Textos peor valorados de José Fernández Bremón disponibles | pág. 6

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autor: José Fernández Bremón textos disponibles


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Carta de un Muerto

José Fernández Bremón


Cuento


En el manicomio de Leganés conocí a un loco que razonaba con gran lógica: eran todos sus actos de cuerdo, paseaba solo y huía el trato de sus compañeros: tan sensato me parecía, que no pude menos de abrigar dudas acerca de su locura. Una de las maneras que hay de averiguar si una persona padece alguna manía es irritar ésta, recordando los hechos que la condujeron al asilo de locos. Así lo hice, quizás con imprudencia, pero llevado de un buen deseo: después de una conversación en que me sorprendió la resignación con que me refería su desventura, dijo sonriendo:

—Yo estoy aquí porque me carteo con un muerto.

Le miré con lástima, y comprendió el significado de aquella mirada, porque añadió con melancolía:

—Adivino lo que piensa usted de mí: lo que acabo de decirle es un absurdo; y sin embargo, no estaría aquí si me hubiera callado mi secreto.

—¿Lo es para mí?

—Ni para nadie. ¿Se hubiera usted callado al recibir una carta escrita desde la otra vida?

Yo vacilé para contestar.

—¿Se hubiera usted callado?

—Seguramente que no; pero...

—No cree usted posible esa correspondencia, ¿no es verdad? Eso me sucedía a mí antes de leer la carta que guardo muy oculta, pero al alcance de mi mano.

—¿Y quién le escribe a usted?

—Un amigo muerto.

—¿Conocía usted su letra?

—Perfectamente, y es la letra de la carta. La misma noche en que murió prometió escribirme desde el otro mundo: pasaron nueve días, y al salir del funeral me encontré su carta en casa; tenía el sello del interior, y además otro muy extraño, que figuraba una noche estrellada. Vea usted el sello.

Vi, en efecto, en el sobre de una carta un círculo de fondo negro que representaba en puntos blancos las constelaciones principales de nuestro hemisferio.

—¿Me presta usted el sobre?

—No, señor. Creo que no puedo ser más franco.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 2 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Juegos de Muchachos

José Fernández Bremón


Cuento


—¿Qué haces por las noches cuando sales del trabajo? —pregunté a un aprendiz de diez años de edad. Tenía curiosidad de saber en qué se ocupan ahora los muchachos; creía que irían al Bolsín, escribirían dramas, o hablarían de política. Cuál habrá sido mi sorpresa al saber que hacen diabluras todavía.

—Esta noche voy de pesca —me dijo gravemente.

—¿Y dónde hay pesca en Madrid?

—¿No ha visto usted en el jardín de la plaza de Oriente dos estanques? En el que está enfrente de Palacio hay peces encarnados y en el otro peces blancos. Llevo un hilo, un alfiler y miga de pan untada en aceite; me siento al borde del estanque, sujeto el hilo a una piedra y miro de reojo si se mueve; ¿se mueve?, hay pesca; saco el pez, lo envuelvo en mi pañuelo, lo mojo en el estanque, y luego en todas las fuentes que hallo al paso, hasta llevarlo vivo a casa.

—¿No te riñen tus padres?

—No lo saben.

—Pues, ¿dónde escondes esos peces?

—Los echo en la tinaja.

—¿Cuántos peces tienes?

—Lo menos una libra.

—¿Y si se descubre?

—Despedirán al aguador creyendo que trae el agua del mar. O se lo confesaré a mi madre en un día de vigilia.

—¿Y el guarda?

—Cuando nos ve sentados nos registra, y si nos encontrase el anzuelo nos daría una paliza; el que había antes tenía otra costumbre: primero nos daba la paliza y después nos registraba.

—Y ¿tardan los peces en caer?

—Sí: son muy pesados: yo sé un medio de llamarles la atención: se enciende un fósforo y acuden los peces a la luz; pero tiene el inconveniente de que también acude el guarda.


* * *


—¿No bajas también al Prado?

—Sí, señor; a deshacer los corros de las niñas.

—¿Te gustan? ¡Arrapiezo!

—Cuando tienen el pelo suelto, sí, señor.

—¡Habrase visto!

—Tengo pelo de casi todas.


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 1 visita.

Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Miguel-Ángel o el Hombre de Dos Cabezas

José Fernández Bremón


Cuento


Á mis cariñosos amigos
Pepe Cabanilles, Juan José Herranz y Santiago de Liniers


Si el protagonista de mi cuento tiene dos cabezas, saliéndose de la regla comun, ¿por qué esta dedicatoria ha de ser para un solo amigo, segun el uso general? Rompo, pues? ta costumbre, lo cual me proporciona el gusto de unir nombres queridos y hoy algo separados por las vicisitudes de la vida, en recuerdo de la época grata en que vivimos tan unidos.

Acaso hallen algunos exagerada la ficcion que les dedico: no calculan que al elegir mi asunto pude poner no dos, sino tres cabezas sobre los hombros de mi héroe, como los pueblos que en vez de colocar un rey, un general ó un plebeyo á su cabeza, elogian un triunvirato: y áun estuco á mi arbitrio multiplicar esas cabezas hasta el número de siete, y dar el poder á Miguel-Angel, para que constituyese por si solo un Ministerio homogéneo. Ello es que si hemos de creer á los historiadores, Miguel-Angel no es una creacion fantástica: han existido realmente hombres y mujeres de dos y más cabezas?; y si esto dice la historia sériamente, ¿puede rechazarse el cuento por absurdo, cuando atestiguan la posibilidad en los Museos de ciencias naturales tantos fetos bicipites que vivieron algunas horas, lo cual resuelve el hecho principal, el de la vida? No negaré, á pesar de ello, la extravagancia del asunto; antes al contrario, he creido así acomodarme al gusto general que exige à los autores, para ser leidos, lo anómalo y deforme» con preferencia á lo regular y acostumbrado.


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Dominio público
37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 36 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

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