El Cojito
Joaquín Dicenta
Cuento
El transeúnte paró frente al chiquillo, que, hecho tres dobleces contra el quicio del portalón, se dibujaba bajo un rayo de luna.
La escarcha esmaltaba los adoquines; de la atmósfera, diáfana, plenamente azul descendían frialdades crueles. Un chorrillo de agua, vuelta hielo al tropezarse con el aire, colgaba del caño de la fuente, como un cairel de azúcar cande.
En la noche glacial, sobre el escalón festoneado por la escarcha, dormía el chiquillo con la gorra embutida hasta las narices, las manos ocultas bajo las solapas de su desgarrada chaqueta y una de las piernas doblándose hacia la cruz de los pantalones para encubrir el pie desnudo.
La otra pierna se extendía, mejor dicho, se retorcía contra una muleta que resbalaba desde el borde del escalón al ras de las baldosas.
El transeúnte era piadoso y dio al chiquillo con el pie, mientras murmuraba por entre las pieles del gabán: «¡Esta criatura va a helarse!».
Al puntapié benéfico el montoncillo de harapos y de carne hizo un movimiento, acompañado de un ronquido. A seguida tornó a su quietud. Se hizo menester que el transeúnte, sacando de los bolsillos del gabán las enguantadas manos, sacudiera con fuerza al durmiente, para que éste se desdoblara.
Fueron primeras en el desdoble dos manos huesudas, que subieron hasta la visera de la gorra para alzarla y dejar al libre una carilla pícara, donde relucían dos ojuelos y un hocico de mono. Los ojos guiñaron, el hocico se abrió con estrepitoso bostezo, a cuyos sones el busto se irguió, las piernas se estiraron y la criatura toda concluyó por quedar en pie, apoyándose en la muleta.
—Creí que era un guardia —dijo, luego de mirar de arriba a abajo al transeúnte—.Vaya, menos mal, es un cabayero. ¿Qué desea el señor?...
—Y tú ¿qué haces aquí en noche tan cruda, muchacho?
Dominio público
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Publicado el 22 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.