Sin Segunda Repetida
Javier de Viana
Cuento
Sobre el catre estaba extendida la maleta de lienzo azul, y al lado, esparcidas con descuido, varias piezas de ropa. En tanto hurgaba en el fondo de la rústica caja, extrayendo sus escasas prendas, Silvestre monologaba:
—¡Tanto trabajo que cuesta hacer un nido, y qué fácil qu'es echarlo al suelo!...
—¡Pero cuando se hace se canta y cuando se voltea se llora!...—dijo alguien a su espalda.
Volvió rápidamente la cabeza e iba a responder irritado al importuno; más, reconociéndole, suavizóse la expresión de su semblante y exclamó con humildad y afecto:
—La bendición, padrino...
Un viejo de largos y ralos cabellos canos, adelantó, sentóse al borde del catre y luego contestó:
—No digo «que Dios te haga un santo» porque ya cuasi lo sos... Estee... ¿Estás de viaje?...
El mozo se sentó sobre la caja y casi gimiendo respondió:
—¡Viaje muy largo!...
—¿P'ande vas?...
—¡No lo sé!... ¡Voy pu'ái, pu'el mundo!... ¡La tierra es grande, y ande cabe tanta sabandija ha de haber un rincón pa un hombre honrao!...
—Eso está mal—objetó el anciano.—¡El hombre, pa ser hombre, siempre ha de saber ande va, pu'ande va y a qué vá!...
—¿Y cuando a uno lo echan?
—Naides te ha echao a vos desta casa, qu'entuavía es mía, y lo será, si Dios quiere, hasta que me toque clavar la guampa.
—Usté sabe, padrino, más mejor que yo, que hay muchos modos de espantar un perro.
—M'hijo Facundo no puede haberte espantao a vos, porque te apresea y te quiere cuasi lo mesmo que yo...
—¡Ya sé qu'el patrón es muy güeno!... Pero, en cambio...
—¡En cambio mi nuera es más mala que un alacrán!... ¿Qué t'hizo? Habla...
El mozo resistió un momento, pero concluyó por ceder, a la necesidad de confesar su pena.
Dominio público
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Publicado el 17 de agosto de 2022 por Edu Robsy.