Don Bruno el Perverso
Javier de Viana
Cuento
A Otto Miguel Cione.
Si por hombre bueno se entiende aquel que ríe siempre, que
divierte á los demás con sus decires, que perdona ofensas y renuncia
derechos, que infamado, tiene lástima por el infamador, que robado,
prefiere perder su bien á abrirle la cárcel al ladrón; al que siente
lástimas, compasiones y misericordias; al que, frente á la falta ó al
delito, busca atenuantes en vez de agravantes... don Bruno Sepulveda no
era un hombre bueno.
Todo lo contrario. Era estúpidamente honrado y recto; tenía un carácter absurdamente inflexible, y no existían para él sino hombres honrados y hombres pillos, hombres trabajadores y hombres haraganes. Para aquel á quien juzgaba dotado de las dos cualidades primarias de honestidad y laboriosidad, su bolsa estaba siempre abierta, por grandes ó por pequeñas sumas. Abría y reabría créditos y en ocasiones tomaba el grueso lápiz de carpintero, que usaba para sus apuntes, y borraba de un rayón una deuda.
Cuando alguien necesitaba de su ayuda para trabajar, su ayuda era segura; pero implacablemente impedía desensillar y le negaba un churrasco al gaucho vagabundo y haragán, que rueda de rancho en rancho imponiendo el prestigio de sus habilidades en el manejo de la guitarra y del facón.
Con tal carácter, don Bruno Sepúlveda, pasaba en el pago por un hombre malo. Casi siempre y en casi todas partes acontece lo mismo: al que es fuerte y justo, se le califica de malo.
Dominio público
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Publicado el 23 de agosto de 2022 por Edu Robsy.