Pelea de Perros
Javier de Viana
Cuento
Era uno de esos días en que el cielo está bajito y tiene color de sucio y el aire está así como baboso en que todo pesa, en que todo fastidia, en que todo aburre. El sol estaba alto todavía, pero no alumbraba: era como un cigarro húmedo, que está encendido y sin embargo no tira.
Bajo la enervante acción atmosférica, don Patricio, que era el más bueno y el más plácido de los hombres, sentíase molesto, violento, casi irascible. Sentado junto a la puerta de la cocina, se le habían apagado tres tizones y todavía estaba largo el pucho. Además, las hebras blancas y rígidas de los espesos bigotes, revolucionados, tan pronto le cosquilleaban las narices, como se le introducían en la boca; y a cada manotón que daba, llamándolos al orden, se rebelaban con mayor impertinencia.
Pero, no obstante todo lo molesto y mortificado que se hallaba, don Patricio no dejó de advertir la expresión de abatimiento reflejada en el rostro de María, su nietita, quien, como de costumbre, le acarreaba, durante horas, el amargo. Concluyó por interrogarla:
—¿Qué tenés, Maruja?
—¿Yo?... ¡Nada!—respondió la chica; y rompió a llorar.
—¿Nada?... Nada, y se t'enllenan los ojos de agua?...
Y ella, sin poder contenerse por más tiempo, cayó de rodillas, abrazándose a las rodillas del viejo, y dijo con voz entrecortada por el llanto:
—¡Ah, tata viejo!... ¡Soy tan disgraciada!.... ¿Usté sabe que Mateo me... me quiere?...
—Eso ya lo sabía.
—Y que yo también lo quiero...
—Eso no lo sabía, pero lo malisiaba... ¿Y esa es la culpa de que estés triste y llorona?...
—¡La culpa es que tata no quiere saber de que me case con Mateo!...
—Es güen muchacho Mateo...
—Ya se lo dije a tata y él dijo que sí.
—Guapo pal trabajo.
—Asina le dije a tata, y él acetó...
—Muy arreglao, sin vicios...
Dominio público
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Publicado el 15 de agosto de 2022 por Edu Robsy.