Las Dos Ramas de una Horqueta
Javier de Viana
Cuento
El indiecito Dalmiro dijo:
—El mate está labáo, el agua está fría, s’está apagando el juego, y don Eulalio entuavía por contarnos el cuento prometido.
—Es que no encuentro muchacho.
—¡No va encontrar usté qu’es capaz den encontrar en una noche escura un arija perdida entre el pasto!...
—De un tiempo no digo; pero aura, m’está dentrando la cerrazón en la memoria.
—Con el sol de la voluntá no hay cerrazón que no se redita.
—Es que hasta la voluntá maulea cuando el carro ’e la vida está muy recargao de años.
—¡Mañas, no más, don Eulalio!...
¡Si usté por cada año que carga, tira dos en la orilla del camino!
—Don Eulalio, —afirmó Marcelo,— es mesmamente como las higueras: a la caída ’e cada invierno parece que se han secao, y al puntiar la primavera reverdecen y retoñan.
—Y las brevas son más lindas cuanti más añares tienen.
Sonrió el viejo, halagado en su vanidad, y contestó de este modo:
—Dan higos mejores, pero dan más menos.
El indiecito Dalmacio, el único que se permitía irreverencias con el patriarca de la estancia, exclamó:
—¡Dejesé de amolar! A usté le gusta que le rueguen como a niña bonita!... Está mentando vejeces y entuavía la semana pasada se l'enhorquetó al redomón rabicano de Mauricio y lo hizo sentar en los garrones a tironazos!...
—El poder de la esperencía, muchacho, nada más qu’el poder de la esperencia...
—Si; y pu'el poder de la esperencia cualquier día v'a salir encontrando novia y volviéndose a casar... Y, a propósito, don Eulalio... ¿por qué no nos cuenta como jué su casorio?... D’eso si ha ’e acordar.
—Dijuro. ¡Disgraciao el hombre que se olvida de eso y de la madre!
—Güeno, dejesé de chairar y corte.
Dominio público
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Publicado el 5 de octubre de 2022 por Edu Robsy.