La Escalera
Isidoro Fernández Flórez
Cuento
—¿Sabes quién ha vuelto de París?—me preguntó ayer un amigo.
—¡Qué he de saber, hombre! Vamos, dime quién.
—¡Marianito Lucientes!
Y ahora voy á contar á ustedes por qué se había marchado á París Marianito.
Hace cuatro años, y á eso de las once de la noche, me dirigía yo hacia mi casa, por la calle Mayor, cuando, de pronto, sentí un golpe violento en la espalda. Me volví, sorprendido y furioso, y ví que el golpe me lo había dado un caballero que llevaba una escalera en el hombro. Un caballero, si, señores, y esto era lo sorprendente.
El siguió, sin decirme una palabra, con paso rápido, con ademán descompuesto, y hasta me pareció que hablando á media voz consigo mismo.
Me quedé atónito; acababa de conocer en el caballero de la escalera á mi amigó Lucientes; un joven distinguido, letrado, empleado en el ministerio de Hacienda, con sus puntas y ribetes de poeta y músico.
—No puede ser él—me dije.—Si es él—añadí,—es que se ha vuelto loco.
Y eché tras él, hacia los Consejos, gritando:
—¡Eh, Marianito!
Pero Marianito no volvió la cabeza.
Era una noche de Febrero, clara, pero muy fría; la calle estaba desierta.
—¡Está loco! No es posible dudarlo. ¡Una persona decente por la calle, con una escalera, ni más ni menos que un cartelero! ¿Qué misterio es este?
Pero Marianito no corría, volaba. Verdad es que la escalera era muy delgada y corta.
Marianito llegó al final de la calle Mayor, y, en vez de torcer hacia Palacio, como yo me figuraba, entró en el Viaducto.
Una idea terrible atravesó mi cerebro. Acababan de alzar la verja del puente, con objeto de que los desesperados de la vida no pudieran arrojarse de un salto, como estaba de moda.
En efecto; Mariano entró en el puente, y, antes de llegar al centro, aplicó la escalera á la barandilla, subió un tramo...
Dominio público
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Publicado el 30 de agosto de 2022 por Edu Robsy.