Don Rubuerto
José de la Cuadra
Cuento
Difícil será que me olvide alguna vez de mi amigo don Rubuerto Quinto, montuvio viejo de los “laos” de Ñausa.
Estaba yo en su casa cañiza, edificada en plena vega del estero, bien asentada. —“como una vaca que quiere caer a l' agua, blanquito”—, sobre sus cuatro patas fuertes de mangle, delgadas, musculosas, que se hundían profundamente por el lodo hasta afirmarse en lo duro del ribazo.
Era a la tarde, después de la merienda. Junto a la ventana, saboreábamos el café con punta de mallorca y arrojábamos el humo de los cigarros contra los mosquitos.
Me preguntó don Rubuerto:
—¿Usté estudia pa doctor de leyeh'u de medecina?
Le respondí, y él sonrió.
—Ta bueno eso, blanquito. Eh máh mejor que todo. Cierto que ar médico le cai er goteo... Pero l'abogado, con una qui'haga tiene p'al año... Se gana la plata así... así...
Manoteaba en gestos de presa, obstaculizando el revolar de los mosquitos, que manifestaban su cólera zumbando, zunbando...
Guardó un rato de silencio. Luego dijo:
—Yo también n'hey metido en esah vainah der paper seyado.
Y habló de sus triunfos, de sus glorias. Relató en detalle sus pobres audacias, sus zafios ardides de tinterillo de pueblo chico.
—Pero, la mejor que'hey hecho, eh la der paisa der cuño...
—¿Y cómo fue ésa, don Rubuerto?
—Verá... Loh de la Rural bían garrao un paisa mentado... Suáreh me creo de que se yamaba... y lo bían garrao con er cuño, loh'áccidos y todo.. Lo tenían fregao ar paisa, bien atrincado en la barra...
—¿Y?
Dominio público
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Publicado el 26 de abril de 2021 por Edu Robsy.