescos, que sintió antojo por comerlos. Creció su antojo de día en día y, como no ignoraba que no podía satisfacerle, comenzó a estar triste, pálida y enfermiza. Asustose el marido y la preguntó:

—¿Qué tienes, querida esposa?

—¡Oh! le contestó, si no puedo comer ruiponches de los que hay detrás de nuestra casa, me moriré de seguro.

El marido que la quería mucho, pensó para sí.

—Antes de consentir en que muera mi mujer, la traeré el ruiponche, y sea lo que Dios quiera.

Al anochecer saltó las paredes del huerto de la hechicera, cogió en un momento un puñado de ruiponche, y se lo llevó a su mujer, que hizo enseguida una ensalada y se lo comió con el mayor apetito. Pero le supo tan bien, tan bien, que al día siguiente tenía mucha más gana todavía de volverlo a comer, no podía tener descanso si su marido no iba otra vez al huerto. Fue por lo tanto al anochecer, pero se asustó mucho, porque estaba en él la hechicera.

—¿Cómo te atreves, le dijo encolerizada, a venir a mi huerto y a robarme mi ruiponche como un ladrón? ¿No sabes que puede venirte una desgracia?

—¡Ah! le contestó, perdonad mi atrevimiento, pues lo he hecho por necesidad. Mi mujer ha visto vuestro ruiponche desde la ventana, y se le ha antojado de tal manera que moriría si no lo comiese.


Leer / Descargar texto


3 págs. / 6 minutos / 1.594 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

12345