Textos más populares esta semana de Jack London

Mostrando 1 a 10 de 47 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Jack London


12345

Un Buen Bistec

Jack London


Cuento


Tom King rebañó el plato con el último trozo de pan para recoger la última partícula de gachas, y masticó aquel bocado final lentamente y con semblante pensativo. Cuando se levantó de la mesa, le embargaba una inconfundible sensación de hambre. Él era el único que había cenado. Los dos niños estaban acostados en la habitación contigua. Los habían llevado a la cama antes que otros días para que el sueño no les dejara pensar en que se habían ido a dormir sin probar bocado.

La esposa de Tom King no había cenado tampoco. Se había sentado frente a él y lo observaba en silencio, con mirada solícita. Era una mujer de clase humilde, flaca y agotada por el trabajo, pero cuyas facciones conservaban restos de una antigua belleza. La vecina del piso de enfrente le había prestado la harina para las gachas. Los dos medio peniques que le quedaban los había invertido en pan.

Tom King se sentó junto a la ventana, en una silla desvencijada que crujió al recibir su peso. Con un movimiento maquinal, se llevó la pipa a la boca e introdujo la mano en el bolsillo de la chaqueta. Al no encontrar tabaco, se dio cuenta de su distracción y, lanzando un gruñido de contrariedad, se guardó la pipa. Sus movimientos eran lentos y premiosos, como si el extraordinario volumen de sus músculos le abrumara. Era un hombre macizo, de rostro impasible y aspecto nada simpático. Llevaba un traje viejo y lleno de arrugas, y sus destrozados zapatos eran demasiado endebles para soportar el peso de las gruesas suelas que les había puesto él mismo hacía ya bastante tiempo. Su camisa de algodón (un modelo de no más de dos chelines) tenía el cuello deshilachado y unas manchas de pintura que no se quitaban con nada.


Información texto

Protegido por copyright
26 págs. / 45 minutos / 91 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Una invasión sin precedente

Jack London


Jack London 1910. Narración profética sobre las guerras del siglo XXI



F i c c i o n e s
    
UNA INVASIÓN SIN PRECEDENTE
Jack London (1910)



Fue en el año 1976 cuando la contienda entre el mundo y China alcanzó su apogeo, y éste fue el motivo por el que se retrasó la celebración del segundo centenario de la libertad americana. Otros muchos planes concebidos por las naciones de la tierra fueran reformados, revueltos o aplazados por idéntica razón.

El mundo se despertó de pronto ante el peligro que corría, pero desde hacía más de setenta años los acontecimientos tendían hacia esta crisis.

El año 1904 marca lógicamente el principio de un desarrollo que setenta años más tarde debía hundir al mundo entero en la consternación. En este año tuvo lugar la guerra ruso-japonesa, y los historiadores de la época anunciaron gravemente que aquel conflicto marcaba la entrada de Japón en la familia de las grandes naciones.

Las naciones occidentales habían intentado en vano estimular a China, pero con su natural optimismo y el egoísmo de raza habían llegado a la conclusión de que la tarea era imposible.

La verdadera causa de su fracaso, fue que entre ellas y China no existía ningún vínculo psicológico. Sus maneras de pensar eran radicalmente diferentes y no tenían un vocabulario común. El espíritu occidental no penetraba sino superficialmente en el espíritu chino y se perdía rápidamente en un laberinto sin salida. El espíritu chino quería sondear el espíritu occidental y chocaba siempre contra un muro infranqueable. No existía ningún medio de comunicar las ideas de Occidente a la mentalidad china. Y China seguía durmiendo. Los éxitos y progresos materiales del Oeste seguían siendo para ella letra muerta, y el Occidente no podía comprender tampoco la letra y el espíritu chinos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
16 págs. / 28 minutos / 823 visitas.

Publicado el 3 de febrero de 2020 por Pedro Moreno.

Colmillo Blanco

Jack London


Novela


PRIMERA PARTE: LO SALVAJE

I. La pista de la carne

A un lado y a otro del helado cauce se erguía un oscuro bosque de abetos de ceñudo aspecto. Hacía poco que el viento había despojado a los árboles de la capa de hielo que los cubría y, en medio de la escasa claridad, que se iba debilitando por momentos, parecían inclinarse unos hacia otros, negros y siniestros. Reinaba un profundo silencio en toda la vasta extensión de aquella tierra. Era la desolación misma, sin vida, sin movimiento, tan solitaria y fría que ni siquiera bastaría decir, para describirla, que su esencia era la tristeza. En ella había sus asomos de risa; pero de una risa más terrible que todas las tristezas…, una risa sin alegría, como el sonreír de una esfinge, tan fría como el hielo y con algo de la severa dureza de lo infalible. Era la magistral e inefable sabiduría de la eternidad riéndose de lo fútil de la vida y del esfuerzo que supone. Era el bárbaro y salvaje desierto, aquel desierto de corazón helado, propio de los países del norte.


Información texto

Protegido por copyright
251 págs. / 7 horas, 20 minutos / 582 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Gente del Abismo

Jack London


Crónica, Periodismo, Investigación


PREFACIO

Lo que relato en este volumen me sucedió en el verano de 1902. Descendí al submundo londinense con una actitud mental semejante a la de un explorador. Estaba predispuesto a dejarme convencer por mis propios ojos más que por las enseñanzas de aquellos que nada habían visto, o por las palabras de los que fueron y vieron antes que yo. Es más, adopté un criterio sencillo para medir la vida de aquel submundo. Aquello que estuviera por la vida, por la salud física y espiritual, era bueno; lo que estuviese en contra, hiriera, disminuyera o pervirtiera la vida, era malo.

El lector comprenderá enseguida que mucho de lo que vi era malo. Sin embargo, no debe olvidarse que la época sobre la que escribo era considerada en Inglaterra como de «buenos tiempos». El hambre y la falta de techo que encontré constituían una situación de miseria crónica que no se superaba ni siquiera en los períodos de mayor prosperidad.

Un duro invierno siguió a aquel verano. Los parados, en gran número, organizaban manifestaciones, a veces hasta doce al mismo tiempo, y marchaban por las calles de Londres pidiendo pan. Mr. Justin McCarthy, en su artículo en The Independent de Nueva York, en enero de 1903, resume la situación así:

«Los albergues ya no disponen de espacio donde amontonar a las multitudes hambrientas que durante el día y la noche llaman a sus puertas pidiendo alimento y cobijo. Todas las instituciones caritativas han agotado su capacidad de conseguir alimentos para los hambrientos que llegan desde los sótanos y buhardillas, de las callejuelas y callejones de Londres. Los locales del Ejército de Salvación en varios lugares de Londres se ven asediados todas las noches por hordas de parados hambrientos a los que no se puede proporcionar sustento ni albergue.»


Información texto

Protegido por copyright
195 págs. / 5 horas, 41 minutos / 229 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Crucero del Dazzler

Jack London


Novela


I. HERMANO Y HERMANA

Cruzaron corriendo la arena luminosa, dejando tras ellos el Pacífico con el estrépito atronador de la resaca; al llegar a la calzada montaron en las bicicletas y, con extraordinaria rapidez se hundieron en las verdes avenidas del parque. Eran tres, tres muchachos, vistiendo jerseys de vivos colores, y se deslizaban por el andén de las bicicletas a una velocidad tan peligrosamente cercana a la máxima, como suelen hacerlo todos los chicos que visten jerseys de brillantes colores. Y hasta es posible que excediesen la velocidad máxima. Así al menos lo creyó un policía montado del parque; pero no estando seguro se contentó con amonestarles cuando pasaron por su lado como una exhalación. Instantáneamente se dieron por enterados del aviso, pero a la vuelta siguiente ya lo habían olvidado con igual rapidez, lo cual también es costumbre de los muchachos que usan jerseys de vivos colores.

Salieron disparados del Parque de la Puerta de Oro, tomaron la dirección de San Francisco y emprendieron el descenso de las colinas, tan desenfrenadamente, que los peatones se volvían a mirarles con inquietud. Los brillantes jerseys volaban por las calles de la ciudad, daban rodeos rehuyendo el subir por las colinas más empinadas y, cuando esto era inevitable, se detenían un instante para ver quién llegaba antes a la cumbre.

Sus compañeros llamaban Joe al muchacho que, con más frecuencia, abría la marcha, dirigía las carreras o iniciaba las paradas. Se trataba de «seguir al guía», y él, el más alegre y audaz de todos, les guiaba. Pero cuando pasaron por la Western Addition, entre las lujosas y espléndidas residencias su risa se tornó menos ruidosa y frecuente, y sin darse cuenta se fue rezagando hasta quedarse el último. En el cruce de las calles Laguna y Vallejo sus compañeros torcieron a la derecha.


Información texto

Protegido por copyright
109 págs. / 3 horas, 10 minutos / 185 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Una Lejana Destilería

Jack London


Cuento


La verdad de Thomas Stevens puede haber sido tan indeterminada como la X, y su imaginación, la de la mayoría de los hombres, elevada a la enésima potencia; pero preciso es reconocer que jamás se ha encontrado una mentira en ninguna de sus palabras o acciones… Él puede haber jugado con las probabilidades y orillado el último extremo de la posibilidad, pero la trama de sus relatos siempre ha estado bien organizada. Que él conocía el norte como un libro, nadie puede negarlo. Que había viajado mucho y puesto sus pies en infinidad de sendas desconocidas, lo demuestran muchas pruebas. Aparte de lo que yo personalmente he averiguado, conozco a hombres que le han visto en todos los lugares, pero principalmente en los confines de Ninguna Parte. Allí estaba Johnson, el exagente de la Hudson Bay Company, que le había albergado en su factoría del Labrador hasta que sus perros hubieron descansado un poco y él estuvo en condiciones de continuar el viaje. Estaba Mac-Mahon, el agente de la Alaska Commercial Company, que le había encontrado en Dutch Harbour y, más tarde, entre las islas más lejanas del grupo de las Aleutianas. Era indiscutible que había guiado una de las primeras exploraciones de los Estados Unidos; y la historia asegura positivamente que, en condiciones parecidas, sirvió a la Western Union cuando intentó llevar hasta Europa el telégrafo de Alaska a Siberia. Más adelante fue Joe Lamson, el capitán de la ballenera, sitiado por el hielo en las bocas del Mackenzie, quien le había visto llegar a bordo en busca de tabaco.


Información texto

Protegido por copyright
21 págs. / 37 minutos / 83 visitas.

Publicado el 8 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Casa de Mapuhi

Jack London


Cuento


No obstante la pesada torpeza de sus líneas, el Aorai maniobró fácilmente en la brisa ligera, y su capitán lo condujo hacia adelante antes de virar apenas fuera del oleaje. El atolón de Hikueru —un círculo de fina arena de coral de un centenar de metros de ancho, con una circunferencia de veinte millas— se extendía bajo el agua, y emergía entre un metro y un metro y medio del límite de la alta marea. En el lecho de la inmensa laguna cristalina existía abundancia de ostras perlíferas, y desde el puente de la goleta, a través del ligero anillo del atolón, podía verse trabajar a los buzos. Pero la laguna no tenía acceso, ni siquiera para una goleta mercante. Con brisa favorable, los cúters podían penetrar a través del canal tortuoso y poco profundo, pero las goletas anclaban fuera y enviaban sus chalupas adentro.


Información texto

Protegido por copyright
28 págs. / 49 minutos / 1.141 visitas.

Publicado el 8 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Un Bistec

Jack London


Cuento


Con el último trozo de pan, Tom King limpió la última partícula de salsa de harina de su plato y masticó el bocado resultante de manera lenta y meditabunda. Cuando se levantó de la mesa, lo oprimía el pensamiento de estar particularmente hambriento. Sin embargo, era el único que había comido. Los dos niños en el cuarto contiguo habían sido enviados temprano a la cama para que, durante el sueño, olvidaran que estaban sin cenar. Su esposa no había comido nada, y permanecía sentada en silencio, mirándolo con ojos solícitos. Era una mujer de la clase obrera, delgada y envejecida, aunque los signos de una antigua belleza no estaban ausentes de su rostro. La harina para la salsa la había pedido prestada al vecino del otro lado del hall. Los dos últimos peniques se habían usado en la compra del pan.

Tom King se sentó junto a la ventana en una silla desvencijada que protestaba bajo su peso, y mecánicamente se puso la pipa en la boca y hurgó en el bolsillo lateral de su chaqueta. La ausencia de tabaco lo volvió consciente de su gesto y, frunciendo el ceño por el olvido, se guardó la pipa. Sus movimientos eran lentos, casi rituales, como si lo agobiara el peso de sus músculos. Era un hombre de cuerpo sólido, de aspecto impasible y no especialmente atractivo. La tosca ropa estaba vieja y gastada. La parte superior de los zapatos era demasiado débil para las pesadas suelas que, a su vez, tampoco eran nuevas. Y la barata camisa de algodón, comprada por dos chelines, tenía el cuello raído y manchas de pintura indelebles.


Información texto

Protegido por copyright
23 págs. / 41 minutos / 428 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Las Muertes Concéntricas

Jack London


Cuento


Wade Atsheler ha muerto... ha muerto por mano propia. Decir que esto era inesperado para el reducido grupo de sus amigos, no sería la verdad; sin embargo, ni una vez siquiera, nosotros, sus íntimos, llegamos a concebir esa idea.

Antes de la perpetración del hecho, su posibilidad estaba muy lejos de nuestros pensamientos; pero cuando supimos su muerte, nos pareció que la entendíamos y que hacía tiempo la esperábamos. Esto, por análisis retrospectivo, era explicable por su gran inquietud. Escribo "gran inquietud" deliberadamente.

Joven, buen mozo, con la posición asegurada por ser la mano derecha de Eben Hale, el magnate de los tranvías, no podía quejarse de los favores de la suerte. Sin embargo, habíamos observado que su lisa frente iba cavándose enarrugas más y más hondas, como por una devoradora y creciente angustia. Habíamos visto en poco tiempo que su espeso cabello negro raleaba y se plateaba como la yerba bajo el sol de la sequía. ¿Quién de nosotros olvidaría las melancolías en que solía caer, en medio de las fiestas que, hacia el final de su vida, buscaba con más y más avidez? En tales momentos,cuando la diversión se expandía hasta desbordar, súbitamente, sin causa aparente, sus ojos perdían el brillo y se hundían, su frente y sus manos contraídas y su cara tornadiza, con espasmos de pena mental, denotaban una lucha a muerte con algún peligro desconocido.


Información texto

Protegido por copyright
12 págs. / 21 minutos / 418 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Una Nariz para el Rey

Jack London


Cuento


En los tranquilos orígenes de Corea, cuando este país merecía con toda justeza su antiguo nombre de «Chosen», vivía un político llamado Yi-Chin-Ho.

Seguro que ese hombre de talento no valía menos que el resto de los políticos del mundo. Pero Yi-Chin-Ho, a diferencia de sus hermanos de otras naciones, se consumía en prisión.

La cuestión no era que hubiese defraudado por descuido al erario público, sino que, por descuido, había defraudado demasiado. Los excesos son deplorables en todo, incluso en materia de exacciones. Y los excesos de Yi-Chin-Ho le habían conducido a ese mal trance.

Debía treinta mil yens al gobierno y esperaba en prisión la ejecución de su condena a muerte. Tal situación sólo tenía una ventaja: que podía reflexionar mucho. Después de pensarlo bien, llamó al carcelero.

—Tú, que eres un hombre de gran dignidad, tienes ante ti a un hombre completamente desgraciado —comenzó—. Sin embargo, todo se resolvería para mí tan sólo con que me dejaras salir una hora escasa esta noche. Y todo marcharía bien igualmente para ti, porque yo me preocuparía de que ascendieras con los años, hasta que llegases a ser nombrado director de todas las cárceles de Chosen.

—Pero, ¿qué es lo que te pasa? —preguntó el carcelero—. ¿Qué significa esa locura? ¡Dejarte salir una hora escasa! ¡A ti, que estás en espera de que te vengan a cortar el cuello! ¡Y te atreves a pedírmelo a mí, que tengo a mi cargo una madre de edad avanzada y muy respetable, sin mencionar a mi esposa y varios hijos de corta edad! ¡Que la peste se lleve a un pillo como tú!


Información texto

Protegido por copyright
5 págs. / 10 minutos / 392 visitas.

Publicado el 8 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

12345