Incomprensión
José de la Cuadra
Cuento
(Medalla de oro en el concurso literario celebrado con ocasión del Día del Estudiante —1926—, por el Centro Local de Guayaquil, de la Federación de Estudiantes Ecuatorianos).
I
Un ruido de voces en el vestíbulo despertó a Rómulo Nadal.
—Es Idálide que regresa, —se dijo; mientras, mirando el pequeño reloj de esfera luminosa, se enteraba de la hora: 2.35 de la madrugada.
Oprimiendo el botón colocado en la pared al alcance de su mano, dió luz a la alcoba.
Hacía calor.
Nadal se escurrió de entre sus sábanas y saltó fuera del lecho.
—Me va a ser difícil —monologó— volver a conciliar el sueño.
Cerca de la cuja había una butaca, y en ella se tumbó.
Afuera, en el vestíbulo, seguían las voces.
Nadal se entretuvo en reconocerlas.
—Esa es Idálide... Esa ótra es mi perfumada, cariñosa, encantadora suegra... Ah, también ha venido, acompañándolas, mi señor hermano político... Ahora se despiden, gracias a Dios...
Percibió frases sueltas:
“Buenas noches, Idálide”.—“Que la Virgen vele tu sueño, hija mía”.
Besos. Risas. Pasos que bajaban los peldaños de la escalinata.
—Por fin!
Oyó el portazo seco del zaguán, y luego, el suave golpe del motor del Essex.
Entonces Nadal prestó atención a los ruidos del interior de la casa. Lejano ya, perdido en la noche, alcanzó a distinguir en el silencio un taconeo de ritmo familiar a su oído.
—Idálide va a su alcoba —pensó.
La siguió con la imaginación y se distrajo en suponer lo que haría...
Al pasillo saldría a encontrarla María, la doncella.
“¿Se ha divertido la señora?”
Y ella con su lánguida voz de amorosa diría: que sí, que sí; que había bailado mucho; que había gozado la mar...
Dominio público
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Publicado el 30 de enero de 2022 por Edu Robsy.