Mientras el Sol se Pone...
José de la Cuadra
Cuento
(nuestro sol interior...)
Se llama a la Muerte en el supremo libro de los verdaderos nombres, la Consoladora y la final Remediadora.
Es buena por mandato divino. Y, cuando es llegada la hora de su visita ineludible, se atavía, para hacérsenos amable, con el áureo traje de nuestro más bello recuerdo.
Cerró los ojos Luis Manuel —como dos puertas— y tembló de la
cabeza a los pies. ¡Qué oscuridad profunda, y pesada! Él —en su pobre
pequeñez de humanidad— había sentido durante un momento, durante la
eternidad vehemente de un momento, —bien así como Atlas el mundo— todo
el profundo peso de la oscuridad...
—Doctor! —clamó
No lo oyeron. Querrían no oírlo. La, enfermera estaría ahí cerca, pensando en quién sabe qué cosas juveniles, rosadas, dulcemente pueriles... Pero, él era un moribundo a, quien ya no valía la pena escuchar cuando llamaba. Vox clamantis in deserto... Puah! Estaba tan cerradamente perdido!
Se agitó en una convulsión loca de 40°. Ahora pidió agua...
Agua...
Los grandes ríos que allá, corren, lejos, en la vida... Dicen que las aguas vomitadas del Amazonas endulzan en extensa zona el Océano Atlántico, el gran Mar Tenebroso que fué...
Agua...
Para la sed milenaria de Egipto, he ahí los Nilos de nombres cromados; los Nilos, hijos de los amplios lagos negros que sueñan en el sur del continente negrísimo; los Nilos obedientes, torpemente bondadosos, migratorios como las golondrinas, o mejor, como el plancton vitalísimo de los océanos fundamentales y todoriginarios.
Agua...
Dominio público
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Publicado el 29 de enero de 2022 por Edu Robsy.