La Nochebuena de Periquín
Isidoro Fernández Flórez
Cuento
Dedicado á Isabelita Roma Ratazzi.
I
En aquella noche de velada universal, el placer se ocultaba, como el ascua entre la ceniza, detrás de las paredes: en el fondo de los palacios y de los chiribitiles; bien cerradas las puertas, mejor cerradas aún las ventanas. Ni sonar de panderos, ni redoblar de tambores, ni chirriar de chicharras.
¡Aquel siempre glorioso aniversario del Nacimiento del Hijo de Dios fué todo nieve, silencio y soledad en las calles!
¡Veinticuatro de Diciembre! En esta noche de redención tiene derecho á compartir nuestra cena y á calentarse al fuego de nuestro hogar el mendigo más miserable.
Sin esta costumbre de la piedad cristiana... ¿qué hubiera sido de Periquín?
¡Periquín! Seguid esas huellas que dos pequeños pies descalzos han dejado sobre la nieve, y le encontraréis.
Si, es Periquín: el lazarillo de Roque el ciego, un rapaz de ocho años; endeble, enfermizo, de rubio, abundante y enmarañado cabello. Parece un esqueleto que se revuelve entre harapos.
Pero no creáis que Periquín es uno de esos granujas que viven y crecen abandonados en las calles, con el sello de la abyección en la frente, desde su más tierna edad predestinados para el vicio y el crimen. Es pobre, es solo y está desamparado; pero en sus grandes ojos azules, hechos á llorar desde el nacer, llenos de miedo hacia los hombres y las cosas del mundo, transparentase la serenidad de un alma toda dolor y toda inocencia.
¿Por qué Periquín se encuentra en la calle y no en la buhardilla de Roque? O ¿por qué Roque no está, como de costumbre, al lado de Periquín?
Dominio público
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Publicado el 30 de agosto de 2022 por Edu Robsy.