Textos más populares esta semana de Hermanos Grimm | pág. 12

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autor: Hermanos Grimm


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El Oso y el Reyezuelo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


El oso y el lobo se paseaban un día por el bosque, cuando el oso oyó cantar a un pájaro.

—Hermano lobo, le preguntó, ¿quién es ese hermoso cantor?

—Es el rey de los pájaros, contestó el lobo, debemos saludarle.

Era en efecto el reyezuelo.

—En ese caso, dijo el oso, S. M. tendrá su correspondiente palacio. Me alegraría verle.

—Eso no es tan fácil como piensas, replicó el lobo, pues es preciso aguardar a que esté en él la reina.

La reina llegó en este intermedio, la cual, lo mismo que el rey, tenía en su pico gusanillos para dar de comer a sus hijuelos. El oso los hubiera seguido con mucho gusto, pero le detuvo el lobo por la manga, diciéndole:

—No, espera a que salgan.

Tuvieron únicamente cuidado con el lugar donde se hallaba el nido, y continuaron su camino.

Mas el oso no podía parar de curiosidad hasta ver el palacio del rey de los pájaros, y no tardó en volver. El rey y la reina estaban fuera; dirigió una mirada a hurtadillas, y vio cinco o seis pajarillos acostados en el nido.

—Si es este el palacio, exclamó, es un palacio bien triste; y en cuanto a vosotros, vosotros no sois hijos de un rey, sino unas criaturas bien pequeñas e innobles.

Los reyezuelos se incomodaron mucho al oír esto y comenzaron a gritar:

—No, no, no, nosotros no somos lo que nos dices; nuestros padres son nobles; pagarás cara esta injuria.

El lobo y el oso tomaron miedo al oír esta amenaza y se refugiaron en sus agujeros.

Pero los reyezuelos continuaron gritando y haciendo ruido, y dijeron a sus padres en cuanto vinieron a traerles de comer:

—El oso ha venido a insultarnos, no nos menearemos de aquí, y no comeremos nada hasta que hayáis dejado bien puesta nuestra reputación.

—No tengáis cuidado, les dijo el rey, volveré por vuestra honra.

Y marchó volando con la reina hasta el agujero del oso, donde le gritó:


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2 págs. / 4 minutos / 123 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Morral, el Sombrerillo y el Cuerno

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase que se eran tres hermanos; las cosas les habían ido de mal en peor, y al final su miseria era tan grande, que ya nada les quedaba donde hincar el diente. Dijeron entonces:

— Así no podemos seguir; mejor será que nos vayamos por esos mundos a probar fortuna.

Pusiéronse, pues, en camino y recorrieron muchos lugares y pisaron mucha hierba, sin que por ninguna parte se les presentase la buena suerte. De este modo llegaron un día a un dilatado bosque, en medio del cual se alzaba una montaña, y al acercarse vieron que toda ella era de plata. Dijo entonces el mayor:

— Ya he encontrado la fortuna que deseaba, y no aspiro a otra mayor.

Cogió toda la plata con que pudo cargar y se volvió a casa. Pero los otros dos dijeron:

— A la fortuna le pedimos algo más que plata —y, sin tocar el metal, siguieron su ruta.

Al cabo de otras dos o tres jornadas de marcha llegaron a una montaña, que era de oro puro. El segundo hermano se detuvo y se puso a reflexionar; estaba indeciso: «¿Qué debo hacer?— preguntábase—. ¿Tomar todo el oro que necesito para el resto de mi vida, o seguir adelante?».

Decidióse al fin; se llenó los bolsillos del metal, se despidió de su hermano y regresó a su casa.


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6 págs. / 11 minutos / 123 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Ondina del Estanque

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había en cierto tiempo un molinero que vivía feliz con su mujer: tenían dinero y bienes y su propiedad aumentaba de año en año, pero la desgracia, dice el proverbio, viene durante la noche; su fortuna disminuyó de año en año, lo mismo que se había aumentado, y por último el molinero apenas podía llamar suyo el molino en que habitaba. Hallábase muy afligido, y cuando se acostaba por la noche terminado su trabajo, apenas podía descansar, pues sus penas le hacían dar vueltas en la cama. Una mañana se levantó antes de la aurora y salió para tomar el aire, imaginando que sentía algún alivio en su pesar. Cuando pasaba cerca de la escalera del molino, comenzaba a apuntar el primer rayo del sol y oyó un ligero ruido en el estanque. Se volvió y distinguió a una mujer muy hermosa, que se elevaba lentamente en medio del agua; sus largos cabellos, que había echado con sus delicadas manos sobre sus espaldas, descendían por ambos lados y cubrían su cuerpo blanco y brillante como la nieve. No tardó en conocer que era la ondina del estanque, e ignoraba en su terror si debía quedarse o huir de allí, pero la ondina dejó oír su dulce voz, le llamó por su nombre y le preguntó por qué estaba tan triste. El molinero permaneció como mudo en un principio, pero oyéndola hablar con tanta gracia, se animó y le refirió que anteriormente había vivido feliz y rico, y que ahora se había quedado tan pobre que ignoraba qué hacerse.

—No tengas cuidado, contestó la ondina; yo te haré más feliz y dichoso de lo que nunca has sido; mas es preciso que me prometas darme lo que acaba de nacer en tu casa.

—Sin duda será algún perro o algún gato, pensó para sí el molinero y la prometió lo que la pedía.


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6 págs. / 10 minutos / 121 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Tres Herederos Afortunados

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un padre reunió a sus tres hijos en su presencia y les dio: al primero un gallo, al segundo una guadaña, y al tercero un gato.

—Soy viejo, les dijo, y está cercana mi muerte; quiero antes de que llegue, asegurar vuestro porvenir. No tengo dinero que dejaros, y aunque os parezcan de poco valor las cosas que ahora os doy, eso depende del uso que hagáis de ellas; buscad cada uno un país en que sea desconocido el objeto que posee y hará su fortuna.

El mayor de los hijos se puso en camino con su gallo, después de la muerte de su padre, pero por todas cuantas partes pasaba era conocido el gallo; en las ciudades le veía encima de los campanarios, dando vueltas con el viento; en los campos le oía cantar continuamente, y a nadie chocaba su animalito, de manera que no se hallaba en la situación más a propósito para mejorar su suerte.

Llegó por último a una isla donde nadie sabía lo que era un gallo, de modo que les costaba mucho trabajo conocer la aproximación de las diferentes partes del día. Sabían muy bien cuándo era de día y cuándo era de noche, pero los que dormían por la noche, ignoraban siempre la hora que era.

—Mirad, les dijo, qué animal tan hermoso; tiene una corona de rubíes en la cabeza y lleva espuelas en los pies como los caballeros. Por la noche canta tres veces a horas fijas; la última cuando va a salir el sol. Cuando canta en medio del día, indica que va a cambiar el tiempo.

Este discurso gustó mucho a los habitantes de la isla; a la noche siguiente nadie se durmió, y todos escucharon con la mayor ansiedad al gallo anunciar las dos, las cuatro y las seis de la mañana. Le preguntaron si vendía aquel hermoso pájaro, y cuánto quería por él.

—Quiero el oro que pueda llevar un asno en una carga, les contestó.

Todos contestaron que semejante precio era una bagatela para un animal tan maravilloso, y se apresuraron a dársele.


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2 págs. / 3 minutos / 121 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Rey de la Montaña de Oro

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un comerciante tenía dos hijos, un niño y una niña, tan pequeños que todavía no andaban. Dos barcos suyos, ricamente cargados, se hicieron a la mar; contenían toda su fortuna, y cuando él pensaba realizar con aquel cargamento un gran beneficio, llególe la noticia de que habían naufragado, con lo cual, en vez de un hombre opulento, convirtióse en un pobre, sin más bienes que un campo en las afueras de la ciudad.

Con la idea de distraerse en lo posible de sus penas, salió un día a su terruño y, mientras paseaba de un extremo a otro, acercósele un hombrecillo negro y le preguntó el motivo de su tristeza, que no parecía sino que le iba el alma en ella. Respondióle el mercader:

— Te lo contaría si pudieses ayudarme a reparar la desgracia.

— ¡Quién sabe! — exclamó el enano negro —. Tal vez me sea posible ayudarte.

Entonces el mercader le dijo que toda su fortuna se había perdido en el mar y que ya no le quedaba sino aquel campo.

— No te apures — díjole el hombrecillo —. Si me prometes que dentro de doce años me traerás aquí lo primero que te toque la pierna cuando regreses ahora a tu casa, tendrás todo el dinero que quieras.

Pensó el comerciante: «¿Qué otra cosa puede ser, sino mi perro?», sin acordarse ni por un instante de su hijito, por lo cual aceptó la condición del enano, suscribiéndola y sellándola.


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7 págs. / 12 minutos / 120 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Seis que Salen de Todo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un hombre muy hábil en toda clase de artes y oficios. Sirvió en el ejército, mostrándose valiente y animoso; pero al terminar la guerra lo licenciaron sin darle más que tres reales como ayuda de costas.

— Aguardad un poco —dijo—, que de mí no se burla nadie. En cuanto encuentre los hombres que necesito, no le van a bastar al Rey, para pagarme, todos los tesoros del país.

Partió muy irritado, y al cruzar un bosque vio a un individuo que acababa de arrancar de cuajo seis árboles con la misma facilidad que si fuesen juncos. Díjole:

— ¿Quieres ser mi criado y venirte conmigo?

— Sí —respondió el hombre—, pero antes déjame que lleve a mi madre este hacecillo de leña —; asió uno de los troncos, lo hizo servir de cuerda para atar los cinco restantes, y, cargándose el haz al hombro, se lo llevó. Al poco rato estaba de vuelta, y él y su nuevo amo se pusieron en camino. Díjole el amo:

— Vamos a salirnos de todo, nosotros dos.

Habían andado un rato, cuando encontraron un cazador que ponía rodilla en tierra y apuntaba con la escopeta. Preguntóle el amo:

— ¿A qué apuntas, cazador?

A lo cual respondió el cazador:

— A dos millas de aquí hay una mosca posada en la rama de un roble, y quiero acertarla en el ojo izquierdo.

— ¡Vente conmigo! —dijo el amo—, que los tres juntos vamos a salirnos de todo.

Avínose el cazador y se unió a ellos. Pronto llegaron a un lugar donde se levantaban siete molinos de viento, cuyas aspas giraban a toda velocidad, a pesar de que no se sentía la más ligera brisa, y de que no se movía una sola hojita de árbol. Dijo el hombre:


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6 págs. / 10 minutos / 119 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Señor Sabelo-todo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


El señor Sabelo-todo era un hombre bajo y delgado, y tan trabajador, que no daba un sólo instante al descanso. Su rostro pálido y lleno de hoyos de viruelas no presentaba más desigualdad que una nariz ancha y arremangada; sus cabellos eran grises y tiesos, sus ojos lanzaban siempre chispas a derecha e izquierda. Todo lo notaba, todo lo criticaba, todo lo sabía mejor que nadie, y siempre tenía razón. Cuando iba por las calles agitaba sus brazos con tanta violencia, que un día tropezó en un cántaro que llevaba una joven en la cabeza y le hizo saltar en el aire, de modo que llenó de agua a todos los que pasaban.

—Tontuela —la dijo—, ¿no habías visto que iba yo a pasar a tu lado?

Era zapatero y cuando trabajaba, tiraba del cáñamo con tal fuerza, que daba grandes puñetazos a todos los que se le acercaban. Ningún oficial podía estar más de un mes en su casa, porque siempre tenía que criticar aún del trabajo mejor hecho. Ya eran desiguales los puntos de la costura, ya un zapato más largo o un tacón más alto que el otro.

—Espera —decía al aprendiz—; voy a enseñarte cómo se suaviza la piel.

Y le administraba dos latigazos en la espalda con el tirapié.

Llamaba a todos perezosos, sin embargo de que él no trabajaba gran cosa, pues no estaba dos minutos parado en un mismo sitio.

Si se levantaba temprano su mujer, encendía la lumbre, alzaba la cama y corría con los pies desnudos a la cocina.

—¿Quieres quemar la casa? —la gritaba. Con esa lumbre hay para asar una vaca, ¡cualquiera diría que no cuesta nada el carbón!

Si cuando las muchachas se ponían a lavar, reían juntas alrededor de la artesa, y se contaban las novedades que sabían, lo tomaba con mucha formalidad y las decía riñéndolas:

—Ya habéis comenzado a chismorrear. Con, vuestra charlatanería olvidáis vuestra obligación. ¡Malas pécoras! Bien podíais apretar las manos y callar las lenguas.


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4 págs. / 7 minutos / 117 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Huéspedes Inoportunos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


En una ocasión dijo un gallo a una gallina.

—Ya es la estación de las nueces, iremos al prado antes que las coja todas la ardilla.

—Excelente idea, contestó la gallina, partamos pues; nos divertiremos mucho.

Fueron juntos al prado, donde permanecieron hasta la noche; entonces ya por vanidad, ya porque habían comido demasiado, no quisieron volver a pie a su casa, y el gallo se vio obligado a hacer un carrito con cáscaras de nuez. Cuando estuvo arreglado se sentó donde la gallina y mandó al gallo que se enganchase a la lanza.

—Tú estás equivocada, la contestó el gallo, mejor quiero volver a pie que engancharme como una yegua; no, eso no entra en nuestro convenio; en un caso haré de cochero y me sentaré en el pescante; pero arrastrar un coche, ¡ca!, eso no lo haré yo nunca.

Mientras disputaban de esta manera comenzó a gritar un ánade:

—¡Ah! ¡Ladrones! ¿Quién os ha dado permiso para estar bajo mis nogales? Esperad ¡Yo os arreglaré!

Y se precipitó con el pico abierto sobre el gallo, pero este volviendo las tornas sacudió bien al ánade, le puso el cuerpo como nuevo a picotazos, de modo que se dio por vencida y se dejó enganchar en el carruaje en castigo de su temeridad. El gallo se sentó en el pescante para dirigir el carro, que lanzó a la carrera gritando:

—¡Al galope!, ánade, ¡al galope!

Cuando habían andado ya un gran trecho del camino encontraron dos viajeros que iban a pie; eran un alfiler y una aguja que les gritaron:

—¡Alto!, ¡alto! Bien pronto, añadieron, será de noche y no podremos andar más, porque el camino está lleno de barro y nos hemos detenido bebiendo cerveza a la puerta de la posada del sastre, por lo que os suplicamos nos dejéis subir hasta la posada.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Lebrato Marino

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Vivía cierta vez una princesa que tenía en el piso más alto de su palacio un salón con doce ventanas, abiertas a todos los puntos del horizonte, desde las cuales podía ver todos los rincones de su reino. Desde la primera, veía más claramente que las demás personas; desde la segunda, mejor todavía, y así sucesivamente, hasta la duodécima, desde la cual no se le escapaba nada de cuanto había y sucedía en sus dominios, en la superficie o bajo tierra. Como era en extremo soberbia y no quería someterse a nadie, sino conservar el poder para sí sola, mandó pregonar que se casaría con el hombre que fuese capaz de ocultarse de tal manera que ella no pudiese descubrirlo. Pero aquel que se arriesgase a la prueba y perdiese, sería decapitado, y su cabeza, clavada en un poste. Ante el palacio levantábanse ya noventa y siete postes, rematados por otras tantas cabezas, y pasó mucho tiempo sin que aparecieran más pretendientes. La princesa, satisfecha, pensaba: «Permaneceré libre toda la vida».

Pero he aquí que comparecieron tres hermanos dispuestos a probar suerte. El mayor creyó estar seguro metiéndose en una poza de cal, pero la princesa lo descubrió ya desde la primera ventana, y ordenó que lo sacaran del escondrijo y lo decapitasen. El segundo se deslizó a las bodegas del palacio, pero también fue descubierto desde la misma ventana, y su cabeza ocupó el poste número noventa y nueve. Presentóse entonces el menor ante Su Alteza, y le rogó le concediese un día de tiempo para reflexionar y, además, la gracia de repetir la prueba por tres veces; si a la tercera fracasaba, renunciaría a la vida. Como era muy guapo y lo solicitó con tanto ahínco, díjole la princesa:

— Bien, te lo concedo; pero no te saldrás con la tuya.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juan se Casa

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un joven campesino llamado Juan, a quien un primo suyo se empeñó en buscarle una mujer rica. Hizo poner a Juan detrás del horno bien caliente. Trajo luego un tarro con leche y una buena cantidad de pan blanco y, poniéndole en la mano una reluciente perra gorda recién acuñada, le dijo:

— Juan, no sueltes la perra gorda, y, en cuanto al pan, desmigájalo en la leche. Permanece sentado aquí sin moverte hasta que yo vuelva.

— Muy bien — respondió Juan; — todo lo haré como dices.

El casamentero se puso unos pantalones remendados, llenos de piezas, se fue al pueblo vecino, a casa de un rico labrador que tenía una hija, y dijo a la muchacha:

— ¿No te gustaría casarte con mi primo Juan? Tendrías un marido bueno y diligente. Quedarías satisfecha.

Preguntó entonces el padre, que era muy avaro:

— ¿Y cómo anda de dinero? ¿Tiene su pan que desmigajar?

— Amigo — respondióle el otro, — mi joven primo está bien calentito, tiene en la mano su buen dinerillo, y pan, no le falta. Y tampoco cuenta menos piezas — así llamaban a los campos y tierras parcelados — que yo — y, al decir esto, dióse un golpe en los remendados calzones. — Y si queréis tomaros la molestia de venir conmigo, en un momento podréis convencemos de que todo es tal como os digo.

El viejo avaro no quiso perderse tan buena oportunidad, y dijo:

— Siendo así, nada tengo en contra del matrimonio.

Celebróse la boda el día señalado, y cuando la desposada quiso salir a ver las propiedades de su marido, empezó Juan quitándose el traje dominguero y poniéndose la blusa remendada, pues dijo:

— Podría estropearme el vestido nuevo.


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1 pág. / 2 minutos / 116 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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