Por Cortar Campo
Javier de Viana
Cuento
—Cortando campo se acorta el camino—exclamó con violencia Sebastián.
Y Carlos, calmoso, respondió:
—No siempre; pa cortar campo hay que cortar alambraos...
—¡Bah!... ¡Son alambrao de ricos; poco les cuesta recomponerlos!
—Eso no es razón; el mesmo respeto merece la propiedá del pobre y del rico... Pero quería decirte que en ocasiones, por ahorrarse un par de leguas de trote, se espone uno a un viaje al pueblo y a varios meses de cárcel.
—¿Y di'ai?... ¡La cárcel se ha hecho pa los hombres!...
—Cuase siempre pa los hombres que no tienen o que han perdido la vergüenza.
—¿Es provocación?...
—No, es consejo.
—Los consejos son como las esponjas: mucho bulto, y al apretarlas no hay nada. Dispués que uno se ha deslomao de una rodada, los amigos, p'aliviarle el dolor, sin duda, encomienzan a zumbarle en los oídos: «¡No te lo había dicho: no se debe galopiar ande hay aujeros!»... «La culpa'e la disgracia la tenés vos mesmo, por imprudente»... Y d'esa laya y sin cambiar de tono, fastidiando los mosquitos...
—Hacé tu gusto en vida—contestó Carlos;—pero dispués no salgás escupiendo maldiciones a Dios y al diablo.
* * *
Hace un frío terrible y el cielo está más negro que hollín de cocina vieja.
De rato en rato, viborea en el horizonte, casi al ras de la tierra; un finísimo relámpago, y llega hasta las casas el eco sordo, apagado, de un trueno que reventó en lo remoto del cielo.
Las moles de los eucaliptus centenarios tienen, de tiempo en tiempo, como estremecimientos nerviosos, previendo la inminencia de una batalla formidable.
Las gallinas, inquietas, se estrujan, forcejeando por refugiarse en el interior del ombú.
Los perros, malhumorados, interrumpen frecuentemente su sueño, olfatean, ambulan y no encuentran sitio donde echarse a gusto...
Dominio público
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Publicado el 5 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.