Manuel Lozada, el Tigre de Alica
Ireneo Paz Flores
Novela
I. Indios Garroteros
—¡Atención, muchachos! —dijo el que hacía de jefe de la gavilla a los ocho hombres que le rodeaban, sentados sobre la yerba a la orilla del río de Santiago—. Allí viene ya Pascual y parece que trae algo para nosotros.
Todos miraron en la dirección que el que había hablado les indicaba, viendo efectivamente aparecer sobre la colina un grupo de seis hombres conduciendo en el centro de ellos a otro decentemente vestido, mientras que uno de los mismos bandoleros traía de la brida su caballo, del que lo habían hecho desmontarse, según la costumbre.
Cuando este último grupo llegó adonde estaba el primero, todos se levantaron, y el que hacía de jefe se adelantó a examinar al prisionero.
Después que lo hubo contemplado un poco, dijo con aire despreciativo:
—Lo que es éste no nos ha de traer gran cosa.
—No traigo nada, en efecto —contestó el preso—, pues sólo venía con el fin de hablar al jefe de estos hombres, como lo he manifestado a los que me salieron en el camino.
—Sí —dijo Pascual—, luego que nos vio, se dirigió a nosotros, y dijo: «Vengo a hacer un trato con el jefe de ustedes, ¿dónde puedo encontrarlo?». Nosotros le dijimos que aquí, pues que al cabo si trae intenciones, podemos matarlo.
—¿Y dinero? ¿Y alhajas? —preguntó el jefecillo.
—No traje nada, ignorando en qué manos caería, y viniendo expresamente a hablar con el jefe de la partida para proponerle un negocio.
El indito, jefe de los ladrones, se quedó mirando otra vez fijamente a su interlocutor, y luego le dijo:
—¿Un negocio? Dígamelo pues.
—Desearía que nadie pudiera oírnos.
El capitán, que era muy desconfiado, hizo que se le registrara escrupulosamente por si tenía oculta alguna arma, empuñó por su parte una daga y le dijo:
—Véngase para acá.
Dominio público
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Publicado el 6 de abril de 2018 por Edu Robsy.