La Misa del Ateo
Honoré de Balzac
Cuento
Un médico al que debe la ciencia una hermosa teoría fisiológica, y que, joven aun, logró abrirse plaza entre las celebridades de la Escuela de París, centro de luces; al que rinden homenaje todos los médicos de Europa, el doctor Bianchon, ejerció la cirugía antes de dedicarse á la medicina.
Sus primeros estudios fueron dirigidos por un gran cirujano francés, por el ilustre Desplein, que pasó para la ciencia con la rapidez de un meteoro. Según confesión de sus enemigos, Desplein se llevó á la tumba su método intransmisible. Como todos los hombres de genio, no tenía descendientes y se lo llevó todo consigo. La gloria de los cirujanos se parece á la de los actores, cuyo talento deja de apreciarse tan pronto como desaparecen, y cuya fama sólo dura lo que su vida.
Los actores y los cirujanos, lo mismo que los grandes cantantes y los artistas que centuplican con su ejecución el poder de la música, sólo son héroes del momento. Desplein ofrece un ejemplo de la semejanza que existe entre el destino de estos genios transitorios. Su nombre, tan célebre ayer y tan olvidado hoy, permanecerá dentro de la especialidad á que se dedicó, sin franquear nunca sus límites.
Pero ¿no es necesario que concurran circunstancias inauditas para que el nombre de un sabio pase del dominio de la ciencia, al dominio de la historia general de la humanidad? ¿Poseía Desplein esa universalidad de conocimientos que hacen de un hombre el verbo ó la figura de un siglo? Desplein poseía un golpe de vista divino, penetraba la enfermedad y al enfermo con una intuición adquirida ó natural que le permitía no engañarse nunca en los diagnósticos y determinar el momento preciso, la hora el minuto en que era necesario operar, sacando siempre partido de las circunstancias atmosféricas y de las particularidades del temperamento.
Dominio público
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Publicado el 9 de febrero de 2019 por Edu Robsy.