Oí Cuando Ella Dijo
Javier de Viana
Cuento
—¡Sujeta, Jacinta!...
—¿Pa qué?... Yo estoy acostumbrada a galopiar en cuesta abajo y no les temo a los tucu-tucus.
—¡Jacinta!
—Como siempre he sido zonza y he andao atrás tuyo, siguiéndote como sigue un cordero estraviao de la madre a cualesquiera que cruza el campo, sé que vos tenes parentesco con los aperiases y con las culebras; que te gustan los bañaos onde hay pajas y barro, onde no dentra el sol porque le d’asco, onde no dentran las gentes porque les da repunancía.
—¡Mirá Jacinta!
—Yo m’ensuciao las patas pa seguirte y he visto que sos haragán como lagarto, blando como palo’e seibo y falso como rial d’estaño.
—Mirá china, que yo...
—Vos sos lo mesmo qu’esos sancochos de penca pobre: pura partida, y al largar quedan paraos.
—¡No me calentés, Jacinta!...
—¡Si a vos no te calienta ni el sol de enero... porque si hace sol te acostás bajo un ombú a dormir y roncar como un perro!...
—¡Si yo me enojo... Jacinta...!
—¡Enójate de una vez!.., ¿En qué topa que no dentra, mozo?... ¡Yo no tengo miedo al rayo, y entre vos y el rayo,.. fíjate sí hay que galopiar, Lucindo!
—Si yo juese rayo...
—Yo me vestiría de blanco, trotaría por las cuchillas y cuando castigase mucho el aguacero, me apearía al pie de un árbol copudo!... ¡Ja, já, já!... Si vos jueses rayo, si todos los rayos juesen como vos, los rayos, sabes, serian más mansos que terneros guachos y no harían mal a naides!
—¡Jacinta!... ¿Vos cres que yo soy maula?...
Dominio público
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Publicado el 4 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.