Textos por orden alfabético de Iván Turguéniev

Mostrando 1 a 10 de 22 textos encontrados.


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autor: Iván Turguéniev


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Aguas Primaverales

Iván Turguéniev


Novela


A eso de la una de la madrugada regresó a su gabinete de trabajo, despidió al criado que había encendido las velas. Y sentándose en una butaca junto al fuego, cubrióse el rostro con ambas manos.

Nunca había sentido tal desfallecimiento físico y moral. Había pasado la velada con amables damas e inteligentes caballeros. Muchas de aquellas damas eran bonitas; la mayor parte de los caballeros distinguíanse por el talento y el ingenio; él mismo se había mostrado en la conversación interlocutor agradable y hasta brillante... y a pesar de todo eso, nunca se había encontrado tan irresistiblemente acometido y opreso por aquel taedium vitae de que hablaban ya los antiguos romanos.

Si hubiese sido más joven, hubiera llorado de fastidio, de angustia y de enervamiento; un amargor corrosivo y urente, como el del ajenjo, llenaba su alma entera; cierto no sé qué denso, helado, tétrico, le envolvía por todas partes como una oscura noche, y no sabía cómo desembarazarse de esa oscuridad, de ese amargor. Era inútil recurrir al sueño, presentía que el sueño no iba a venir en su auxilio.

Insensiblemente se sumió en largas y lentas reflexiones, deshilvanadas y tristes.


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156 págs. / 4 horas, 33 minutos / 266 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Asia

Iván Turguéniev


Novela corta


I

Tenía yo entonces veinticinco años —empezó N. N.—, así que, como ven, se trata de una historia muy antigua. Acababa de alcanzar una posición independiente y había partido para el extranjero, no con intención de «completar mi educación», como se decía en aquella época, sino simplemente porque tenía ganas de recorrer esos mundos de Dios. Gozaba de buena salud, era joven, de ánimo alegre, no me faltaba el dinero, las preocupaciones aún no habían tenido tiempo de visitarme, vivía libre de agobios, hacía cuanto se me antojaba; en una palabra, florecía. Por aquel entonces no se me pasaba por la cabeza que el hombre no es una planta y que no puede florecer mucho tiempo. Lajuventud se alimenta de dorados alfajores y se figura que es el pan de cada día; pero llega un tiempo en que hasta el pan le falta. Pero no merece la pena que hablemos de esa cuestión.


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57 págs. / 1 hora, 40 minutos / 469 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Birouk

Iván Turguéniev


Cuento


Regresaba de cazar, solo, en drochka. Para llegar a mi casa faltaban aún ocho verstas. Mi buena yegua recorría con paso igual y rápido el camino polvoriento, aguzaba las orejas y de vez en cuando soltaba un relincho en seguida sofocado.

Mi perro nos seguía a medio paso de las ruedas traseras. En el aire se olía la tormenta.

Lentamente, frente a mí, se levantaba una nube violácea, por encima del bosque; vapores grises corrían a mi encuentro, las hojas de los sauces se removían susurrantes.

El calor, hasta entonces sofocante, dejó paso a una frescura húmeda, penetrante.

Espoleé a la yegua, descendí al barranco, atravesé el lecho desecado, cubierto de espinos, y al cabo de algunos minutos me interné en el bosque.

El camino serpenteaba entre masas de nogales y avellanos; reinaba profunda oscuridad, y yo avanzaba al azar.

Mi pequeño vehículo chocaba contra las raíces nudosas de tilos y encinas centenarias, o bien se hundía en las huellas dejadas por otros carros.

La yegua empezó a sentir miedo.

Un viento impetuoso vino a penetrar en el bosque, ruidosamente, y sobre las hojas caían gruesas gotas de agua. Un relámpago cruzó el firmamento y le siguió el estampido de un trueno.

La lluvia se convirtió en un verdadero torrente, que me obligó a reducir la marcha; mi yegua se embarraba; yo no veía a dos pasos de mí.

Me guarecí en el follaje.

Acurrucado, tapada la cara, me armé de paciencia para aguardar el fin de la tormenta.

Al resplandor de un relámpago, distinguí a un hombre en el camino. Venía hacia donde yo me hallaba.

—¿Quién eres? —me preguntó con voz atronadora.

—¿Y tú?

—Soy el guardabosque.

Y cuando me hube identificado:

—¡Ah!, ya sé, ibas a tu casa —dijo.

—¿Oyes la tormenta?

—Es tremenda —respondió la voz.


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6 págs. / 10 minutos / 107 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Diario de un Hombre Superfluo

Iván Turguéniev


Novela corta


Aldea de Ovéchaia Vodá, 20 de marzo de 18...

El médico acaba de marcharse. ¡Por fin he conseguido sacar algo en limpio! Por más que ha intentado echar mano de sus triquiñuelas, a lo último ha tenido que confesarme la verdad. Sí, moriré pronto, muy pronto. Los ríos se deshelarán, y yo me iré probablemente con las últimas nieves... ¿Adónde? ¡Dios sabrá! También al mar. ¡Qué le vamos a hacer! Si hay que morir, mejor que sea en primavera. Pero ¿no resulta ridículo iniciar un diario acaso dos semanas antes de morir? ¿Y qué hay de malo en ello? ¿Es que catorce días representan menos que catorce años, que catorce siglos? Frente a la eternidad, todo es vanidad, como suele decirse. Sin duda, pero en ese caos la misma eternidad es vanidad. Podría pensarse que me entrego al pensamiento abstracto: una mala señal. ¿No será que me acobardo? Será mejor que cuente algo. Fuera el ambiente es húmedo, sopla el viento. Me han prohibido salir. ¿Y qué voy a contar? Un hombre bien educado no debe hablar de sus propios achaques. Y escribir una novela no es algo que esté a mi alcance. Discurrir sobre temas elevados está por encima de mis fuerzas; en cuanto a la descripción de las cosas que me rodean, ni siquiera a mí mismo llega a interesarme. Pero no hacer nada me aburre, y me da pereza leer. ¡Ah! Voy a contarme a mí mismo mi propia vida. ¡Excelente idea! Cuando uno está con un pie en la tumba, no cabe mejor ocupación, tanto más cuanto que no ofende a nadie. Empecemos.


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66 págs. / 1 hora, 55 minutos / 424 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Dos Amigos

Iván Turguéniev


Novela corta


En la primavera de 184... Borís Andreich Viazovnín, un joven de unos veintiséis años, llegó a su casa natal, en una de las provincias de la parte central de Rusia. Acababa de solicitar la excedencia, «por razones de índole personal», y tenía intención de ocuparse de la administración de la hacienda. Una decisión acertada, sin duda, pero que Borís Andreich había tomado, como sucede en la mayor parte de los casos, en contra de su voluntad. Sus ingresos iban disminuyendo de año en año, al tiempo que las deudas crecían. Al final acabó convenciéndose de la imposibilidad de seguir sirviendo en la administración y residiendo en la capital; en suma, de vivir como había vivido hasta entonces, y resolvió, haciendo de tripas corazón, consagrar varios años a poner en orden esos asuntos «de índole personal» en virtud de los cuales se veía de pronto en ese rincón perdido en medio del campo.


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71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 243 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2017 por Edu Robsy.

El Bosque y la Estepa

Iván Turguéniev


Cuento


Tal vez haya fatigado al lector con mis relatos de cacería. Que se tranquilice ahora; he señalado el término de estas páginas. Solamente le pido autorización para añadir algunas observaciones cinegéticas.

La caza con escopeta está llena de atractivos por sí misma, für sich, como solía decirse cuando estaba de moda la filosofía de Hegel. Si el cielo no nos ha hecho cazadores, no por eso dejaremos de ser amigos de la naturaleza. Por lo tanto, es algo que podemos envidiar a los discípulos de San Huberto. ¿O acaso no llegan a comprenderme?

¿Conocen los goces que se experimenta cuando se parte para una cacería al romper el alba de un hermoso día primaveral?

Están en la escalinata; el color del cielo es todavía un gris sombrío, brillan aún algunas estrellas, corre un viento suave, como una ligera onda; perduran los murmullos discretos y confusos de la noche, están los árboles envueltos en una especie de velo. En el carro se coloca la alfombrita, el tarro de té, el samovar.

Los caballos se estremecen, piafando; una pareja de gansos, apenas despiertos, atraviesan silenciosamente el camino. Detrás de una cerca, el guardián ronca tranquilamente. En la atmósfera fresca no hay un solo sonido que no se incruste nítidamente y quede como grabado.

Se instalan en el vehículo, los caballos arrancan a un tiempo, se pasa frente a la iglesia, se baja la pendiente, luego se dobla a la derecha, junto al dique: el estanque está cubierto de neblinas blancuzcas; sienten frío, se alzan el cuello del abrigo. Los caballos atraviesan con gran ruido los charcos de agua, mientras el cochero silba en el pescante.


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4 págs. / 8 minutos / 94 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Monje

Iván Turguéniev


Cuento


Conocí a un monje anacoreta, santo. Vivía con la sola dulzura de la plegaria y, embebido de esta, estuvo parado tanto tiempo sobre el suelo frío de la iglesia, que sus piernas, por debajo de las rodillas, se le hincharon y pusieron parecidas a columnas. Él no las sentía, se paraba y rezaba.

Yo lo entendía; yo, acaso, lo envidiaba, pero que él también me entienda y no me condene a mí; a mí, que no accedo a sus alegrías.

Él consiguió eliminarse a sí mismo, a su odiado yo; pero es que yo también no rezo no por amor propio.

Mi yo, acaso, me es aún más pesaroso y repulsivo que su él a él.

Él encontró en qué olvidarse de sí mismo… pero es que yo también encuentro, aunque no de modo tan constante.

Él no miente… pero es que yo también no miento.


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1 pág. / 1 minuto / 120 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

En Vísperas

Iván Turguéniev


Novela


I

En uno de los días más calurosos del verano de 1853, a la sombra de un alto tilo a orillas del río Moskvá, no lejos de Kúntsovo, dos jóvenes estaban tumbados sobre la hierba. El primero aparentaba unos veintitrés años; era alto, muy moreno, tenía la nariz afilada y un poco torcida, la frente alta y unos labios anchos en los que se dibujaba una sonrisa discreta. Tumbado boca arriba, miraba pensativamente a lo lejos, entornando ligeramente sus pequeños ojos grises; el segundo, boca abajo, con su cabeza de pelo rubio y rizado apoyada en ambas manos, miraba también a lo lejos. Era tres años mayor que su compañero, pero parecía mucho más joven; apenas le había salido el bigote y en la barbilla se le arremolinaba una suave pelusilla. Había cierta gracia infantil, cierta elegancia atractiva en los rasgos menudos de su rostro fresco y redondo, en sus ojos dulces y castaños, en sus labios bonitos y protuberantes, en sus manos blancas. Todo en él desprendía la feliz alegría de la salud y de la juventud: la despreocupación, confianza en uno mismo, el capricho y encanto propios de la juventud. Movía los ojos, sonreía y apoyaba la cabeza como los niños que saben que se les está mirando con embeleso. Llevaba un abrigo ancho y blanco parecido a una blusa; un pañuelo azul celeste envolvía su cuello fino y un sombrero arrugado de paja descansaba junto a él sobre la hierba.


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182 págs. / 5 horas, 19 minutos / 199 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Humo

Iván Turguéniev


Novela


1

El 10 de agosto de 1862, a las cuatro de la tarde, y ante el famoso salón de conversación de Baden-Baden, había extraordinaria concurrencia. El tiempo era delicioso: los árboles verdes, las blancas casas de la coqueta ciudad, las montañas que la coronan, todo respiraba un aire de fiesta y brillaba bajo los rayos del sol esplendente; todo sonreía, y un reflejo de esa sonrisa indecisa y encantadora vagaba sobre los rostros, viejos y jóvenes, feos y agradables. Las caras pintadas y pálidas de las loretas parisienses no llegaban a destruir esa impresión de alegría general; las cintas llamativas, las plumas, el oro y el acero, cuyos destellos aparecían sobre los sombreros y los velos, evocaban el animado brillo y el leve estremecimiento de flores primaverales y de alas jaspeadas; pero las notas disonantes de la jerga francesa que hablaban aquellas mujeres no tenía nada de común con el canto de los pájaros.


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186 págs. / 5 horas, 25 minutos / 258 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

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