Textos más vistos de José Fernández Bremón disponibles | pág. 2

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autor: José Fernández Bremón textos disponibles


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En el Cuerpo de un Amigo

José Fernández Bremón


Novela corta


I. El pacto

—¿Cree usted en el diablo?

—¡Vaya una pregunta!

—Tengo una idea peregrina; me falta un año para emanciparme del curador y entrar en posesión de mis bienes: hasta entonces no podré realizar mi matrimonio con Clotilde, ni entrar en su casa, cuyas puertas me ha cerrado su madre, y no teniendo en qué emplear estos doce meses, se me ha ocurrido pasarlos en el cuerpo de usted.

—Luciano, ¿se ha vuelto usted loco?

—No lo sé fijamente, don Braulio; pero hace un rato me seduce este pícaro pensamiento. Estoy cansado de ser joven: me miro al espejo y veo siempre el mismo rostro: me toman todos por informal y distraído, y quisiera ser persona de respeto, al menos por una temporada. Si usted me prestase su cuerpo, yo le cedería el mío durante un año. Nuestras almas mudarían de alojamiento; podría realizar el ideal de los viejos, ser joven y lo pasado pasado, y yo entraría triunfalmente en los salones de mi enemiga, preparándome con una vida normal y sosegada al bienestar que unido a Clotilde me promento.

Don Braulio se sonreía. Luciano prosiguió:

—Por eso le preguntaba a usted hace un momento: ¿cree usted en el diablo?


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Dominio público
99 págs. / 2 horas, 53 minutos / 18 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

¡A la Hoguera!

José Fernández Bremón


Cuento


—Ven aquí, mariposa, que no quiero dormir por el gusto de alumbrarte —decía el gusano de luz—; son tus alas tan blancas como las hojas del jazmín, y tienen una franja de un color de fuego, que sólo lo he visto igual en el cielo y en tus alas. Mi luz cae sobre las hojas festoneadas de este clavel doble, para que te detengas y aspires su aroma y sorbas la miel que hay en sus venas. Ven, mariposa, y agita tus alitas sobre mí, y perfuma estas ramas con el polvillo de rosa que esparces al volar.

—¡Ja, ja! —respondió la mariposa—. ¡Vaya una luz la tuya!, mira hacia arriba y compara esas luces con tu pobre candileja.

—Ya lo sé: allí brillan las estrellas y luceros; pero están muy lejos y no podrías alcanzarlas.

—¿Y aquella flor de luz que hay en el jardín envuelta en un palacio transparente?

—Esa luz quema, es un farol de gas; no acerques a él tu cuerpo delicado.

—¿Quieres que me resigne a esta obscuridad? ¿No dices que soy linda?, ¿que tengo un traje hermoso? ¡Adiós!

—¿A dónde vas?

—A brillar un momento y desaparecer entre las llamas.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 42 visitas.

Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Bocetos

José Fernández Bremón


Cuentos, colección


La prima de dos mártires

Publio y su esposa Celsa, ciudadanos de Roma, aunque cristianos y piadosos, no tenían las virtudes y el carácter que en el siglo IV de la Iglesia conducían al desierto o al martirio. Admiraban a los correligionarios que repartían a los pobres sus haciendas para practicar la pobreza voluntaria, y no se consideraban con abnegación para imitarlos; socorrían en secreto a los perseguidos, y practicaban del mismo modo los sencillos ritos de la Iglesia primitiva, y les asombraba y espantaba aquel valor contagioso de las doncellas, los niños y los ancianos, que confesaban en público sus creencias en aquellos tiempos en que costaba el declararse cristianos sufrir una verdadera pasión y morir crucificados o a saetazos, ser lanzados al fuego o perecer en el circo desgarrados por los tigres.

Algo disculpaba la tibieza relativa de Publio y Celsa: el amor de padres: ¡era tan hermosa y cándida Virginia, su hija única! Pero no menos jóvenes y hermosas habían sido sus primas Julia y Marciana, y fueron arrojadas al Tíber, dentro de un saco lleno de culebras, por no hacer sacrificios a la diosa Juno. Publio y Celsa recordaban con terror aquel episodio sublime y doloroso, y el valor indomable de aquellas niñas delicadas, que con sus respuestas irritaron a los jueces, y con su resignación y belleza hicieron llorar a los verdugos. ¿Qué sería de los padres de Virginia si un día llamaran a sus puertas los satélites de Diocleciano para conducir a la presencia del emperador aquella niña de dieciséis años, de ojos tristes y cara angelical, acostumbrada al recogimiento de la casa de sus padres? Aquella idea les sobrecogía y angustiaba. Vivían en una época de terror y crueldades. Además, su sobresalto tenía fundamento.


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Dominio público
12 págs. / 22 minutos / 13 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2024 por Edu Robsy.

El Crimen de Ayer

José Fernández Bremón


Cuento


«Felices los que hallan siempre la moral en armonía con su conveniencia, porque nunca tendrán remordimientos». Así reflexionaba anoche cuando falto de asunto de actualidad para la revista, me dirigí en busca de mi amigo Damián, a quien salvé la vida hace dos meses consiguiendo apartar de su ánimo la manía del suicidio.

—¡Oh amigo mío! —le dije con el acento más suave que pude dar a mi voz—, ya sabes que no deseo tu muerte, pero como al fin y al cabo la vida es corta y miserable y pudieras persistir en la idea de poner punto final a la tuya; sin que esto sea inducirte al suicidio, vengo a rogarte que, si continúas decidido a morir, lo hagas esta misma noche en mi presencia, para darme un asunto dramático y conmovedor con que impresionar mañana a los lectores.

»En estos tres últimos días no ha tenido la bondad ningún marido de hacer la vivisección de su mujer culpable; no se ha determinado a fallecer ningún hombre eminente; ni siquiera se han atrevido los imitadores a asaltar un simple tranvía, a ejemplo de lo ocurrido en provincias hace poco; el cometa que han visto algunos en el cielo no dirige la proa hacia la tierra; todo funciona con monotonía insoportable; felices los revisteros que pudieron anunciar el incendio de Roma por Nerón y la derrota del Guadalete. El mundo ha degenerado, amigo mío. Ya no sucede nada. En ti confío únicamente.

—Mucho siento —contestó Damián con benevolencia— no poder complacerte; pero tus argumentos en contra del suicidio me convencieron.

—Sin embargo, acaso pude equivocarme —repliqué—. Medítalo con calma, amigo mío.

—Comprendo tu situación —repuso Damián—, y voy a darte asunto.

—¡Ah, buen amigo! —dije abrazándole—. ¿Te decides a morir? ¿Te sacrificas a la curiosidad pública?

—No hay necesidad: voy a referirte un hecho que conmoverá seguramente a los lectores. Enciende el cigarro y eschucha.


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 11 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

El Futuro Dictador

José Fernández Bremón


Cuento


Discutirán los oradores, gritarán hasta los mudos, se harán ridículos todos los sistemas de gobierno, y el órgano del entusiasmo desaparecerá del cerebro de los hombres. «¿Qué hemos hecho?», dirán todos cruzándose de brazos. Pero sólo comprenderán lo que han deshecho. Habrá ??? semanales y gobiernos por horas como los coches de alquiler. El poder será un columpio donde todos suban y bajen meciéndose por turno.

Pero un día pregonarán los ciegos esta Gaceta extraordinaria:


Los accionistas de la compañía anónima El ??? universal han decidido nombrar gerente perpetuo del país al opulento banquero don Próspero Fortuna. La compañía indemnizará a los agraviados: colocará en sus oficinas a todos los escritores que tengan buena letra: adelantará fondos a los hombres de palabra, repartiendo a ??? acción un dividendo: serán satisfechos los atrasos de las clases superiores y se mejorará el rancho de las tropas; sí, ciudadanos, nuestros soldados almorzarán café con leche.

La compañía iluminará por su cuenta la población, para que se vea mejor vuestra alegría.

Madrileños:

Las fiestas durarán tres días: id a los teatros: entrad en los cafés: pedid cubiertos en las fondas: paseaos en los coches de alquiler: tomad lo que se venda: todo está pagado. ¡Viva don Próspero Fortuna!


La Gaceta caerá en Madrid como una bomba. Oigamos a los periódicos de entonces. Fragmentos de un artículo doctrinal de La ???, periódico muy serio:


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 12 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

La Pata de Avispa

José Fernández Bremón


Cuento


I

Una caña, arrastrada por el agua, se había atravesado formando un puente entre las dos orillas de un arroyo. Las hormigas, horadando los nudos, habían colocado sus almacenes en el hueco de la caña, y abierto agujeros en los dos extremos y la parte superior, interceptando el paso a los insectos. ¡Ay del que se aventuraba a pasar por aquel puente! Éste, bien sujeto por sus dos cabos a la tierra, era una fortaleza y un camino militar a prueba de pájaro, pues apenas se cimbreaba al posarse en él alguna paloma u otro monstruo alado de aquel peso. Tenía, además, una fama trágica, contándose de mata en mata y de hoyo en hoyo, en todas las cercanías, historias lastimeras de gusanos cautivados y orugas arrojadas al caudaloso arroyo, que formaba saltos de agua y remolinos entre guijarros gigantescos del tamaño de una rata. Las hormigas eran respetadas, pero también aborrecidas por acaparadoras, egoístas, ladronas, crueles y opulentas.

Solían las abejas y las avispas posarse sobre el puente cuando bajaban a beber al arroyo; aquéllas, con brevedad, como insectos formales y ocupados. Las otras, con pesadez, como holgazanas y sin obligaciones, que pasaban el día luciendo su talle esbelto y sus chillones trajes amarillos, con cintas negras, y levantando ampollas con el aguijón envenenado de sus lenguas.

Un día se trabaron de palabras una hormiga y una avispa, porque se burló la segunda del traje sencillo y obscuro de aquélla, diciéndole:

—¿Se puede saber por quién estáis de luto?

—Estamos ??? ??? ??? ???.

—¿Qué ??? ??? ???

—Porque no nos avergüenzan los instrumentos del trabajo. Por eso tenemos una casa bien provista.

—¿Llamáis casa al hueco de una caña? Estáis viviendo en el mango de una escoba.

—Calla, amarillenta; que parece que tienes ictericia.

—¡Calla, embetunada! Que pareces nacida en un montón de cisco.

—Cursi.

—¡Ladrona!


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 7 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

La Verdad Embellecida

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


—Mucho debe ser, cuando la Providencia me regala de este modo: me puso casa con una hermosa bóveda y de una sola habitación para que no me molestaran los vecinos: no me dio pies, para indicarme que no necesito andar, como tantos infelices, para ganarme la vida: abro mis puertas cuando quiero, y entra la luz, que viene de muy lejos, para alumbrar mi casa: ese mar tan grande y de tan mal genio me trae todos los días como un esclavo la comida, y paso mi existencia durmiendo y despertando con sosiego, en una cuna de nácar, envuelta en mi manto transparente.

—¿Quién cuenta tales grandezas en este rinconcito de mar? —dijo un joven cangrejo—. Deben ser embustes.

—No: todo lo que dice es cierto, pero muy embellecido —respondió un cangrejo sabio.

—¿Me puede usted decir quién es esa princesa?

—Esa princesa es una ostra.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 7 visitas.

Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Las Dos Cocinas

José Fernández Bremón


Cuento


I

Es indudable que en el reinado de Carlos II los demonios andaban sueltos por España, pues fue preciso traer exorcistas alemanes que expulsasen los diablos del cuerpo de su majestad. Si el rey era energúmeno, ¿qué defensa contra el demonio opondrían los vasallos? Nadie hizo contra el infierno en aquel tiempo resistencia tan heroica como la venerable sor Clara de Jesús, humilde cocinera del monasterio de la Purísima Concepción de Mercenarias Descalzas en la ciudad de Toro, según puede leerse en su historia, escrita por fray Marcos de San Antonio, que presenció las luchas y probó los guisos de la santa cocinera. Sabemos por aquel fraile que el demonio penetró muchas veces en la cocina conventual para echar ceniza en la olla, apagar el fuego, romper cacharros y hacer toda clase de estropicios; y sabemos el triunfo de la virtuosa Clara de Jesús, que sanó a muchos enfermos con sus guisos celestiales.

II

Lo que no refieren las historias y vamos a contar es la perdición de la posadera Juana Agraz, la mejor guisandera del término de Toro. Nadie acertaba como ella con el agrio que debía tener la gallina a la morisca; y venían de lejos los grandes comilones para probar sus cazuelas de pajarillos, hojaldres, asados y jaleas. Los cazadores decían, al entregarle perdices, chochas y conejos:

—Hemos cazado esto para que lo guises: si no guisaras tú no cazaríamos.

Y Juana Agraz vivía satisfecha y halagada, reinando en los fogones.

Cuando algunos frailes empezaron a dar fama a los potajes de la monja, se consolaba Juana Agraz diciendo a sus amigos:

—Nunca fue delicado el gusto de los frailes; por eso dicen los libros de cocina al tratar de ciertos platos: guisos para frailes, soldados y demás gente ordinaria.


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4 págs. / 8 minutos / 12 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Registro de Conquistas

José Fernández Bremón


Cuento


(Hace pocos días recogí en la acera de los nones de la calle de Alcalá un pliego de papel: parece ser la última parte de un libro de memorias, en que un seductor apunta sus conquistas; el libro, con esa pérdida, debe estar descabalado, y como no hay en él indicios de quién sea su dueño, y por otra parte, no es fácil que éste se declare autor de esas conquistas, no veo otra manera de restitución que publicar esos apuntes, para que pueda el seductor completar su registro pegando este artículo en las páginas que faltan, y añadiendo los apellidos que omito por respeto).


Núm. 257. Petra... Morena pálida: ojos azules, cabos negros: pecho alto, estatura regular, viuda tres veces. La conquisté en las Calatravas, robándole el pañuelo de encaje en una apretura y entregándoselo a la puerta de la iglesia, como rescatado de las manos de un ratero. Es mujer ordenada y se resiste quince días. Peligrosa porque desea casarse por cuarta vez y se enriquece con los despojos de los muertos. Cedida a un compañero a cambio del

Núm. 258. Lágrimas de... Tiene horror a lo desconocido y una inclinación involuntaria a los amigos de su amigo. Mi resistencia fue heroica y sucumbí por evitar mayores males. Alta y delgada; elegantísima. Gasté en obsequiarla quince duros y diez céntimos. Da gazpachos los viernes. Pregunta la historia de todo el que saluda a quien la acompaña. Ha recorrido medio mundo y hace redondillas libres. Una noche, al salir del teatro, tomó el brazo de un amigo mío, y no lo ha soltado todavía.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 7 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Carta de un Ladrón

José Fernández Bremón


Cuento


He recibido por el correo una carta extraña firmada por Un ladrón. Suprimo de ella los cumplimientos, el preámbulo, y las palabras ociosas. Se queja de que su clase no tenga periódico, ni club, ni medios de manifestar sus aspiraciones, y me elige como intermediario para dar publicidad a sus ideas, por constarle que no tengo quejas ni miedo de los ladrones.

«Usted sólo posee algunos libros, y no quitamos eso, dejándolo para que lo roben las personas honradas. Crea usted —escribe el ladrón— que no robamos ideas, inéditas ni impresas. Siempre hemos respetado la guardilla del escritor: éste sólo tiene en vida y en muerte dos enemigos: los bibliófilos y los ratones. ¿Qué inconveniente puede usted tener en prestarnos el servicio que reclamo?».

Justificada mi neutralidad e intervención, trascribo la carta sin comentarios.


La justicia nos persigue, y hoy que todos hablan, sólo a nosotros se nos niega la palabra: todo se defiende menos el robo, con el nimio pretexto de estar penado por la ley. ¿Acaso lo estuvo y lo estará siempre? Somos ilegales, es verdad, pero aspiramos a no serlo. ¿Cómo podremos ocupar algún día el Gobierno y practicar nuestros ideales, si no se nos facilitan los medios para ello?


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 6 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

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