Textos más antiguos de Javier de Viana disponibles publicados el 12 de octubre de 2022 | pág. 2

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autor: Javier de Viana textos disponibles fecha: 12-10-2022


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El Lazo

Javier de Viana


Cuento


Ocho tientos, nada más que ocho tientos...

¡Cuánta ciencia se requiere para elegir y preparar el cuero, cortar, emparejar y sobar a mordaza esos largos y delgados filamentos de piel, que el arte del trenzador convertirá luego en cable de acero.

El cuchillito “mangorrero” hace prodigios en la labor preliminar de afinar y emparejar. El trenzador es generalmente un gaucho de barbas tordillas, —tordillas blancas, como el pelo de los tordillos viejos,— pero el pulso es sereno y firme; para el gaucho de ley hay dos cosas que no tiemblan nunca por más llenas de años que lleven las maletas de la vida: el pulso y el corazón.

Preparados los tientos, entra a operar el artista, que, aparte de su habilidad, parece tener mucha fuerza en las muñecas y mucha saliva en la boca...

Una buena friega con hígados de novillo recién carneado, y ya está pronto el admirable instrumento campero, con el cual harán prodigios la destreza y el temerario arrojo de los centauros.

Esa obra prolija y sabia del viejo paisano va a ser factor importantísimo en la fundación de la industria nacional.

Substituyendo con frecuencia la brutalidad de las boleadoras, él capturará el potro que defiende su libertad en frenéticas carreras por las llanuras y por las serranías.

Y él cautivará al toro indómito que ha de convertirse, bajo el peso del yugo, con el arado o la carreta, en eficaz colaborador del hombre en aquella lucha titánica de la civilización del desierto.

Y con su ayuda las vacas montaraces serán domesticadas, convertidas en bondadosas lecheras.

Y, en casos dados, también servirá para pelear con las fieras, los yaguaretés y los pumas y los perros cimarrones, que sembraban el terror en el despoblado.

Y en el vado de un arroyo crecido, será maroma para jardineras y diligencias.


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Publicado el 12 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

El Mancarrón

Javier de Viana


Cuento


Un caballo que plantado sobre sus cuatro patas avejigadas, con las ranillas peludas, abrojientas las crines y la cola, lanudo el pelambre, estira el pescuezo, agacha la cabeza y ni se queja mientras la cincha cruel, de la que apenas quedan cinco o seis hilos, le oprime la panza abultada, dilatada por su habitual alimentación de pastos ruines, es solamente “un caballo”; es algo menos que un caballo, es un “mancarrón”.

Es feo, es desgarbado. No es, generalmente, viejo, sino envejecido.

Es fuerte todavía.

Aguanta todo un día cinchando leña en el monte y no se queja por que después de haberlo galopado a lo largo de veinte leguas, lo desensillen al anochecer y lo larguen al campo, bañado en sudor, para que sus pulmones desafíen el horror de las heladas invernales.

Es humilde, es dócil y ha dejado de presumir.

Cuando algún peoncito zaparrastroso, —de mucha melena y pata descalza,— lo hacía formar en la orilla del camino entre los espectadores de una “carrera grande”, él, con el pescuezo estirado y la cabeza gacha, ni tentaciones experimentaba de comparar la miseria del “apero” que le vestía, con los “herrajes” de plata y oro de sus vecinos, fletes de lujo cuando no “parejeros” a la expectativa de un lance.

Y cuando “soltaban” la carrera y los contendientes pasaban en frenético galope entre el estruendo de aplausos, de gritos, de incitaciones, —que les hacían redoblar energías, espoloneados por el orgullo del triunfo,— él, que en un tiempo fué parejero que en más de una ocasión experimentó esas sensaciones de arrogante desafío, de ansias de victoria, permanecía indiferente, agachadas las orejas, fijos los grandes ojos tristes en el suelo árido, pelado, que no ofrecía ni la amarillenta raíz de una sosa pastura a su estómago veterano en hambrunas.

Mancarrón...


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Publicado el 12 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

Los Yuyos

Javier de Viana


Cuento


En el momento de encerrar los terneros en el chiquero, uno de ellos, juguetón más que rebelde, obligaba al peón a perseguirlo por entre el yuyal del antiguo basurero. Flagelados sus desnudos pies por las espinas de cepacaballo y la cáustica pelusa de las ortigas, al volver al galpón lamentábase así: —“¡Malditos yuyos!... ¿Pa qué habrá criado Dios semejante sabandija?”— Y el anciano filósofo campesino, enseñó: —“Dios no ha criado cosa inútil. Culpa es de la desidia, de la incapacidad o del orgullo del hombre, que algunas lo dañen en vez de servirle. Yuyos fueron las más bellas plantas que el cultivo ha transformado en encanto de los jardines, en materia industrial y en defensor de nuestra salud. También es un yuyo cada niño, y continuará siendo un yuyo inútil y perjudicial, si el hombre no lo transforma por medio del cultivo intelectual y moral”...ps://twitter.com/IB3noticies/status/1580266026687639552?s=20&t=ViNIBVcNShimskv3pFrg-Ahttps://twitter.com/IB3noticies/status/1580266026687639552?s=20&t=ViNIBVcNShimskv3pFrg-A


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Publicado el 12 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

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