Textos más populares este mes de Honoré de Balzac no disponibles | pág. 2

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autor: Honoré de Balzac textos no disponibles


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El Grande de España

Honoré de Balzac


Cuento


En el momento de la expedición emprendida en 1823—4 por el rey Luis XVIII para salvar a Fernando VII del régimen constitucional, yo me encontraba por casualidad en Tours, camino de España. La víspera de mi marcha, fui al baile en casa de una de las mujeres más amables de esta ciudad en la que, como es sabido, se divertían más que en ninguna otra capital de provincia; y poco antes del souper, pues se soupe aún en Tours, me uní a un grupo de tertulianos en medio del cual, un señor que me resultaba desconocido, contaba una aventura.

El orador, llegado muy tarde al baile, había cenado, según creo, en casa del recaudador general. Al entrar se había incorporado a una mesa de écarté; luego, tras haber pasado varias veces, para alegría de sus contrincantes cuyo equipo perdía, se había levantado, vencido por un subteniente de carabineros; y, para consolarse, había participado en una conversación sobre España, tema habitual de mil disertaciones.

Durante el relato, examiné con un interés involuntario el rostro y la persona del narrador. Era uno de esos seres de mil rostros que se parecen a tantos tipos que el observador queda indeciso, y no sabe si tiene que incluirlos entre las personas de genio modestas o entre los intrigantes subalternos. En primer lugar, estaba condecorado con la cinta roja; pero ese símbolo demasiado prodigado, ya no prejuzga nada a favor de nadie; tenía una chaqueta verde, y a mí no me gustan las chaquetas verdes en un baile, cuando la moda aconseja a todo el mundo llevar traje negro; además llevaba pequeñas hebillas metálicas en los zapatos, en lugar de lazos de seda; su pantalón era de un casimir horriblemente desgastado, y su corbata estaba mal puesta; en definitiva, vi que no le daba demasiada importancia al atuendo ¡podía ser un artista!


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12 págs. / 21 minutos / 217 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Prima Bela

Honoré de Balzac


Novela


A D. Miguel Ángel Cajetani
Príncipe de Téamo

No es al príncipe romano, ni al heredero de la ilustre casa de Cajetani, que ha suministrado Papas a la Cristiandad, a quien dedico este pequeño fragmento de una larga historia, sino al sabio comentarista del Dante.

Usted me ha hecho descubrir la maravillosa armazón de ideas sobre la que el más grande de los poetas italianos ha construido su poema, el único que los modernos pueden oponer al de Homero. Antes de oír a usted, la Divina Comedia parecíame un inmenso enigma, cuya solución nadie había encontrado, y menos que nadie los comentaristas. Comprender de ese modo a Dante es ser tan grande como él; bien que todas las grandezas le son a usted familiares.


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484 págs. / 14 horas, 8 minutos / 64 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Grandeza y Decadencia de César Birotteau

Honoré de Balzac


Novela


HISTORIA DE LA GRANDEZA Y DE LA DECADENCIA DE CÉSAR BIROTTEAU COMERCIANTE PERFUMISTA TENIENTE DE ALCALDE DEL SEGUNDO DISTRITO DE PARÍS CABALLERO DE LA LEGIÓN DE HONOR, ETC.

CÉSAR EN SU APOGEO

Durante las noches de invierno, el ajetreo no cesa más que por un instante en la calle de Saint—Honoré; en seguida, los carros de los hortelanos que van hacia el Mercado Central continúan el ruido que venían haciendo los coches que volvían de los espectáculos o de los bailes. A la mitad de ese calderón que se encuentra en la gran sinfonía del movimiento parisiense, hacia la una de la madrugada, la esposa del señor César Birotteau, comerciante perfumista establecido cerca de la plaza Vendóme, se despertó sobresaltada por un terrible sueño. La perfumista se había visto doble; se había aparecido a sí misma vestida con harapos, haciendo girar, con una mano seca y arrugada, el picaporte de su propio comercio, encontrándose así a la vez en el quicio de la puerta y en su silla tras el mostrador; se pedía limosna a sí misma y oía su propia voz en la puerta y en su puesto de vendedora. Quiso agarrarse a su marido, pero su mano sólo encontró un lugar frío. Se hizo entonces tan intenso su miedo que ni siquiera pudo mover el cuello: lo tenía como petrificado; se le cerró la garganta y le faltó la voz. Quedó clavada en la cama, muy abiertos los ojos y fija la mirada, con una sensación de dolor en sus erizados cabellos, los oídos llenos de ruidos extraños, el corazón encogido, pero palpitante y, en fin, bañada de sudor y helada, en medio de un dormitorio cuya puerta estaba abierta de par en par.


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336 págs. / 9 horas, 49 minutos / 50 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Paz del Hogar

Honoré de Balzac


Cuento


Dedicada a mi querida sobrina
Valentina Surville

La aventura narrada en esta historia tuvo lugar hacia el año de 1809, en aquella época en que el fugaz imperio de Napoleón llegaba al brillante apogeo de su gloria. Los clarines de la gran victoria de Wagran resonaban aun en el corazón de la monarquía austríaca. Habíase firmado un tratado de paz entre Francia y los Aliados. Semejantes á astros que verifican sus revoluciones, reyes y príncipes se agruparon en torno de Napoleón, quien se complacía en uncir la Europa á su carro, como una especie de ensayo del magnífico poder que desplegó más tarde en Dresde.

Á guiarnos por el dicho de los contemporáneos, París no presenció nunca fiestas más hermosas que las que precedieron y siguieron al matrimonio de Napoleón con la archiduquesa de Austria. Ni aun en los días más brillantes de la monarquía acudieron tantos reyes y príncipes á las orillas del Sena, ni jamás la aristocracia francesa gozó de mayores riquezas ni esplendidez. Los diamantes desparramados con profusión sobre los atavíos, y los bordados de oro y plata de los uniformes formaban tan singular contraste con la sencillez republicana, que parecía como si las riquezas del mundo entero se hubiesen amontonado en los salones de París. Una embriaguez general se había apoderado de este efímero imperio. Los militares, sin excluir al mismo Emperador, gozaban como advenedizos los tesoros conquistados con la sangre de un millón de soldados adornados con la sencilla charretera de lana, y cuyas exigencias se habían satisfecho hasta entonces con algunas pocas varas de cinta encarnada. La mayor parte de las mujeres señalaban ya en esta época aquel bienestar de costumbres y aquel relajamiento moral que caracterizaron el reinado de Luis XV.


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41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 157 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Primo Pons

Honoré de Balzac


Novela


I. Una gloriosa ruina del Imperio

Hacia las tres de la tarde de un día del mes de octubre de 1844, un hombre de unos sesenta años, pero a quien todo el mundo hubiese creído mayor, andaba por el bulevar de los Italianos, con la cabeza gacha, los labios sumidos, como un negociante que acaba de hacer un excelente negocio, o como un joven contento de sí mismo saliendo del gabinete de una dama. Ésta es en París la máxima expresión conocida de la satisfacción personal en un hombre. Al divisar de lejos al anciano, las personas que van allí todos los días a sentarse en las sillas, entregadas al placer de analizar a los paseantes, dejaban todas que en su rostro se pintara esta sonrisa tan propia de la gente de París, y que dice tantas cosas irónicas, burlonas o compasivas, pero que para animar la faz de un parisiense, hastiado de todos los espectáculos posibles, exige grandes curiosidades vivientes.

Una frase bastará para comprender el valor arqueológico de aquel infeliz, y la razón de la sonrisa que se repetía como un eco en todos los ojos. Una vez preguntaron a Hyacinthe, un actor célebre por sus ocurrencias, de dónde sacaba aquellos sombreros que hacían desternillar de risa al público. «No los saco de ninguna parte, los guardo», respondió. Pues bien, entre el millón de actores que componen la gran compañía de París, hay Hyacinthes que ignoran que lo son, y que conservan en su atuendo todas las antiguallas del pasado, y que se os aparecen como la personificación de toda una época para provocar vuestra hilaridad cuando os paseáis rumiando algún amargo sinsabor causado por la traición de un ex amigo.


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361 págs. / 10 horas, 32 minutos / 234 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Cura de Aldea

Honoré de Balzac


Novela


I. Verónica

Dentro de la zona baja de Limoges, en la esquina de la calle de la Vieille-Poste y la calle de la Cité, había, hace treinta años, una de esas tiendas en las cuales parece que nada haya cambiado desde la Edad Media. Unas grandes losas rotas en mil sitios y encajadas sobre un suelo húmedo a trechos, habrían hecho caer a cualquiera que no se hubiese fijado en los hoyos y los resaltos de ese singular enlosado. No obstante la capa de polvo de las paredes, se veía un curioso mosaico de madera y de ladrillos, de piedra y de hierro, ensamblados con una solidez debida al tiempo, o quizá al azar. Desde hacía más de cien años, el techo, sostenido por grandes vigas, se doblaba, sin romperse, a causa del peso de los pisos superiores. Hechos de mampostería, esos pisos tenían por el lado exterior una capa de pizarra con dibujos geométricos y conservaba una imagen fidedigna de las viejas construcciones burguesas. Ninguna de las ventanas con marco de madera, en otro tiempo adornadas con esculturas y hoy destruidas por las inclemencias atmosféricas, conservaba su línea primitiva; unas se curvaban, otras eran convexas y algunas estaban desencajadas, y todas tenían una costra de tierra en las grietas que fueron abriendo las lluvias y en las que durante la primavera crecían algunas florecillas, una que otra tímida planta trepadora y mucha hierba. El musgo forraba los techos y los antepechos. El pilar de la esquina, aunque era de manipostería compuesta, o sea, una mezcla de piedras, ladrillos y guijarros, ponía, debido a su curvatura, los pelos de punta a cualquiera que lo mirase; parecía que de un momento a otro cedería bajo el peso del edificio, cuya pared delantera tenía una inclinación de más de un palmo. De ahí que las autoridades municipales decidieron derribar esa casa, después de compraría, con el propósito de darle más anchura a la calle.


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288 págs. / 8 horas, 25 minutos / 179 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Piel de Chagrén

Honoré de Balzac


Novela


AL SEÑOR SAVARY,
MIEMBRO DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS

I. El talisman

En los últimos días del mes de octubre del año 1829 un joven entró en el Palais-Royal en el momento en que las casas de juego se abrían, conforme a la ley que protege una pasión esencialmente imponible. Sin titubear demasiado subió la escalera del garito señalado con el número 36.

—Su sombrero, señor, si me permite —le chilló con voz seca y gruñona un pequeño y pálido viejecillo encogido en la sombra, protegido por un biombo y que se levantó de golpe enseñando un rostro molellado en un tipo innoble.

Cuando usted entra en una casa de juego la ley empieza por quitarle el sombrero. ¿Será una parábola evangélica y providencial? ¿No es más bien una manera de concertar un pacto infernal con usted al exigirle no se sabe qué garantía? ¿Será, acaso, para obligarle a mantener una respetuosa conducta ante los que le van a ganar su dinero? ¿Es la policía que se agazapa en todas las alcantarillas sociales quien quiere saber el nombre de su sombrero, o su propio nombre en el caso de que lo lleve escrito en el forro? ¿O es, quizá, para tomar la medida de su cráneo y tener una instructiva estadística respecto a la capacidad cerebral de los jugadores? Sobre este punto la administración guarda un completo silencio. Pero, sépalo usted bien, apenas habrá dado un paso hacia el tapete verde que su sombrero no le pertenece ya más de lo que usted se pertenece a sí mismo. Están en juego usted, su fortuna, su forro, su bastón y su abrigo. Cuando usted salga, el Juego le demostrará, por un atroz epigrama en acción, que aún le deja algo devolviéndole sus objetos. Y si, por lo que sea, sale con un aspecto nuevo, aprenderá a costa de usted mismo que tiene que ponerse un traje de jugador.


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285 págs. / 8 horas, 18 minutos / 55 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Búsqueda del Absoluto

Honoré de Balzac


Novela


A
LA SEÑORA JOSEFINA DELANNOY,
NACIDA DOUMERC

Señora: Dios quiera que esta obra tenga una vida más larga que la mía. El agradecimiento que os profeso y que, así lo espero, igualará a vuestro afecto casi maternal por mí, subsistiría, entonces, más allá del término señalado a nuestros sentimientos. Ese sublime privilegio de extender así por la vida de nuestras obras la existencia del corazón bastaría, si no hubiese una certidumbre a este respecto, para consolarle de todas las penas que les cuesta a aquéllos cuya ambición es conquistarlo. Así, pues, repetiré: Dios lo quiera.

Balzac.

Les Jardies, junio de 1839.

I. La Casa Claes

Existe en Douai, en la calle de París, una casa cuyo aspecto, disposiciones interiores y detalles, han conservado, más que cualquier otra vivienda, el carácter de las antiguas construcciones flamencas, tan ingenuamente apropiadas a las patriarcales costumbres de ese buen país; pero, antes de describirla, quizá sea preciso establecer, en interés de los escritores, la necesidad de esos aderezos didácticos contra los cuales protestan ciertas personas ignorantes y audaces que quisieran emociones sin sufrir sus principios generadores, la flor sin la semilla, la criatura sin la gestación. ¿Sería, pues, el arte considerado como más vigoroso que la naturaleza?


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216 págs. / 6 horas, 18 minutos / 552 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Úrsula Mirouet

Honoré de Balzac


Novela


A la señorita Sofía Surville

Es un verdadero placer, sobrina querida, el dedicarte un libro cuyo tema y detalles han recibido la aprobación, tan difícil de obtener, de una joven que aún desconoce el mundo, que no transige con ninguno de los nobles principios de una santa educación. Vosotras, las jóvenes, constituís un público temible; porque no se os deja leer más que los libros que son puros como vuestra alma, y se os prohíben ciertas lecturas, de la misma manera que se os impide ver la sociedad tal como es. ¿No es, entonces, un motivo de orgullo para un autor el hecho de haber agradado? ¡Quiera Dios que no te haya engañado el afecto que me profesas! ¿Quién nos lo dirá? El porvenir, que tú lograrás ver, pero que quizá ya no verá

Tu tío,
BALZAC.

I. Los herederos alarmados

Al entrar en Nemours por el lado de París, se pasa por el canal del Loings, cuyos ribazos forman a la vez muros campestres y pintorescos paseos que adornan aquella linda ciudad. Desde el año 1830, por desgracia, se han construido varias casas del lado de acá del puente. Si sigue aumentando esta especie de arrabal, la ciudad perderá su graciosa originalidad. Pero, en 1829, estando expéditos los márgenes de la carretera, el jefe de posta, hombre alto y gordo, de unos sesenta años de edad, sentado en el punto culminante de aquel puente, podía, cuando el día era claro, abarcar perfectamente aquello que en términos de su oficio recibe el nombre de cinta de cola.


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278 págs. / 8 horas, 7 minutos / 193 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

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