Disciplina
José de la Cuadra
Cuento
Un cuento negro esmeraldeño
La primera inexactitud que quitará méritos probables a esta
narración, se refiere al nombre mismo del cabo Quiñónez. Mi informante
abrigaba severas dudas sobre el particular. Según él, el cabo Quiñónez
se llamaría Fulgencio, o quizás Prudencio. La mayor vacilación al
respecto, radicaba en que nuestros buenos hermanos negros de la
provincia de Esmeraldas, cerca de la raya de Colombia, pronuncian el
castellano de una manera que puede calificarse, por lo menos, de
original, y, generalmente, como mejor les da la gana y se lo permiten
sus labios bocotudos.
Aún acerca de si se llamaba Quiñónez, o de otra suerte semejante, no existe una seguridad absoluta. Sin embargo, la abundancia que de Quiñónez hay entre la gente negra de Esmeraldas, concede un elevado porcentaje de verosimilitud a que tal fuera su apellido.
En fin: todo es oscuro en cuanto atañe a la identidad de este modestísimo cabo del ejército ecuatoriano, sobre quien ha tiempos recayera una sentencia del Tribunal de Guerra que lo condenó a la pena de reclusión mayor extraordinaria.
La sentencia hubo de cumplirla, entre los catorce y treinta años de su edad, en el Panóptico de Quito, pétreo edificó que se yergue, todavía, como un monumento a la sombría gloria de García Moreno.
Quiñónez entró al propio tiempo en la pubertad y en el cuartel.
Por entonces, la provincia de Esmeraldas era el escenario de uno de los más cruentos movimientos revolucionarios que hayan ensangrentado a la República: el que auspiciaba y dirigía el coronel Concha contra el gobierno del general Plaza.
Nutridos batallones seguían al jefe insurgente, cuyo prestigio bravío constituía el estandarte tras el cual se iban, incontenibles, los entusiasmos populares.
Dominio público
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Publicado el 25 de enero de 2022 por Edu Robsy.