Por el Hombre que Está en la Pista
Jack London
Cuento
—¡Échalo de una vez!
—Óyeme, Kid. Esto va a resultar demasiado fuerte. La mezcla del whisky y el alcohol ya es bastante explosiva. Y si además le añades coñac, pimienta y…
—¡Te digo que lo eches! ¿No soy yo el autor de este ponche? ¡Pues obedece!
Dicho esto, Malemute Kid sonrió bondadosamente en la atmósfera saturada de vapores y añadió:
—Cuando lleves tanto tiempo como yo en este país, hijito, y hayas tenido que seguir los rastros de los conejos, y que comer tripas de salmón para no morirte de hambre, sabrás que la Navidad sólo se celebra una vez al año, y que una Navidad sin ponche es algo tan triste como abrir un pozo en la roca viva sin encontrar un filón que recompense el duro trabajo.
—Haz lo que te dicen —intervino Big Jim Belden, que había llegado de Mazy May, su propiedad ya denunciada, para pasar con Malemute Kid las Navidades.
Todos sabían que Big se había alimentado de carne de alce durante los dos últimos meses.
—¿Te acuerdas —preguntó— del ponche que preparamos en el Tanana?
—¡Claro que me acuerdo! No se pueden imaginar, muchachos, la pítima que cogieron los tananas. Total, por un simple fermento de azúcar y levadura. Esto fue antes de que tú vinieses —continuó Malemute Kid, dirigiéndose a Stanley Prince, un joven que llevaba dos años en el país y era experto en cuestiones mineras—. En aquel entonces aún no había mujeres blancas en la región, y Mason quería casarse. El padre de Ruth, jefe de los tananas, se oponía a la boda, como los restantes miembros de la tribu… ¿Que era fuerte el brebaje? Pues le eché la última libra de azúcar que me quedaba; es de lo mejorcito que he hecho en mi vida… Fue cosa de ver la persecución río abajo y por los trechos en que había que pasar las canoas a hombros.
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11 págs. / 20 minutos / 60 visitas.
Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.