Fiel
Javier de Viana
Cuento
Jesusa está contenta.
Es domingo. Los patrones han hecho atalajar el breack y han salido para las carreras.
Los peones se han ido todos para las carreras.
Liborio también. Liborio es el cochero.
Jesusa, después de haber limpiado toda la vajilla, tiene miedo en el caserón inmenso y solitario. Está absolutamente abandonada. Se lava las manos en la pileta, se quita el delantal... En uno de los ganchos de la carne se ve colgado un corazón de vaca. Coje el cuchillo de la cocina, corta un trozo. Junto al muro duerme una caña de pescar; la toma. Sale... la puerta del patio suena al cerrarse. Un gato que dormita sobre el muro se asusta y salta...
Las gallinas picotean en el guardapatio. La chancha overa, echada al sol, hace ¡grun! ¡grun! mientras diez lechoncitos rosados, exprimen las ubres, sacudiendo sin descanso los rabitos filiformes.
Algún pato ventrudo y patiancho, avanza parsimoniosamente, las plumas en desorden, abierto el pico espatulado.
Las gallinas se esponjan y hastiadas de amores, no hacen caso al gallo, que, al pasar junto a ellas, caído el copete, pálidas las carúnculas, roza los espolones y ensaya un requiebro por compadrada, sin deseos él también.
Por allá duerme un perro, tirando de tiempo en tiempo, furiosas dentelladas a las moscas que le molestan en su reposo.
Sobre el horcón de la enramada, un hornero, posado en la pared del nido en construcción, medita. Cerquita, entre las ramas de unas talas escuálidas, sin miedo de pincharse, varias urracas saltan, gritan, se ríen, dejando en las espinas jirones de sus vestimentas gríseas.
Más allá en la copa de los eucaliptos, las cotorras vocean, vocean, armando una farra tan descomunal, y tan sin objeto, que una águila posada en uno de los árboles para descansar un momento, se indigna, agita las alas y tiende serenamente el vuelo.
Jesusa observa durante unos instantes.
Dominio público
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Publicado el 14 de diciembre de 2022 por Edu Robsy.