Pata Blanca y Grandeeship
Javier de Viana
Cuento
A las siete, más o menos, todas las tardes Pata Blanca llegaba al Parque 3 de Febrero y se detenía siempre en el mismo sitio, junto a la baranda que limita el emparrado del restaurant. Cuando el patrón descendía del pescante del carricoche y cargando con las cestas de pan se internaba en el edificio, él, Pata Blanca, estiraba el pescuezo dedicándose a contemplar el gran árbol que se erguía enfrente. El patrón solía quedarse hasta cosa de una hora allá adentro, haciendo quien sabe qué, —emborrachándose tal vez;— pero esto no le interesaba a Pata Blanca, como no le interesaban los tangos tocados por la orquesta, dado que, para sus orejas refinadas, los tangos eran algo así como música en putrefacción, cebada ardida o maíz con pajarilla: serían buenos los tangos, también el cardo dicen que es bueno: pero sólo los burros lo comen. Unos bichos parecidos a hombres y otros bichos parecidos a mujeres, que entraban y salían, tampoco le interesaban. Su preocupación única era el árbol. Muchas veces tuvo tentaciones de hablarle, pensando que siendo él caballo criollo y ombú el árbol, quizá se entendieran. Sin embargo, esquivando decepciones, prefirió callar.
Dominio público
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Publicado el 5 de diciembre de 2022 por Edu Robsy.