Una Sola Flor
Javier de Viana
Cuento
Tras siete años de ausencia, Delio Malvar retornaba a su provincia.
Obtenido el diploma de médico, tuvo halagadoras ofertas para que se radicase y ejerciese en la capital: su puesto de interno en San Roque le aseguraba el pan; la decidida protección de sus maestros Meléndez y Güeno, —dos celebridades médicas,— le abría las puertas de un porvenir lisonjero.
Sin embargo el gusanillo de la nostalgia comenzó a roerle la entraña y no obraba sólo la nostalgia; había también el imperioso y bien humano deseo de presentarse triunfador en aquel pueblo donde creció en la pobreza, diariamente abofeteado por el desdén o por la compasión de los ricos ignaros.
Cuando el buque aferró, casi en mitad del río lo que Delio vió no fué la playa arenosa ni el alto murallón de defensa, ni los eucaliptos de la plazoleta Berón de Astrada, ni las barrancas gríseas, ni las peñas brunas, ni la península histórica; no advirtió ningún detalle: el «Turagüy» se le fué encima, entrándole de golpe, en un súbito reverdecimiento de todos los recuerdos juveniles guardados celosamente en un repliegue del alma durante la larga ausencia.
La primera semana pasada en el terruño fue de perpetua alegría para el joven médico.
¡Con cuánta satisfacción estrechábala mano de los amigos mareándolos a preguntas !... Todos y todo le interesaba; inquiría noticias hasta de las personas más insignificantes y de las cosas más vulgares, con una volubilidad y una vertiginosidad de chicueío.
—¿Y el negro Damían, el vendedor de chicharrones, vive todavía?...
—¿Se ha casado Ranchita Suárez?
—¿Siempre está igual el cementerio de La Cruz, con su iglesia sombría, sus muros en escombros, sus sepulcros abandonados y la negra, ruinosa tumba del héroe del Pago Largo, profanada por las gallinas y los perros?
Y continuaba así, interminablemente en una especie de prolijo inventario de sus recuerdos.
Dominio público
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Publicado el 7 de enero de 2023 por Edu Robsy.