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Esplendores y Miserias de las Cortesanas

Honoré de Balzac


Novela


Cómo aman las prostitutas

El año 1824, en el último baile de la Ópera, algunas máscaras quedaron admiradas de la belleza de un joven que se paseaba por los corredores y por el salón de descanso en esa actitud propia del que busca a una mujer a quien, circunstancias imprevistas, retienen en el baile. El secreto de aquel paso, ora presuroso, ora indolente, sólo es conocido por algunas ancianas y por unos cuantos callejeros eminentes. En aquella inmensa sala de citas, la multitud observa poco a la multitud, los intereses son apasionados y hasta la ociosidad parece preocupada. El joven petimetre estaba tan ensimismado en su inquieta busca, que no notaba su éxito: no veía, y no oía siquiera las exclamaciones burlonamente admirativas de ciertas máscaras, los asombros serios, los mordaces chistes y las palabras dulces que le dirigían. Aunque su belleza lo clasificase entre el número de personajes excepcionales que van al baile de la Ópera a buscar una aventura, y que la esperan cual se esperaba un premio en la ruleta cuando Frascati vivía, parecía estar seguro de su fortuna. Nuestro joven iba a ser el héroe de uno de esos misterios de tres personajes que componen todo el baile de máscaras de la Ópera, y que son conocidos solamente por los que desempeñan algún papel; porque, para las damas que van allí a fin de poder decir: Yo he visto; para los provincianos, para los jóvenes inexpertos, para los extranjeros, la Ópera suele ser la mansión del cansancio y del aburrimiento. Para éstos, aquella multitud negra, lenta, agitada, que va, viene, serpentea, da vueltas, sube, baja y sólo puede ser comparada a un hormiguero, es tan incomprensible como la Bolsa para un aldeano que ignora la existencia del papel del Estado. Salvo raras excepciones, en París los hombres no se disfrazan: un hombre con dominó parece ridículo. En esto brilla el genio de la nación.


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586 págs. / 17 horas, 6 minutos / 558 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Mujer de Treinta Años

Honoré de Balzac


Novela


Dedicado a Louis Boulanger, pintor.

I. Primeras faltas

A principios del mes de abril del año 1813 hubo un domingo cuya mañana prometía uno de aquellos hermosos días en los que los parisienses ven por primera vez en el año sus pavimentos libres de barro y su cielo sin nubes. Antes del mediodía, un cabriolé desembocaba en la calle de Rivoli por la de Castiglione y se detuvo detrás de varios carruajes estacionados junto a la verja recién abierta en medio de la terraza de los Feuillants. El conductor de aquel rápido vehículo era un hombre de aspecto enfermizo y preocupado; unos cabellos entrecanos cubrían apenas su cráneo amarillento y lo envejecían prematuramente; echó las riendas al lacayo que, montado a caballo, seguía a su cabriolé, y apeóse para tomar en brazos a una joven cuya elegancia y hermosura llamó la atención de los desocupados que paseaban en aquellos momentos por la terraza. La joven se dejó coger complaciente por el talle cuando estuvo de pie al borde del vehículo, y rodeó con sus brazos el cuello de su guía, el cual la depositó encima de la acera sin haber arrugado la guarnición de su vestido de reps verde. Un amante no habría desplegado tantos cuidados. El desconocido debía ser el padre de aquella niña, la cual, sin darle las gracias, lo cogió familiarmente del brazo y lo llevó bruscamente hacia el jardín. El anciano padre observó las miradas asombradas de algunos jóvenes, y la tristeza impresa en su semblante borróse por un instante. Aunque hiciera tiempo que hubiera llegado a la edad en que los hombres deben contentarse con las engañosas alegrías que confiere la vanidad, esbozó una sonrisa.

—Se imaginan que eres mi mujer —dijo al oído de la joven, irguiéndose y caminando con una lentitud que para ella resultaba desesperante.


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216 págs. / 6 horas, 19 minutos / 1.057 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Muchacha de los Ojos de Oro

Honoré de Balzac


Novela corta


A Eugène Delacroix, pintor

I. Fisonomías parisinas

Uno de los espectáculos que más espanto puede causar es, sin duda alguna, el aspecto general del vecindario parisino, gente feísima de ver y de color quebrada, gente amarilla y curtida. ¿No es acaso París un campo amplísimo que trastorna continuamente una tempestad de intereses bajo la que gira el torbellino de una cosecha de hombres que la muerte siega con mayor frecuencia que en otros lugares y vuelven a nacer en idéntica estrechez, hombres cuyos rostros enrevesados y tortuosos rezuman por todos los poros el alma, los deseos, los venenos que preñan sus cerebros, no ya rostros, sino máscaras, máscaras de flaqueza, máscaras de fuerza, máscaras de miseria, máscaras de alegría, máscaras de hipocresía, todas ellas exhaustas, todas ellas impregnadas de las marcas indelebles de una anhelante avidez? ¿Qué ansían? ¿Oro o placer?


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89 págs. / 2 horas, 36 minutos / 231 visitas.

Publicado el 15 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Obra Maestra Desconocida

Honoré de Balzac


Cuento


I. GILLETTE

A finales del año 1612, en una fría mañana de diciembre, un joven, pobremente vestido, paseaba ante la puerta de una casa situada en la Rue des Grands—Augustins, en París. Tras haber caminado harto tiempo por esta calle, con la indecisión de un enamorado que no osa presentarse ante su primera amante, por más accesible que ella sea, acabó por franquear el umbral de aquella puerta y preguntó si el maestro Françoise Porbus estaba en casa. Ante la respuesta afirmativa que le dio una vieja ocupada en barrer el vestíbulo, el joven subió lentamente los peldaños, deteniéndose en cada escalón, cual un cortesano inexperto, inquieto por el recibimiento que el rey va a dispensarle. Al llegar al final de la escalera de caracol, permaneció un momento en el rellano, perplejo ante el aldabón grotesco que ornaba la puerta del taller donde, sin lugar a duda, trabajaba el pintor de Enrique IV que María de Médicis había abandonado por Rubens. El joven experimentaba esa profunda sensación que ha debido de hacer vibrar el corazón de los grandes artistas cuando, en el apogeo de su juventud y de su amor por el arte, se han acercado a un hombre genial o a alguna obra maestra. Existe en todos los sentimientos humanos una flor primitiva, engendrada por un noble entusiasmo, que va marchitándose poco a poco hasta que la felicidad no es ya sino un recuerdo, y la gloria una mentira. Entre estas frágiles emociones, nada se parece más al amor que la joven pasión de un artista que inicia el delicioso suplicio de su destino de gloria y de infortunio; pasión llena de audacia y de timidez, de creencias vagas y de desalientos concretos. Quien, ligero de bolsa, de genio naciente, no haya palpitado con vehemencia al presentarse ante un maestro siempre carecerá de una cuerda en el corazón, de un toque indefinible en el pincel, de sentimiento en la obra, de verdadera expresión poética.


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30 págs. / 52 minutos / 136 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Lirio del Valle

Honoré de Balzac


Novela


A LA SEÑORA CONDESA NATALIA DE MANERVILLE

«Cedo en tu deseo. El privilegio de la mujer que amamos más de lo que ella nos ama, es el de hacernos olvidar cada dos por tres las reglas del buen sentido. Por no ver formarse un pliegue en vuestra frente, para disipar la enfurruñada expresión de vuestros labios, entristecidos ante la menor negativa, franqueamos milagrosamente las distancias, damos nuestra sangre, comprometemos nuestro porvenir. Hoy quieres mi pasado, helo aquí. Únicamente sábelo bien, Natalia: al obedecerte, he debido pisotear renuencias invioladas. ¿Mas por qué sospechar de los súbitos y prolongados ensueños que se apoderan de mí a veces en plena felicidad? ¿No podrías tú jugar con los contrastes de mi carácter sin preguntar sus causas? ¿Por qué tu cólera de mujer amada, ante un silencio? ¿Posees en tu corazón secretos que, para ser absueltos, tienen necesidad de los míos? En fin, tú lo has adivinado, Natalia, y tal vez sea mejor que lo sepas todo: sí, mi vida está dominada por un fantasma, que se dibuja vagamente a la menor palabra que lo provoca y que a menudo se agita sobre mí. Tengo imponentes secretos en el fondo de mi alma, como esos productos marinos que se divisan en tiempo sereno y despejado y que las olas de la tempestad arrojan despedazados a la arena. Aunque la elaboración que necesitan las ideas para ser expresadas haya contenido estas antiguas emociones, que tanto mal me causan cuando se despiertan demasiado repentinamente, si en esta confesión hubiesen fragmentos que te hieran, acuérdate que eres tú quien me ha amenazado si no te obedecía; no me castigues, pues por haberlo hecho quisiera que mi confidencia redoblase tu cariño. Hasta la noche.

FÉLIX.»


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318 págs. / 9 horas, 17 minutos / 224 visitas.

Publicado el 30 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Luna de Miel

Honoré de Balzac


Novela


Primera parte: Los adúlteros bajo la roca

I. De los viajes en sus relaciones con el matrimonio

En la semana siguiente, tras la misa nupcial que según el uso de algunas familias del faubourg Saint-Germain se celebró a las siete en Santo Tomás de Aquino, Calixto y Sabina montaron en un bonito coche de viaje, en medio de los abrazos, felicitaciones y lágrimas de una veintena de personas agrupadas bajo la marquesina de la mansión de los Grandlieu. Las felicitaciones provenían de los cuatro testigos y demás hombres; las lágrimas se veían en los ojos de la duquesa de Grandlieu y de su hija Clotilde, que temblaban agitadas por un mismo pensamiento.

—¡Allá va, lanzada a la vida! Pobre Sabina, que está a merced de un hombre que no se ha casado completamente a gusto.

El matrimonio no se compone únicamente de placeres tan fugitivos en ese estado como en cualquier otro, sino que implica la conformidad de humores, simpatías físicas y concordancia de caracteres que hacen de esta necesidad social un eterno problema. Las muchachas solteras, lo mismo que las madres, conocen los términos y los peligros de esta lotería; esta es la razón de que las mujeres lloren cuando asisten a una boda, mientras que los hombres sonríen; los hombres creen que no aventuran nada; las mujeres saben bastante bien lo que arriesgan.

En otro coche, que precedía al de los novios, iba la baronesa Du Guénic, a quien la duquesa se acercó a decirle:

—Usted es madre, aunque no haya tenido más que un solo hijo; ¡procure reemplazarme cerca de mi querida Sabina!


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121 págs. / 3 horas, 32 minutos / 105 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

El Elixir de Larga Vida

Honoré de Balzac


Cuento


En un suntuoso palacio de Ferrara agasajaba don Juan Belvídero una noche de invierno a un príncipe de la casa de Este. En aquella época, una fiesta era un maravilloso espectáculo de riquezas reales de que sólo un gran señor podía disponer. Sentadas en torno a una mesa iluminada con velas perfumadas conversaban suavemente siete alegres mujeres, en medio de obras de arte, cuyos blancos mármoles destacaban en las paredes de estuco rojo y contrastaban con las ricas alfombras de Turquía. Vestidas de satén, resplandecientes de oro y cargadas de piedras preciosas que brillaban menos que sus ojos, todas contaban pasiones enérgicas, pero tan diferentes unas de otras como lo eran sus bellezas. No diferían ni en las palabras ni en las ideas; el aire, una mirada; algún gesto, el tono, servían a sus palabras como comentarios libertinos, lascivos, melancólicos o burlones.

Una parecía decir:

—Mi belleza sabe reanimar el corazón helado de un hombre viejo.

Otra:

—Adoro estar recostada sobre los almohadones pensando con embriaguez en aquellos que me adoran.

Una tercera, debutante en aquel tipo de fiestas, parecía ruborizarse:

—En el fondo de mi corazón siento remordimientos —decía—. Soy católica, y temo al infierno. Pero te amo tanto ¡tanto! que podría sacrificarte la eternidad.

La cuarta, apurando una copa de vino de Quío, exclamaba:

—¡Viva la alegría! Con cada aurora tomo una nueva existencia. Olvidada del pasado, ebria aún del encuentro de la víspera, agoto todas las noches una vida de felicidad, una vida llena de amor.

La mujer sentada junto a Belvídero lo miraba con los ojos llameantes. Guardaba silencio.

—¡No me confiaría a unos espadachines para matar a mi amante, si me abandonara!— después había reído; pero su mano convulsa hacía añicos una bombonera de oro milagrosamente esculpida.


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24 págs. / 42 minutos / 221 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Cúpula de los Inválidos

Honoré de Balzac


Cuento


Un hermoso día del mes de junio, entre las cuatro y las cinco, salí de la celda de la calle du Bac donde mi honorable y estudioso amigo, el barón de Werther, me había ofrecido el almuerzo más delicado del que se pueda hacer mención en los castos y sobrios anales de mi estómago; pues el estómago tiene su literatura, su memoria, su educación, su elocuencia; el estómago es un hombre dentro del hombre; y jamás experimenté de modo tan curioso la influencia ejercida por este órgano sobre mi economía mental.

Después de habernos obsequiado amablemente con vinos del Rin y de Hungría, había terminado la comida de amigos haciendo que nos sirvieran vino de Champaña. Hasta aquel momento, su hospitalidad podría considerarse normal, de no ser por su charla de artista, sus relatos fantásticos y, sobre todo, de no ser por nosotros, sus amigos, todos personas de entusiasmo, corazón y pasión.

Hacia el final del almuerzo, nos encontramos todos presas de una dulce melancolía y sumergidos en una absorción bastante lógica en personas que han comido bien. Percatándose de ello, el barón, el excelente crítico, el erudito alemán que, pese a su baronía, lleva la admirable y poética vida de los monjes del siglo XVI en su celda abacial; nuestro monje —digo—, remató su obra de gastrolatría con una auténtica salida de monje.


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4 págs. / 8 minutos / 373 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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