Textos más vistos de Honoré de Balzac | pág. 2

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autor: Honoré de Balzac


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La Mujer de Treinta Años

Honoré de Balzac


Novela


Dedicado a Louis Boulanger, pintor.

I. Primeras faltas

A principios del mes de abril del año 1813 hubo un domingo cuya mañana prometía uno de aquellos hermosos días en los que los parisienses ven por primera vez en el año sus pavimentos libres de barro y su cielo sin nubes. Antes del mediodía, un cabriolé desembocaba en la calle de Rivoli por la de Castiglione y se detuvo detrás de varios carruajes estacionados junto a la verja recién abierta en medio de la terraza de los Feuillants. El conductor de aquel rápido vehículo era un hombre de aspecto enfermizo y preocupado; unos cabellos entrecanos cubrían apenas su cráneo amarillento y lo envejecían prematuramente; echó las riendas al lacayo que, montado a caballo, seguía a su cabriolé, y apeóse para tomar en brazos a una joven cuya elegancia y hermosura llamó la atención de los desocupados que paseaban en aquellos momentos por la terraza. La joven se dejó coger complaciente por el talle cuando estuvo de pie al borde del vehículo, y rodeó con sus brazos el cuello de su guía, el cual la depositó encima de la acera sin haber arrugado la guarnición de su vestido de reps verde. Un amante no habría desplegado tantos cuidados. El desconocido debía ser el padre de aquella niña, la cual, sin darle las gracias, lo cogió familiarmente del brazo y lo llevó bruscamente hacia el jardín. El anciano padre observó las miradas asombradas de algunos jóvenes, y la tristeza impresa en su semblante borróse por un instante. Aunque hiciera tiempo que hubiera llegado a la edad en que los hombres deben contentarse con las engañosas alegrías que confiere la vanidad, esbozó una sonrisa.

—Se imaginan que eres mi mujer —dijo al oído de la joven, irguiéndose y caminando con una lentitud que para ella resultaba desesperante.


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216 págs. / 6 horas, 19 minutos / 1.080 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Petrilla

Honoré de Balzac


Novela


A la señorita Ana de Hanska

¿Cómo voy, querida niña, a dedicar a usted una historia llena de melancolía? A usted, que es la alegría de una casa; a usted, cuya pelerina blanca o rosa revuela entre los macizos de Wierzchoænia como un fuego fatuo que su padre y su madre siguen con mirada enternecida… ¿No tendré que hablarla de desventuras que una jovencita adorada, como usted lo es, no ha de conocer jamás, porque sus lindas manos podrían en su día consolarlas? Es tan difícil, Ana, encontrar para usted en la historia de nuestras costumbres una aventura digna de ser leída por sus ojos, que el autor no podía elegir; pero tal vez al leer ésta que le envío se dará usted cuenta de lo dichosa que es.

Su viejo amigo, DE BALZAC

Cierto día de octubre de 1827, al amanecer, un joven de unos diez y seis años, y que por sus trazas parecía lo que la moderna fraseología llama tan insolentemente un proletario, se detuvo en una plazuela que hay en el bajo Provins. A aquellas horas pudo observar, sin ser observado, las diferentes casas situadas en la plazuela, que forma un rectángulo. Los molinos emplazados en las vías de Provins estaban ya en marcha. Su ruido, multiplicado por los ecos de la ciudad alta, en armonía con el aire vivo, con las alegres claridades de la mañana, subrayaba la profundidad del silencio, que permitía oír el paso de una diligencia por la carretera a una legua de distancia. Las dos líneas más largas de casas, separadas por la fronda de los tilos, presentan sencillas construcciones, en que se revela la existencia pacífica y definida de sus moradores. No hay en aquel paraje ni señales de comercio. Apenas se veían en aquella época las lujosas puertas cocheras de las gentes ricas; si las había, rara vez giraban sobre sus goznes, a excepción de la del señor Martener, un médico que necesitaba tener un cabriolé y usarle con frecuencia.


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Dominio público
161 págs. / 4 horas, 42 minutos / 270 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Cura de Aldea

Honoré de Balzac


Novela


I. Verónica

Dentro de la zona baja de Limoges, en la esquina de la calle de la Vieille-Poste y la calle de la Cité, había, hace treinta años, una de esas tiendas en las cuales parece que nada haya cambiado desde la Edad Media. Unas grandes losas rotas en mil sitios y encajadas sobre un suelo húmedo a trechos, habrían hecho caer a cualquiera que no se hubiese fijado en los hoyos y los resaltos de ese singular enlosado. No obstante la capa de polvo de las paredes, se veía un curioso mosaico de madera y de ladrillos, de piedra y de hierro, ensamblados con una solidez debida al tiempo, o quizá al azar. Desde hacía más de cien años, el techo, sostenido por grandes vigas, se doblaba, sin romperse, a causa del peso de los pisos superiores. Hechos de mampostería, esos pisos tenían por el lado exterior una capa de pizarra con dibujos geométricos y conservaba una imagen fidedigna de las viejas construcciones burguesas. Ninguna de las ventanas con marco de madera, en otro tiempo adornadas con esculturas y hoy destruidas por las inclemencias atmosféricas, conservaba su línea primitiva; unas se curvaban, otras eran convexas y algunas estaban desencajadas, y todas tenían una costra de tierra en las grietas que fueron abriendo las lluvias y en las que durante la primavera crecían algunas florecillas, una que otra tímida planta trepadora y mucha hierba. El musgo forraba los techos y los antepechos. El pilar de la esquina, aunque era de manipostería compuesta, o sea, una mezcla de piedras, ladrillos y guijarros, ponía, debido a su curvatura, los pelos de punta a cualquiera que lo mirase; parecía que de un momento a otro cedería bajo el peso del edificio, cuya pared delantera tenía una inclinación de más de un palmo. De ahí que las autoridades municipales decidieron derribar esa casa, después de compraría, con el propósito de darle más anchura a la calle.


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288 págs. / 8 horas, 25 minutos / 198 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Gambara

Honoré de Balzac


Novela corta


Al Señor Conde AUGUSTO-BENJAMIN DE BELLOY

Mi querido conde:

Es al rincón del fuego, en un misterioso y espléndido retiro que ya no existe, pero que vivirá en nuestro recuerdo y de donde nuestros ojos descubrían París, desde las colinas de Bellevue hasta el Arco de Triunfo de la Estrella, que, cierta mañana regada de té, y a través de las mil ideas que nacen y se extinguen como cohetes en vuestra centelleante conversación, que usted, pródigo de espíritu, arrojó bajo mi pluma a este personaje digno de Hoffmann, ese portador de tesoros ignotos, ese peregrino sentado a la puerta del paraíso, con oídos para escuchar los cantos de los ángeles y que, no teniendo lengua para repetirlos agitando sobre las teclas de marfil dedos rotos por las contracciones de la inspiración divina, creyendo expresar la música del cielo a estupefactos auditores. Vos habéis creado a Gambara; yo solamente lo he vestido. Permitidme dar al César lo que pertenece al César, lamentando que no esgrimáis la pluma en una época en que los gentilhombres deben servirse tan bien de ella como de su espada, a fin de salvar su país. Vos podéis no pensar en vos mismo, pero, sin embargo, nos debéis vuestro talento.

Vuestro sincero amigo,

De Balzac

En los Jardies, febrero de 1839


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70 págs. / 2 horas, 3 minutos / 178 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Alberto Savarus

Honoré de Balzac


Novela corta


A la señora Emilia de Girardin

Uno de los salones en los que se dejaba ver el arzobispo de Besanzón y el que gozaba de sus preferencias, en tiempos de la Restauración, era el de la señora baronesa de Watteville. Diremos unas palabras acerca de esta señora, el personaje femenino tal vez más importante de Besanzón.

El señor de Watteville, sobrino del famoso Watteville, el feliz y el más ilustre de los asesinos y renegados cuyas extraordinarias aventuras son demasiado conocidas para que aquí las relatemos, era tranquilo como turbulento había sido su tío. Después de haber vivido en el Franco Condado como una cucaracha en una grieta, casó con la heredera de la célebre familia de Rupt. La señorita de Rupt unió 20000 francos de renta en tierras a los 10000 francos de renta en bienes raíces del barón de Watteville. El escudo de armas del gentilhombre suizo, porque los Watteville son de Suiza, desapareció bajo el viejo escudo de los Rupt. Este casamiento, decidido desde el año 1802, efectuóse en 1815, después de la segunda Restauración. Transcurridos tres años del nacimiento de una hija, todos los abuelos de la señora de Watteville habían muerto y sus herencias liquidadas. Vendieron entonces la casa del señor de Watteville para establecerse en la calle de la Prefectura, en el hermoso hotel de Rupt, cuyo vasto jardín se extiende hacia la calle del Perron. La señora de Watteville, joven devota, fue más devota después de su boda. Es una de las reinas de la santa cofradía que confiere a la alta sociedad de Besanzón un aire sombrío y unas maneras gazmoñas en consonancia con el carácter de esta ciudad.


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131 págs. / 3 horas, 49 minutos / 152 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Lirio del Valle

Honoré de Balzac


Novela


A LA SEÑORA CONDESA NATALIA DE MANERVILLE

«Cedo en tu deseo. El privilegio de la mujer que amamos más de lo que ella nos ama, es el de hacernos olvidar cada dos por tres las reglas del buen sentido. Por no ver formarse un pliegue en vuestra frente, para disipar la enfurruñada expresión de vuestros labios, entristecidos ante la menor negativa, franqueamos milagrosamente las distancias, damos nuestra sangre, comprometemos nuestro porvenir. Hoy quieres mi pasado, helo aquí. Únicamente sábelo bien, Natalia: al obedecerte, he debido pisotear renuencias invioladas. ¿Mas por qué sospechar de los súbitos y prolongados ensueños que se apoderan de mí a veces en plena felicidad? ¿No podrías tú jugar con los contrastes de mi carácter sin preguntar sus causas? ¿Por qué tu cólera de mujer amada, ante un silencio? ¿Posees en tu corazón secretos que, para ser absueltos, tienen necesidad de los míos? En fin, tú lo has adivinado, Natalia, y tal vez sea mejor que lo sepas todo: sí, mi vida está dominada por un fantasma, que se dibuja vagamente a la menor palabra que lo provoca y que a menudo se agita sobre mí. Tengo imponentes secretos en el fondo de mi alma, como esos productos marinos que se divisan en tiempo sereno y despejado y que las olas de la tempestad arrojan despedazados a la arena. Aunque la elaboración que necesitan las ideas para ser expresadas haya contenido estas antiguas emociones, que tanto mal me causan cuando se despiertan demasiado repentinamente, si en esta confesión hubiesen fragmentos que te hieran, acuérdate que eres tú quien me ha amenazado si no te obedecía; no me castigues, pues por haberlo hecho quisiera que mi confidencia redoblase tu cariño. Hasta la noche.

FÉLIX.»


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318 págs. / 9 horas, 17 minutos / 236 visitas.

Publicado el 30 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Primo Pons

Honoré de Balzac


Novela


I. Una gloriosa ruina del Imperio

Hacia las tres de la tarde de un día del mes de octubre de 1844, un hombre de unos sesenta años, pero a quien todo el mundo hubiese creído mayor, andaba por el bulevar de los Italianos, con la cabeza gacha, los labios sumidos, como un negociante que acaba de hacer un excelente negocio, o como un joven contento de sí mismo saliendo del gabinete de una dama. Ésta es en París la máxima expresión conocida de la satisfacción personal en un hombre. Al divisar de lejos al anciano, las personas que van allí todos los días a sentarse en las sillas, entregadas al placer de analizar a los paseantes, dejaban todas que en su rostro se pintara esta sonrisa tan propia de la gente de París, y que dice tantas cosas irónicas, burlonas o compasivas, pero que para animar la faz de un parisiense, hastiado de todos los espectáculos posibles, exige grandes curiosidades vivientes.

Una frase bastará para comprender el valor arqueológico de aquel infeliz, y la razón de la sonrisa que se repetía como un eco en todos los ojos. Una vez preguntaron a Hyacinthe, un actor célebre por sus ocurrencias, de dónde sacaba aquellos sombreros que hacían desternillar de risa al público. «No los saco de ninguna parte, los guardo», respondió. Pues bien, entre el millón de actores que componen la gran compañía de París, hay Hyacinthes que ignoran que lo son, y que conservan en su atuendo todas las antiguallas del pasado, y que se os aparecen como la personificación de toda una época para provocar vuestra hilaridad cuando os paseáis rumiando algún amargo sinsabor causado por la traición de un ex amigo.


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361 págs. / 10 horas, 32 minutos / 239 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Búsqueda del Absoluto

Honoré de Balzac


Novela


A
LA SEÑORA JOSEFINA DELANNOY,
NACIDA DOUMERC

Señora: Dios quiera que esta obra tenga una vida más larga que la mía. El agradecimiento que os profeso y que, así lo espero, igualará a vuestro afecto casi maternal por mí, subsistiría, entonces, más allá del término señalado a nuestros sentimientos. Ese sublime privilegio de extender así por la vida de nuestras obras la existencia del corazón bastaría, si no hubiese una certidumbre a este respecto, para consolarle de todas las penas que les cuesta a aquéllos cuya ambición es conquistarlo. Así, pues, repetiré: Dios lo quiera.

Balzac.

Les Jardies, junio de 1839.

I. La Casa Claes

Existe en Douai, en la calle de París, una casa cuyo aspecto, disposiciones interiores y detalles, han conservado, más que cualquier otra vivienda, el carácter de las antiguas construcciones flamencas, tan ingenuamente apropiadas a las patriarcales costumbres de ese buen país; pero, antes de describirla, quizá sea preciso establecer, en interés de los escritores, la necesidad de esos aderezos didácticos contra los cuales protestan ciertas personas ignorantes y audaces que quisieran emociones sin sufrir sus principios generadores, la flor sin la semilla, la criatura sin la gestación. ¿Sería, pues, el arte considerado como más vigoroso que la naturaleza?


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216 págs. / 6 horas, 18 minutos / 570 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

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