El Beso
Isidoro Fernández Flórez
Cuento
La última murmuración, mejor dicho, la murmuración más reciente en los círculos de la buena sociedad:
—Carlos Albares es joven de veintitrés años, es moreno, es distinguido, viste con elegancia, tiene ángel.
No vive en Madrid; vive en Toledo con su tía la marquesa.
Ha venido á la corte con un encargo delicado; trae las joyas antiguas de su familia, en las cuales hay que hacer algunas composturas; debe entenderse con el joyero, y de paso debe enseñarlas á la viuda de Martínez Rivera, coleccionadora de este género de antigüedades, estrella de la corte, belleza soberana, reputación acrisoladísima de virtud, noble entendimiento, toda prestigios... y algo parienta suya. No la conoce.
Pero la conocerá dentro de un instante. Porque se encuentra, con el bastón y el sombrero en posición correcta, esperándola.
La espera en un gabinete lleno de preciosidades. Pero, aunque él es artista hasta la médula de los huesos, aunque sólo vive por el arte y para el arte, nada mira. Está inquieto; presiente algo extraordinario.
El ligero roce de un vestido sobre la alfombra le anuncia la llegada de la viuda.
Entra una mujer de treinta años, alta, rubia, de aspecto noble y bondadoso; dama angusta. El infinito azul está en sus ojos, y sus cabellos alborotados la forman aureola. Un vestido de raso negro, un pañuelo de antigua blonda, blanco, prendido al pecho... y nada más.
Carlos se vuelve; la ve... ¡Y si ella no acude pronto con sus manos á las suyas, la gótica cajita de marfil donde vienen las joyas, cae y se hace pedazos!
La verdad es que siempre que aparece la viuda, impone; pero á Carlos debe imponerle más todavía.
Dominio público
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Publicado el 30 de agosto de 2022 por Edu Robsy.