El Tonel de Amontillado
Horacio Quiroga
Cuento
Poe dice que, habiendo soportado del mejor modo posible las mil injusticias de Fortunato, juró vengarse cuando éste llegó al terreno de los insultos. Y nos cuenta cómo en una noche de carnaval le emparedó vivo, a pesar del ruido que hacía Fortunato con sus cascabeles.
Frente al gran espejo de vidrio, fijo en la pared, Fortunato me hablaba de su aventura anterior —el traje aún polvoreado de cales— preguntándome si quería verle reír. La verdad de aquella identificación tan exacta con el noble Fortunato me divertía extraordinariamente, tanto como sus cascabeles, algo apagados, es verdad, por el largo enmohecimiento.
Las parejas que cruzaban bailando no nos conocían: es decir, conocían a Fortunato, pero éste fingía tan bien las risas de Fortunato y, además, estaba tan alegre, que nuestra estación frente al espejo de vidrio fue completamente inadvertida. Y del brazo, recordándome sus anteriores injusticias, pasamos al bufet, donde bebimos sin medida.
—Esto es champaña —me decía Fortunato—; reaviva las ofensas.
¡Pobre Fortunato!
—Esto es oporto. Para darle aroma lo tienen largos años encerrado en las cuevas.
Grandemente me divertían las disertaciones de Fortunato. Fortunato estaba borracho.
—Esto es vino de España. Le atribuyen la virtud de apresurar las venganzas.
¡La venganza, la venganza! le apoyaba yo a grandes gritos. Estas extravagancias de Fortunato, tan características en él, me eran muy conocidas.
—Vamos —me dijo. Y descendiendo juntos la escalera, a pesar del trabajo que me motivaba su pesadez, llegamos a la cueva. En el fondo había un barril de vino y Fortunato gritó—: ¡Amontillado, amontillado! Fue de este modo.
Y cogiendo una vieja pala de albañil —las cadenas fijas en la pared— me miró tan tristemente, que, para no soltar la risa, fingí tener miedo.
Dominio público
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Publicado el 22 de enero de 2024 por Edu Robsy.