Una Fuga de Diablos
José Fernández Bremón
Cuento
A mi antiguo y queridisimo amigo
D. Federico Luis de Benale.
La abadía del Olivar, que hoy no existe, era á principios del
siglo XVIII un monasterio, si no famoso y opulento, sosegado y bien
provisto. Situado lejos del camino real, en una de nuestras provincias
más tranquilas, apénas llegaban á aquel santo retiro los ecos de la
guerra civil que ardia en toda España. Y tan escondido estaba del mundo,
que áun el viajero que conocia el camino de la hospedería del convento
no lograba ver el campanario de su iglesia sino á dos tiros de fusil, y
al volver una de las calles de olivos que conducian al monasterio. Sin
embargo, lo esmerado del cultivo, lo aprovechado del terreno, y la
presencia de algun monje, que abria con el azadon una tierra dura, ó
escarbaba las cepas con cariño, anunciaban á gran distancia la
proximidad de la abadía, donde debían reinar el órden, la paz y la
abundancia. Algunos caseríos blancos formaban esa poblacion campesina
que en los siglos pasados se establecía en las inmediaciones y al amparo
y devocion de los conventos. El toque de las campanas, el lejano y
solemne rumor de los rezos monásticos, el canto de las aves, el ladrido
de los mastines, los cencerros del ganado y el chirrido de algunas
carretas cargadas de granos y de frutos, eran los únicos sonidos
familiares en aquella soledad. La compostura, recogimiento y severo
aspecto de los escasos habitantes de la comarca, demostraban la
inmediata influencia de las costumbres del monasterio, sometido á la
estrecha regla de San Benito, algo suavizada por el tiempo, que envejece
los semblantes y los códigos, pero que conservaba en todo rigor sus
bases fundamentales: la obediencia, el silencio y la humildad. Estrecha
religion, cuyos hermanos no sólo renunciaban, al hacer sus votos, al vicio de la propiedad, sino al dominio de sus cuerpos y sus voluntades.
Dominio público
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Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.