Cosas de Negro
Javier de Viana
Cuento
A Juan C. Guerreño.
El demonio de la sequía mortificaba á la comarca. Cien y taños
días transcurridos sin llover, mientras el sol besaba cotidianamente la
tierra con sus labios de fuego, dejaron las sementeras pálidas,
lánguidas, mustias, exhaustas, sin potencia para germinar, idénticas á
mujeres consumidas y esterilizadas con la excesiva prolongación del
deliquio amoroso.
El hacendado opulento que veía pasar los días, consagrada la peonada a la ingrata labor del «cuereo», y que al recorrer el campo observaba el suelo amarillo, agrietado, loco de sed, sobre el cual erraban lentamente los vacunos flacos y tristes, apenábase, sin duda, porque aquella calamidad le absorbía todo el rendimiento del año, la ganancia esperada como justa recompensa del capital expuesto y del diario afanoso laborar.
Pero para el mísero chacarero, la perspectiva era más desconsoladora aún; su cosecha es su pan, el pan del año entero, el fruto obtenido á trueque de penas infinitas. La pérdida de la cosecha, era la miseria sonriéndole sarcásticamente desde aquel cielo azul, sin nubes, árido, inclemente.
¡No llovía!...
A veces nublábase el firmamento y las gentes salían al patio y observaban ansiosas, mudas, reteniendo la respiración «para no ahuyentar la tormenta». Hasta los perros se quedaban quietitos, sentados sobre las patas traseras, agitados los flancos, escarlata los ojos y media cuarta de lengua afuera.
Solían caer unas gotas de agua, á cuyo contacto la tierra dejaba encapar un vaho capitoso. Pero casi de seguida borrábase el aspecto caliginoso del cielo y tornaba el sol á vomitar fuego sobre las campiñas desesperadas.
Sólo las ovejas estaban contentas, comiendo raíces y sin importárseles un ardite de la ausencia del agua.
Dominio público
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Publicado el 20 de agosto de 2022 por Edu Robsy.