La Boba
Javier de Viana
Cuento
A Constancio C. Vigil.
De la estancia del "Vichadero" a la estancia del "Arroyito",
había apenas dos leguas de buen camino salvo una zanja barrancosa, la
empinada ladera de un cerro, un campo con tucu-tucus, un bañado de
morondanga y el paso feo del Sarandí. Como era en invierno y había
llovido con ganas, las barrancas del arroyuelo estaban resbaladizas,
suelto el pedregullo de la ladera; hinchado el estero y engordados con
barro los camalotes y los sarandises del paso feo del Sarandí; pero como
doña Ana Manuela sabía que esos obstáculos no eran tales para sus
cuatro tubianos "carretoneros", mandó atalajarlos y preparar el breack
para después de medio día, dispuesta a realizar un propósito postergado
durante un mes por causa de las inclemencias del tiempo, que había hecho
derroches de agua...
Y poco después del medio día rodaba el breack que arrastraban velozmente por el camino encharcado, los cuatro tubianos famosos de doña Ana Manuela.
Desde hacía cerca de un siglo, la estancia del "Vichadero" pertenecía a los Castro y la estancia del "Arroyito" a los Menchaca; y desde esa época, siempre los Menchaca eran padrinos de los hijos de los Castro y los Castro padrinos de los hijos de los Menchaca: uníalos una de esas amistades de una pieza,—igual que la bota de potro,—de las que sólo son capaces las almas brutas, primitivas, opacas, de los gauchos.
Eran dos familias donde nunca hubo tuyo y mío y que, negociando continuamente, jamás habían firmado un papel, garantía de convenio, de deuda o de préstamo: eran seres inferiores, rudimentarios, imperfectos: eran gauchos. Si alguien hubiese tenido la curiosidad de llevar un registro de los servicios que mutuamente se habían prestado, formaría volúmenes, pero entre esas gentes hacer un servicio no tiene mayor mérito ni merece recordación...
Dominio público
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Publicado el 29 de agosto de 2022 por Edu Robsy.