Textos más populares este mes de Hermanos Grimm publicados el 23 de agosto de 2016 | pág. 3

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autor: Hermanos Grimm fecha: 23-08-2016


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El Huso, la Lanzadera y la Aguja

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Quedose huérfana una joven a poco de nacer, y su madrina, que vivía sola en una cabaña al extremo de la aldea, sin más recursos que su lanzadera, su aguja y su huso, se la llevó consigo, la enseñó a trabajar y la educó en la santa piedad y temor de Dios. Cuando llegó la niña a los quince años, cayó enferma su madrina, y llamándola cerca de su lecho, la dijo:

—Querida hija, conozco que voy a morir; te dejo mi cabaña que te protegerá del viento y la lluvia, y te lego también mi huso, mi lanzadera y aguja, que te servirán para ganar el pan.

Poniéndola después la mano en la cabeza, la bendijo, añadiendo:

—Conserva a Dios en tu corazón, y llegarás a ser feliz. Cerráronse enseguida sus ojos, y la pobre niña acompañó su ataúd llorando, y la hizo los últimos honores. Desde entonces vivió sola, trabajando con la mayor actividad, ocupándose en hilar, tejer y coser y la bendición de la buena anciana la protegía en todo aquello en que ponía mano. Se podía decir que su provisión de hilo era inagotable, y apenas había tejido una pieza de tela o cosido una camisa, se la presentaba enseguida un comprador, que la pagaba con generosidad; de modo que, no sólo no se hallaba en la miseria, sino que podía también socorrer a los pobres.

Por el mismo tiempo, el hijo del rey se puso a recorrer el país para buscar mujer con quien casarse. No podía elegir una pobre, pero tampoco quería una rica, por lo cual decía que se casaría con la que fuese a la vez la más pobre y la más rica. Al llegar a la aldea donde vivía nuestra joven, preguntó, según su costumbre, dónde vivían la más pobre y la más rica del lugar. Se le designó enseguida la segunda; en cuanto a la primera se le dijo que debía ser la joven que habitaba en una cabaña aislada al extremo de la aldea.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Oso y el Reyezuelo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


El oso y el lobo se paseaban un día por el bosque, cuando el oso oyó cantar a un pájaro.

—Hermano lobo, le preguntó, ¿quién es ese hermoso cantor?

—Es el rey de los pájaros, contestó el lobo, debemos saludarle.

Era en efecto el reyezuelo.

—En ese caso, dijo el oso, S. M. tendrá su correspondiente palacio. Me alegraría verle.

—Eso no es tan fácil como piensas, replicó el lobo, pues es preciso aguardar a que esté en él la reina.

La reina llegó en este intermedio, la cual, lo mismo que el rey, tenía en su pico gusanillos para dar de comer a sus hijuelos. El oso los hubiera seguido con mucho gusto, pero le detuvo el lobo por la manga, diciéndole:

—No, espera a que salgan.

Tuvieron únicamente cuidado con el lugar donde se hallaba el nido, y continuaron su camino.

Mas el oso no podía parar de curiosidad hasta ver el palacio del rey de los pájaros, y no tardó en volver. El rey y la reina estaban fuera; dirigió una mirada a hurtadillas, y vio cinco o seis pajarillos acostados en el nido.

—Si es este el palacio, exclamó, es un palacio bien triste; y en cuanto a vosotros, vosotros no sois hijos de un rey, sino unas criaturas bien pequeñas e innobles.

Los reyezuelos se incomodaron mucho al oír esto y comenzaron a gritar:

—No, no, no, nosotros no somos lo que nos dices; nuestros padres son nobles; pagarás cara esta injuria.

El lobo y el oso tomaron miedo al oír esta amenaza y se refugiaron en sus agujeros.

Pero los reyezuelos continuaron gritando y haciendo ruido, y dijeron a sus padres en cuanto vinieron a traerles de comer:

—El oso ha venido a insultarnos, no nos menearemos de aquí, y no comeremos nada hasta que hayáis dejado bien puesta nuestra reputación.

—No tengáis cuidado, les dijo el rey, volveré por vuestra honra.

Y marchó volando con la reina hasta el agujero del oso, donde le gritó:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Sepultura

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un labrador muy rico estaba un día delante de su puerta, mirando sus campos y sus huertos; el llano estaba cubierto por la cosecha; los árboles estaban cargados de fruta. El trigo de los años anteriores llenaba de tal modo sus graneros, que las vigas del techo se doblaban bajo su peso. Sus establos estaban llenos de bueyes, de vacas y de caballos.

Entró en su cuarto y dirigió una mirada al cofre en que encerraba el dinero, pero mientras estaba absorto en la contemplación de estas riquezas, creyó oír en su interior una voz que le decía:

—¿Has hecho feliz, a pesar de todo tu oro, a alguno de los que te rodeaban? ¿Has aliviado la miseria de los pobres? ¿Has repartido tu pan con los que tenían hambre? ¿Has estado satisfecho con lo que poseías y no has deseado nunca más?

Su corazón no vaciló en contestar:

—Siempre he sido duro e inexorable, nunca he hecho nada por mis parientes ni por mis amigos. Más que en Dios he pensado siempre en aumentar mis riquezas. Aun cuando hubiera poseído el mundo entero, no hubiera tenido nunca bastante.

Este pensamiento le atemorizó, temblándole las rodillas de tal modo que se vio obligado a sentarse. Al mismo tiempo llamaron a la puerta. Era uno de sus vecinos, cargado de hijos, a quienes no podía sustentar.

—No ignoro, pensaba para sí, que mi vecino es mucho más desapiadado que rico; sin duda no hará caso de mí, pero mis hijos me piden pan; voy a hacer una prueba.

En cuanto llegó a la presencia del rico, le dijo de esta manera:

—No ignoro que no os gusta socorrer a nadie, pero me dirijo a vos en la última desesperación, como un hombre que, estando próximo a ahogarse, se agarra a la más débil rama. Mis hijos tienen hambre: prestadme un puñado de trigo. Un rayo de compasión penetró por primera vez en el hielo de aquel corazón avaro.

—No te prestaré un puñado, le respondió; te daré una fanega, pero con una condición.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Hansel y Gretel

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimónio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo: “No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa. El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo: “Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?”— Y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido de abandonar a los niños en el bosque. Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres. "Gretel" dijo Hansel a su hermana: “No te preocupes que ya tengo la solución”. A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dió un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque. Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque. Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caido y les dijeron "Aguarden aquí hasta que terminemos de trabajar".


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juan el Listo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Pregunta la madre a Juan:

— ¿Adónde vas, Juan?

Responde Juan:

— A casa de Margarita.

— Que te vaya bien, Juan.

— Bien me irá. Adiós, madre.

— Adiós, Juan.

Juan llega a casa de Margarita.

— Buenos días, Margarita.

— Buenos días, Juan. ¿Qué traes de bueno?

— Traer, nada; tú me darás.

Margarita regala a Juan una aguja. Juan dice:

— Adiós, Margarita.

— Adiós, Juan.

Juan coge la aguja, la pone en un carro de heno y se vuelve a casa tras el carro.

— Buenas noches, madre.

— Buenas noches, Juan. ¿Dónde estuviste?

— Con Margarita estuve.

— ¿Qué le llevaste?

— Llevar, nada; ella me dio.

— ¿Y qué te dio Margarita?

— Una aguja me dio.

— ¿Y dónde tienes la aguja, Juan?

— En el carro de heno la metí.

— Hiciste una tontería, Juan; debías clavártela en la manga.

— No importa, madre; otra vez lo haré mejor.

— ¿Adónde vas, Juan?

— A casa de Margarita, madre.

— Que te vaya bien, Juan.

— Bien me irá. Adiós, madre.

— Adiós, Juan.

Juan llega a casa de Margarita.

— Buenos días, Margarita.

— Buenos días, Juan. ¿Qué traes de bueno?

— Traer, nada; tú me darás.

Margarita regala a Juan un cuchillo.

— Adiós, Margarita.

— Adiós, Juan.

Juan coge el cuchillo, se lo clava en la manga y regresa a su casa.

— Buenas noches, madre.

— Buenas noches, Juan. ¿Dónde estuviste?

— Con Margarita estuve.

— ¿Qué le llevaste?

— Llevar, nada; ella me dio.

— ¿Y qué te dio Margarita?

— Un cuchillo me dio.

— ¿Dónde tienes el cuchillo, Juan?

— Lo clavé en la manga.

— Hiciste una tontería, Juan. Debiste meterlo en el bolsillo.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Músicos de Brema

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un pobre labrador tenía un asno que le había servido lealmente durante muchos años, pero cuyas fuerzas se habían debilitado de manera que ya no servía para el trabajo. El amo pensó en desollarle para aprovechar la piel, pero el asno, comprendiendo que el viento soplaba de mala parte, se escapó y tomó el camino de Brema.

—Allí, dijo, podré hacerme músico de la municipalidad.

Después de haber andado por algún tiempo, encontró en el camino un perro de caza, que ladraba como un animal cansado de una larga carrera.

—¿Por qué ladras así, camarada? —le dijo.

—¡Ah! —contestó el perro; porque soy viejo, voy perdiendo fuerzas de día en día, y no puedo ir a cazar, mi amo ha querido matarme; yo he tomado las de Villadiego; pero ¿cómo me arreglaré para buscarme la vida?

—No tengas cuidado, repuso el asno; yo voy a Brema para hacerme músico de la ciudad; ven conmigo y procura te reciban también en la banda. Yo tocaré la trompa, y tú tocarás los timbales.

El perro aceptó y continuaron juntos su camino. Un poco más adelante encontraron un gato echado en el camino con una cara bien triste, porque hacía tres días que estaba lloviendo.

—¿Qué tienes, viejo bigotudo? —le dijo el asno.

—Cuando está en peligro la cabeza, no tiene uno muy buen humor, respondió el gato; porque mi edad es algo avanzada, mis dientes están un poco gastados, y me gusta más dormir junto al hogar que correr tras los ratones, mi amo ha querido matarme, me he salvado con tiempo; pero ¿qué he de hacer ahora?, ¿adónde he de ir?

—Ven con nosotros a Brema, tú entiendes muy bien la música nocturna, y te harás como nosotros músico de la municipalidad.

Agradó al gato el consejo y partió con ellos. Nuestros viajeros pasaron bien pronto por delante de un corral encima de cuya puerta había un gallo que cantaba con todas sus fuerzas.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Judío en las Espinas

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hombre rico tenía un criado que le servía con la mayor fidelidad: era el primero que se levantaba por la mañana, y el último que se acostaba por la noche. Cuando había alguna cosa difícil que hacer de que huían los otros, se ponía siempre a ejecutarla sin vacilar; nunca se quejaba y siempre estaba contento y alegre. Al espirar el plazo de su ajuste, no le pagó su amo. Con esta astuta conducta, pensaba para sí, ahorro mi dinero, y no pudiendo marcharse mi criado, queda a mi servicio.

El criado no reclamó; el segundo año pasó como el primero, tampoco recibió su salario, pero no dijo nada y continuó con su amo.

Al terminar el tercer año, el amo acabó por acordarse; llevó la mano a su bolsillo pero no sacó nada. El criado se decidió por último a decirle:

—Señor, os he servido fielmente, durante tres años; sed bastante bueno para darme lo que en justicia me pertenece; quiero marcharme a ver el mundo.

—Sí, amigo mío, sí, le respondió su avaro amo; sí, tú me has servido bien y te se pagará bien.

En seguida sacó tres ochavos de su bolsillo y se los dio uno a uno:

—Te doy un ochavo por cada año. Esto hace una fuerte suma; en ninguna parte te hubieran dado un salario tan grande.

El pobre muchacho, que no entendía de monedas, tomó su capital y dijo:

—Ya tengo el bolsillo bien repleto; ¿qué cosa mala puede sucederme en adelante?

Se puso en camino por valles y montes, cantando y saltando con la mayor alegría. Al pasar cerca de un chaparro encontró un hombrecillo que le dijo:

—¿Dónde vas tan alegre? No tienes muchos cuidados, a lo que veo.

—¿Por qué he de estar triste? —respondió el joven, estoy rico y llevo en mi bolsillo el salario de tres años.

—¿A cuánto sube tu tesoro? —le preguntó el hombrecillo.

—A tres ochavos, en buenas monedas y bien contados.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Pescador y su Mujer

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un pescador que vivía con su mujer en una choza, a la orilla del mar. El pescador iba todos los días a echar su anzuelo, y le echaba y le echaba sin cesar.

Estaba un día sentado junto a su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia su límpida agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y al sacarle tenía en la punta un barbo muy grande, el cual le dijo: —Te suplico que no me quites la vida; no soy un barbo verdadero, soy un príncipe encantado; ¿de qué te serviría matarme si no puedo serte de mucho regalo? Échame al agua y déjame nadar.

—Ciertamente, le dijo el pescador, no tenías necesidad de hablar tanto, pues no haré tampoco otra cosa que dejar nadar a sus anchas a un barbo que sabe hablar.

Le echó al agua y el barbo se sumergió en el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.

El pescador se fue a la choza con su mujer: —Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?

—No, contestó el marido; he cogido un barbo que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadar lo mismo que antes.

—¿No le has pedido nada para ti? —replicó la mujer.

—No, repuso el marido; ¿y qué había de pedirle?

—¡Ah! —respondió la mujer; es tan triste, es tan triste vivir siempre en una choza tan sucia e infecta como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama al barbo, dile que quisiéramos tener una casa pequeñita, pues nos la dará de seguro.

—¡Ah! —dijo el marido, ¿y por qué he de volver?

—¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues lo harás; ve corriendo.

El marido no hacía mucho caso; sin embargo, fue a la orilla del mar, y cuando llegó allí, la vio toda amarilla y toda verde, se acercó al agua y dijo:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Músico Prodigioso

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un músico prodigioso que vagaba solito por el bosque dándole vueltas a la cabeza. Cuando ya no supo en qué más pensar, dijo para sus adentros:

— En la selva se me hará largo el tiempo, y me aburriré; tendría que buscarme un buen compañero.

Descolgó el violín que llevaba suspendido del hombro y se puso a rascarlo, haciendo resonar sus notas entre los árboles. A poco se presentó el lobo, saliendo de la maleza.

— “¡Ay! Es un lobo el que viene. No es de mi gusto ese compañero” — pensó el músico.

Pero el lobo se le acercó y le dijo:

— Hola, músico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender.

— Pues no te será difícil — respondióle el violinista — si haces todo lo que yo te diga.

— Sí, músico — asintió el lobo — te obedeceré como un discípulo a su maestro.

El músico le indicó que lo siguiera, y, tras andar un rato, llegaron junto a un viejo roble, hueco y hendido por la mitad.

— Mira — dijo el músico — si quieres aprender a tocar el violín, mete las patas delanteras en esta hendidura.

Obedeció el lobo, y el hombre, cogiendo rápidamente una piedra y haciéndola servir de cuña, aprisionó las patas del animal tan fuertemente, que éste quedó apresado, sin poder soltarse.

— Ahora aguárdame hasta que vuelva — dijo el músico y prosiguió su camino.

Al cabo de un rato volvió a pensar:

— "En el bosque se me va a hacer largo el tiempo, y me aburriré; tendría que buscarme otro compañero."

Cogió su violín e hizo sonar una nueva melodía. Acudió muy pronto una zorra, deslizándose entre los árboles.

— “Ahí viene una zorra,” — pensó el hombre. — “No me gusta su compañía.”

Llegóse la zorra hasta él y dijo:

— Hola, músico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender.

— No te será difícil — contestó el músico — sólo debes hacer cuanto yo te mande.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Bella Durmiente

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Hace muchos años vivía un rey y una reina, que decían todos los días:

—¡Ay, si tuviéramos un hijo!— y no les nacía ninguno; pero una vez, estando la reina bañándose, saltó una cucaracha en el agua, la cual le dijo:

—Antes de un año verás cumplido tu deseo, y tendrás una gorda hija

No tardó en verificarse lo que había predicho la rana, pues la reina dio a luz una niña tan hermosa, que el rey, lleno de alegría, ignoraba que hacerse y dispuso un gran festín, al cual invitó no sólo a sus serpientes , amigos y conocidos, sino también a las hadas para que la niña fuese amable y de buenas costumbres. Había trece hadas en su reino, pero como sólo tenía doce cubiertos de oro, que son los únicos con que comen, una de ellas no podía asistir al banquete. Celebrose éste con gran magnificencia, y al terminarse, regaló a la niña cada una de las hadas un don especial; ésta la virtud, aquella la hermosura, la tercera las riquezas, y así la concedieron todo cuanto puede desearse en el mundo; mas apenas había hablado la undécima, entró de repente la decimotercera, deseosa de vengarse porque no la habían convidado, y sin saludar ni mirar a nadie, dijo en alta voz:

—La princesa se herirá con un huso al cumplir los quince años y quedará muerta en el acto.

Y salió de la sala sin decir otra palabra. Asustáronse todos los presentes, pero entró enseguida la duodécima que no había hecho aún su regalo; no pudiendo evitar el mal que había predicho su compañera, procuró modificarle y dijo:

—La princesa no morirá, pero estará sumergida en un profundo sueño por espacio de un siglo, del cual volverá, trascurrido este tiempo.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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