En Nombre de Marta
Javier de Viana
Cuento
Caraciolo Villareal era un verdadero misterio que traía intrigado al pago.
¿A qué se debía aquella profunda taciturnidad, que nunca abandonaba a Caraciolo?...
Los que lo conocieron, diez años atrás, recordaban que era uno de los mozos más alegres del pago. Y como era muy rico, muy bueno, muy generoso, tenía tantos amigos como personas habitaban la comarca.
Sin embargo, de pronto, se aisló, dejó de concurrir a los bailes, a las yerras, a las carreras, a las pulperías, y aún dentro de su misma casa mostrábase inaccesible a las visitas.
De madrugada, daba sus órdenes al capataz, montaba a caballo y salía a vagar sin rumbo por el campo, no regresando, frecuentemente, hasta el obscurecer. Cenaba de prisa y se encerraba en su habitación.
Tras la muerte del padre, había quedado completamente solo en el inmenso caserón de la estancia.
Y cada vez su rostro era más sombrío, su voz más áspera, mayor su deseo de aislamiento.
¿Qué pasaba en el alma de aquel mozo? Riquísimo, dueño de inmensos dominios, Caraciolo era, a los treinta años, un hombre soberbio. Alto, fornido, con una hermosa estampa de criollo, de rostro varonil y bello, rodeado de prestigios personales por su valentía, su destreza campera y su bondad, ¿qué mal le atormentaba a sí?... ¿Enfermedad?... No; conservábase robusto, fuerte, lleno de energías.
¿Mal de amores?... Era la suposición general, pero nadie le conocía ninguna aventura amorosa.
Y era así, sin embargo.
Lindando con la Estancia de su padre estaba la Estancia del coronel Egidio Rojas, y ambas familias mantenían una amistad tradicional.
Caraciolo era hijo único; don Egidio sólo tenía una hija, Marta. La madre de Caraciolo y la madre de Marta, murieron con intervalo de pocos meses, cuando él tenía quince años y ella no había cumplido los diez. Criados juntos, un cariño infantil los unía.
Dominio público
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Publicado el 7 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.