La Chingola
Javier de Viana
Cuento
A Luis Doello Jurado.
Lo llamaban el "Valle del Venteveo". Era chico: poco más de dos
mil cuadras cerradas al oeste por el arco de una serranía baja y azul;
al este por un río de frondoso boscaje; al norte un arroyuelo ribeteado
de sauces y sarandises; al sur un cañadón sobre cuyo lecho pedregoso
cantaban las aguas arpegios de vidalitas; encantando a las mojarras
blancas, alegres, lindas como mañanas de otoño.
Lo llamaban el "Valle del Venteveo", quién sabe por qué; venteveos había muchos, pero ¿qué clase de pájaros no volaba sobre las lomas graciosas, o no picoteaba en la verdura de los llanos o no alborotaba en la maraña de los montes, o no se bañaba en las lagunas o no se inmovilizaba, observando el horizonte desde las cobálticas asperezas de la sierra?... Como no existían bañados, faltaban chajaes, garzas y mirasoles; pero, en cambio, las perdices infectaban las cuchillas, en los charcos remaban plácidamente patos y biguás, en los caminos saltaban en cardúmen las cachilas, en el rastrojo hormigueaban las torcaces, en los eucaliptos disputaban las cotorras con estridencias mujeriles, en los postes del corral edificaban los horneros; sobre los paraísos trinaban cardenales, calandrias, pirinchos, jilgueros, mixtos, viuditas y chingolos; en la sierra, los cuervos cuajaban los molles como enormes flores negras, mientras desde los picachos, las águilas lanzaban a la llanura la mirada combativa de sus pupilas de fuego; y en el bosque, el enjambre, las alas de todos los tamaños, las plumas de todos los colores, los trinos de todos los tonos.
Había pájaros en cantidad fabulosa en aquel valle, al cual no me explico por qué llamaron del "Venteveo", honrando un bicho ordinario, atrevido, inservible hasta para ser comido. Quizá por eso.
Dominio público
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Publicado el 31 de agosto de 2022 por Edu Robsy.