Textos mejor valorados de Honoré de Balzac no disponibles

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Teoría del Andar

Honoré de Balzac


Tratado


¿A qué, si no es a una substancia eléctrica, puede atribuirse la magia con la que la voluntad se entroniza tan majestuosamente en la mirada para aniquilar los obstáculos de las disposiciones del genio, o filtra pese a nuestras hipocresías por entre la apariencia humana?

Historia intelectual de Louis Lambert

En el estado actual de los conocimientos humanos, esta teoría es, a mi parecer, la ciencia más nueva y, por consiguiente, la más curiosa que cabe tratar. Es casi virgen. Espero poder demostrar la razón coeficiente de esta valiosa virginidad científica mediante observaciones útiles para la historia del intelecto humano. Encontrarse con alguna que otra curiosidad de este tipo, en cualquier ámbito, era ya algo muy difícil en los tiempos de Rabelais; pero quizá sea aún más difícil explicar su existencia hoy: ¿acaso no es preciso que todo haya dormido alrededor, vicios y virtudes? Con respecto a esto, sin ser Ballanche, Perrault, inconscientemente, creó un mito en La Bella Durmiente. ¡Qué admirable privilegio, el de los hombres cuyo genio es total candidez! Sus obras constituyen diamantes tallados con facetas que reflejan e irradian las ideas de todas las épocas. ¿Acaso Latour-Mézeray, un hombre inteligente que sabe sacar la enjundia del pensamiento mejor que nadie, no descubrió en El Gato con Botas el mito del Anuncio, el de las potencias modernas, que anticipa lo que tiene un valor imposible de hallar en el Banco de Francia, es decir, toda la inteligencia que hay en el público más ingenuo del mundo, toda la credulidad que hay en la época más incrédula, toda la simpatía que hay en las entrañas del siglo más egoísta?


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47 págs. / 1 hora, 23 minutos / 583 visitas.

Publicado el 15 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Prima Bela

Honoré de Balzac


Novela


A D. Miguel Ángel Cajetani
Príncipe de Téamo

No es al príncipe romano, ni al heredero de la ilustre casa de Cajetani, que ha suministrado Papas a la Cristiandad, a quien dedico este pequeño fragmento de una larga historia, sino al sabio comentarista del Dante.

Usted me ha hecho descubrir la maravillosa armazón de ideas sobre la que el más grande de los poetas italianos ha construido su poema, el único que los modernos pueden oponer al de Homero. Antes de oír a usted, la Divina Comedia parecíame un inmenso enigma, cuya solución nadie había encontrado, y menos que nadie los comentaristas. Comprender de ese modo a Dante es ser tan grande como él; bien que todas las grandezas le son a usted familiares.


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484 págs. / 14 horas, 8 minutos / 66 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Cura de Aldea

Honoré de Balzac


Novela


I. Verónica

Dentro de la zona baja de Limoges, en la esquina de la calle de la Vieille-Poste y la calle de la Cité, había, hace treinta años, una de esas tiendas en las cuales parece que nada haya cambiado desde la Edad Media. Unas grandes losas rotas en mil sitios y encajadas sobre un suelo húmedo a trechos, habrían hecho caer a cualquiera que no se hubiese fijado en los hoyos y los resaltos de ese singular enlosado. No obstante la capa de polvo de las paredes, se veía un curioso mosaico de madera y de ladrillos, de piedra y de hierro, ensamblados con una solidez debida al tiempo, o quizá al azar. Desde hacía más de cien años, el techo, sostenido por grandes vigas, se doblaba, sin romperse, a causa del peso de los pisos superiores. Hechos de mampostería, esos pisos tenían por el lado exterior una capa de pizarra con dibujos geométricos y conservaba una imagen fidedigna de las viejas construcciones burguesas. Ninguna de las ventanas con marco de madera, en otro tiempo adornadas con esculturas y hoy destruidas por las inclemencias atmosféricas, conservaba su línea primitiva; unas se curvaban, otras eran convexas y algunas estaban desencajadas, y todas tenían una costra de tierra en las grietas que fueron abriendo las lluvias y en las que durante la primavera crecían algunas florecillas, una que otra tímida planta trepadora y mucha hierba. El musgo forraba los techos y los antepechos. El pilar de la esquina, aunque era de manipostería compuesta, o sea, una mezcla de piedras, ladrillos y guijarros, ponía, debido a su curvatura, los pelos de punta a cualquiera que lo mirase; parecía que de un momento a otro cedería bajo el peso del edificio, cuya pared delantera tenía una inclinación de más de un palmo. De ahí que las autoridades municipales decidieron derribar esa casa, después de compraría, con el propósito de darle más anchura a la calle.


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288 págs. / 8 horas, 25 minutos / 186 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Mujer de Treinta Años

Honoré de Balzac


Novela


Dedicado a Louis Boulanger, pintor.

I. Primeras faltas

A principios del mes de abril del año 1813 hubo un domingo cuya mañana prometía uno de aquellos hermosos días en los que los parisienses ven por primera vez en el año sus pavimentos libres de barro y su cielo sin nubes. Antes del mediodía, un cabriolé desembocaba en la calle de Rivoli por la de Castiglione y se detuvo detrás de varios carruajes estacionados junto a la verja recién abierta en medio de la terraza de los Feuillants. El conductor de aquel rápido vehículo era un hombre de aspecto enfermizo y preocupado; unos cabellos entrecanos cubrían apenas su cráneo amarillento y lo envejecían prematuramente; echó las riendas al lacayo que, montado a caballo, seguía a su cabriolé, y apeóse para tomar en brazos a una joven cuya elegancia y hermosura llamó la atención de los desocupados que paseaban en aquellos momentos por la terraza. La joven se dejó coger complaciente por el talle cuando estuvo de pie al borde del vehículo, y rodeó con sus brazos el cuello de su guía, el cual la depositó encima de la acera sin haber arrugado la guarnición de su vestido de reps verde. Un amante no habría desplegado tantos cuidados. El desconocido debía ser el padre de aquella niña, la cual, sin darle las gracias, lo cogió familiarmente del brazo y lo llevó bruscamente hacia el jardín. El anciano padre observó las miradas asombradas de algunos jóvenes, y la tristeza impresa en su semblante borróse por un instante. Aunque hiciera tiempo que hubiera llegado a la edad en que los hombres deben contentarse con las engañosas alegrías que confiere la vanidad, esbozó una sonrisa.

—Se imaginan que eres mi mujer —dijo al oído de la joven, irguiéndose y caminando con una lentitud que para ella resultaba desesperante.


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216 págs. / 6 horas, 19 minutos / 1.071 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Obra Maestra Desconocida

Honoré de Balzac


Cuento


I. GILLETTE

A finales del año 1612, en una fría mañana de diciembre, un joven, pobremente vestido, paseaba ante la puerta de una casa situada en la Rue des Grands—Augustins, en París. Tras haber caminado harto tiempo por esta calle, con la indecisión de un enamorado que no osa presentarse ante su primera amante, por más accesible que ella sea, acabó por franquear el umbral de aquella puerta y preguntó si el maestro Françoise Porbus estaba en casa. Ante la respuesta afirmativa que le dio una vieja ocupada en barrer el vestíbulo, el joven subió lentamente los peldaños, deteniéndose en cada escalón, cual un cortesano inexperto, inquieto por el recibimiento que el rey va a dispensarle. Al llegar al final de la escalera de caracol, permaneció un momento en el rellano, perplejo ante el aldabón grotesco que ornaba la puerta del taller donde, sin lugar a duda, trabajaba el pintor de Enrique IV que María de Médicis había abandonado por Rubens. El joven experimentaba esa profunda sensación que ha debido de hacer vibrar el corazón de los grandes artistas cuando, en el apogeo de su juventud y de su amor por el arte, se han acercado a un hombre genial o a alguna obra maestra. Existe en todos los sentimientos humanos una flor primitiva, engendrada por un noble entusiasmo, que va marchitándose poco a poco hasta que la felicidad no es ya sino un recuerdo, y la gloria una mentira. Entre estas frágiles emociones, nada se parece más al amor que la joven pasión de un artista que inicia el delicioso suplicio de su destino de gloria y de infortunio; pasión llena de audacia y de timidez, de creencias vagas y de desalientos concretos. Quien, ligero de bolsa, de genio naciente, no haya palpitado con vehemencia al presentarse ante un maestro siempre carecerá de una cuerda en el corazón, de un toque indefinible en el pincel, de sentimiento en la obra, de verdadera expresión poética.


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30 págs. / 52 minutos / 141 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Elixir de Larga Vida

Honoré de Balzac


Cuento


En un suntuoso palacio de Ferrara agasajaba don Juan Belvídero una noche de invierno a un príncipe de la casa de Este. En aquella época, una fiesta era un maravilloso espectáculo de riquezas reales de que sólo un gran señor podía disponer. Sentadas en torno a una mesa iluminada con velas perfumadas conversaban suavemente siete alegres mujeres, en medio de obras de arte, cuyos blancos mármoles destacaban en las paredes de estuco rojo y contrastaban con las ricas alfombras de Turquía. Vestidas de satén, resplandecientes de oro y cargadas de piedras preciosas que brillaban menos que sus ojos, todas contaban pasiones enérgicas, pero tan diferentes unas de otras como lo eran sus bellezas. No diferían ni en las palabras ni en las ideas; el aire, una mirada; algún gesto, el tono, servían a sus palabras como comentarios libertinos, lascivos, melancólicos o burlones.

Una parecía decir:

—Mi belleza sabe reanimar el corazón helado de un hombre viejo.

Otra:

—Adoro estar recostada sobre los almohadones pensando con embriaguez en aquellos que me adoran.

Una tercera, debutante en aquel tipo de fiestas, parecía ruborizarse:

—En el fondo de mi corazón siento remordimientos —decía—. Soy católica, y temo al infierno. Pero te amo tanto ¡tanto! que podría sacrificarte la eternidad.

La cuarta, apurando una copa de vino de Quío, exclamaba:

—¡Viva la alegría! Con cada aurora tomo una nueva existencia. Olvidada del pasado, ebria aún del encuentro de la víspera, agoto todas las noches una vida de felicidad, una vida llena de amor.

La mujer sentada junto a Belvídero lo miraba con los ojos llameantes. Guardaba silencio.

—¡No me confiaría a unos espadachines para matar a mi amante, si me abandonara!— después había reído; pero su mano convulsa hacía añicos una bombonera de oro milagrosamente esculpida.


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24 págs. / 42 minutos / 222 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Cúpula de los Inválidos

Honoré de Balzac


Cuento


Un hermoso día del mes de junio, entre las cuatro y las cinco, salí de la celda de la calle du Bac donde mi honorable y estudioso amigo, el barón de Werther, me había ofrecido el almuerzo más delicado del que se pueda hacer mención en los castos y sobrios anales de mi estómago; pues el estómago tiene su literatura, su memoria, su educación, su elocuencia; el estómago es un hombre dentro del hombre; y jamás experimenté de modo tan curioso la influencia ejercida por este órgano sobre mi economía mental.

Después de habernos obsequiado amablemente con vinos del Rin y de Hungría, había terminado la comida de amigos haciendo que nos sirvieran vino de Champaña. Hasta aquel momento, su hospitalidad podría considerarse normal, de no ser por su charla de artista, sus relatos fantásticos y, sobre todo, de no ser por nosotros, sus amigos, todos personas de entusiasmo, corazón y pasión.

Hacia el final del almuerzo, nos encontramos todos presas de una dulce melancolía y sumergidos en una absorción bastante lógica en personas que han comido bien. Percatándose de ello, el barón, el excelente crítico, el erudito alemán que, pese a su baronía, lleva la admirable y poética vida de los monjes del siglo XVI en su celda abacial; nuestro monje —digo—, remató su obra de gastrolatría con una auténtica salida de monje.


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4 págs. / 8 minutos / 381 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Grande de España

Honoré de Balzac


Cuento


En el momento de la expedición emprendida en 1823—4 por el rey Luis XVIII para salvar a Fernando VII del régimen constitucional, yo me encontraba por casualidad en Tours, camino de España. La víspera de mi marcha, fui al baile en casa de una de las mujeres más amables de esta ciudad en la que, como es sabido, se divertían más que en ninguna otra capital de provincia; y poco antes del souper, pues se soupe aún en Tours, me uní a un grupo de tertulianos en medio del cual, un señor que me resultaba desconocido, contaba una aventura.

El orador, llegado muy tarde al baile, había cenado, según creo, en casa del recaudador general. Al entrar se había incorporado a una mesa de écarté; luego, tras haber pasado varias veces, para alegría de sus contrincantes cuyo equipo perdía, se había levantado, vencido por un subteniente de carabineros; y, para consolarse, había participado en una conversación sobre España, tema habitual de mil disertaciones.

Durante el relato, examiné con un interés involuntario el rostro y la persona del narrador. Era uno de esos seres de mil rostros que se parecen a tantos tipos que el observador queda indeciso, y no sabe si tiene que incluirlos entre las personas de genio modestas o entre los intrigantes subalternos. En primer lugar, estaba condecorado con la cinta roja; pero ese símbolo demasiado prodigado, ya no prejuzga nada a favor de nadie; tenía una chaqueta verde, y a mí no me gustan las chaquetas verdes en un baile, cuando la moda aconseja a todo el mundo llevar traje negro; además llevaba pequeñas hebillas metálicas en los zapatos, en lugar de lazos de seda; su pantalón era de un casimir horriblemente desgastado, y su corbata estaba mal puesta; en definitiva, vi que no le daba demasiada importancia al atuendo ¡podía ser un artista!


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12 págs. / 21 minutos / 228 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Grandeza y Decadencia de César Birotteau

Honoré de Balzac


Novela


HISTORIA DE LA GRANDEZA Y DE LA DECADENCIA DE CÉSAR BIROTTEAU COMERCIANTE PERFUMISTA TENIENTE DE ALCALDE DEL SEGUNDO DISTRITO DE PARÍS CABALLERO DE LA LEGIÓN DE HONOR, ETC.

CÉSAR EN SU APOGEO

Durante las noches de invierno, el ajetreo no cesa más que por un instante en la calle de Saint—Honoré; en seguida, los carros de los hortelanos que van hacia el Mercado Central continúan el ruido que venían haciendo los coches que volvían de los espectáculos o de los bailes. A la mitad de ese calderón que se encuentra en la gran sinfonía del movimiento parisiense, hacia la una de la madrugada, la esposa del señor César Birotteau, comerciante perfumista establecido cerca de la plaza Vendóme, se despertó sobresaltada por un terrible sueño. La perfumista se había visto doble; se había aparecido a sí misma vestida con harapos, haciendo girar, con una mano seca y arrugada, el picaporte de su propio comercio, encontrándose así a la vez en el quicio de la puerta y en su silla tras el mostrador; se pedía limosna a sí misma y oía su propia voz en la puerta y en su puesto de vendedora. Quiso agarrarse a su marido, pero su mano sólo encontró un lugar frío. Se hizo entonces tan intenso su miedo que ni siquiera pudo mover el cuello: lo tenía como petrificado; se le cerró la garganta y le faltó la voz. Quedó clavada en la cama, muy abiertos los ojos y fija la mirada, con una sensación de dolor en sus erizados cabellos, los oídos llenos de ruidos extraños, el corazón encogido, pero palpitante y, en fin, bañada de sudor y helada, en medio de un dormitorio cuya puerta estaba abierta de par en par.


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336 págs. / 9 horas, 49 minutos / 50 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

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