La Última Tropa
Javier de Viana
Cuento
Al maestro don Juan Antonio Cavestany.
Física y moralmente, don Pantaleón Quesada era el arquetipo del
gaucho, del gaucho originario, de la subraza motivada sin cruzamiento de
ninguna especie, por el medio ambiente.
Era alto, era ancho, era recio. Tenía cabeza pequeña y la cara grande, como la mayoría de los uruguayos, como los aborígenes charrúas.
Espesa melena poblaba su cráneo; la faz arábiga, de fuerte nariz curvilínea, de grandes ojos pardos, de cejas copiosas, de labios espesos, estaba encerrada en un corral de barba densa y larga.
Era gaucho de una pieza don Pantaleón. De joven, anduvo en la guerra; después, se enamoró de María, la hija del puestero López; y como López no lo quiso por yerno, la robó. Hubo huidas, hubo tiros; pero al fin, las cosas se arreglaron. En una estancia amiga, le dieron población. No tenía plata, pero tenía crédito, el crédito que los gauchos ricos abrían á los gauchos honrados en la época bruta en que no existían, ni remotamente siquiera, los bancos ni los agiotistas.
Se hizo tropero. Llevó ganado al Brasil y realizó buen negocio. Fué tropero mucho tiempo, ganando mucha plata. Compró campo—una suerte—y lo pobló con reses escogidas; pero siguió tropeando y siguió comprando campo á los linderos y llenándolos de novillada y de vacaje flor.
Dominio público
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Publicado el 24 de agosto de 2022 por Edu Robsy.