¡Se me Jué la Mano!
Javier de Viana
Cuento
Valentina había sido la muchacha más linda del pago. Blanca y rubia, alta y airosa, —aunque delgaducha, eso sí,— pero admirablemente conformada.
¿Qué causas habían motivado la completa destrucción de su hermosura en el transcurso de diez años y cuando sólo contaba treinta y dos de edad?
Unos decían:
—De perversa.
—La yel, desparramándosete pu’el cuerpo, la jué secando de a piacitos, —explicaba una curandera; en tanto un mozo simple y crédulo, se expresaba así:
—A mi me contaron que una vez, tomando agua en el arroyo, se tragó una nidada ’e víbora y los viborones han quedao adentro, creciendo, mordiendo y golviándola asina, mala, fea y asquerienta como perro sarnoso. Yo no sé... a mi me lo contaron de esa laya...
Alta, flaca, lisa, Valentina tenía efectivamente una fealdad repulsiva. El rostro mentido, pecoso, estaba surcado en todo sentido por una inmensidad de pequeñas arrugas; los ojos, que debieron ser bellos, tenían una permanente expresíón de fiereza; los labios, finos y secos, agitábanse en un temblor continuo: nadie podía imaginar la sonrisa ni el beso en aquellos labios convertidos en cuerdas, duras y ásperas, por el hábito de gritar, de reñir, de proferir palabras groseras y frases agrias. Aquella mujer era una espina humana.
Como hacendosa no tenía rival: cuando el gallo lanzaba el primer canto, lanzaba ella el primer grito y desde entonces hasta la noche, hasta que el sueño y la fatiga no la rindiesen, sus manos y su lengua no paraban un momento.
Los improperios, los insultos, los rezongos salían de su boca como acompañamiento indispensable a la labor de sus brazos; parecía una máquina infatigable y barullenta.
Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 23 visitas.
Publicado el 6 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.