Textos más vistos de José Fernández Bremón publicados por Edu Robsy | pág. 5

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autor: José Fernández Bremón editor: Edu Robsy


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El Hijo del Sordomudo

José Fernández Bremón


Cuento


I

(Recorte de un periódico.)


El individuo que murió ayer arrollado por el salvavidas de un tranvía eléctrico llamábase don Juan Ruilópez; era sordomudo, de posición independiente, y habitaba en una propiedad aislada de Chamberí, sin más compañía, según creencia general, que sus perros: esto no era exacto: en el registro que hizo la Autoridad en la casa del difunto, se halló dormido en un felpudo un muchacho como de trece años, que al despertar ladró al Juzgado, y concluyó por lamer la mano a un guardia del orden público. En vano se hicieron preguntas al niño, porque no las entendía, y así lo manifestó, valiéndose del idioma de los mudos, aunque no lo es.

El caso no puede ser más raro: educado por un padre sordomudo que temía exponer a su hijo a los riesgos de la calle con sus bicicletas y tranvías, no salió nunca de casa, ni oyó la voz humana, sino en algún grito lejano y sin sentido. Comprende, pues, el castellano y se expresa en él por señas, pero no lo puede hablar ni entender de viva voz, y le extraña ver salir las palabras de la boca del hombre. En cambio, el haber vivido siempre rodeado de mastines le ha acostumbrado a manifestar sus impresiones a la manera de los perros, con tal propiedad, que al guardia, con quien ha intimado, se le escapó esta barbaridad al oír cómo ladraba:

—Ladra como un ángel.

En cambio, el niño Ruilópez, viendo que el secretario sacaba recado de escribir, tomó la pluma y trazó en buena letra esta respuesta, presentándola al juez que le había interrogado:

—No entiendo lo que ladras.

Para el desgraciado joven el ladrido es el lenguaje oral, y el castellano un idioma silencioso que se expresa por señas o por escrito nada más.


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Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

El Legajo de Cartas

José Fernández Bremón


Cuento


Madrid, 16 de noviembre de 1836.

Querido Luis:

Soy miliciano: mis compañeros de clase me acaban de reclutar: es una lástima que no se haya podido completar la compañía con estudiantes, porque descomponen mucho la formación los paisanos barrigudos que se alistan con preferencia: sí, se ha observado que los liberales más robustos son los más dados a vestir el uniforme. Me han prometido hacerme cabo, y tengo ansia de ponerme los galones, porque es una humillación haber cumplido veinte años y no ser nada. Te aseguro que no seré un cabo vulgar; he empezado a estudiar a los caudillos más famosos, desde Sesostris hasta Cardero; y un cabo ilustrado puede aspirar a todo, cuando un sargento sin ilustración ha nombrado los ministros que hoy gobiernan. Aludo al sargento García, que nos dio la Constitución del año 12 y trajo prisionera a la Monarquía desde La Granja a Madrid, con el mayor respeto, en coches lujosos y rodeada de fusiles.

Comprenderás que mis nuevos estudios me obligan a descuidar la ciencia del Derecho. No hay ciencia superior a la de la guerra: he conocido a Espartero, el nuevo general del ejército del Norte; los patriotas esperan mucho de él.

¿Quién sabe si ha de ser el salvador de España?

Tengo ganas de batirme, aunque sea con mis catedráticos: no puedes figurarte la cara que ponen algunos cuando entramos en clase vestidos de uniforme: el capitán de mi compañía, con objeto de hacerles rabiar, ha conseguido permiso para que hagamos el ejercicio en el Seminario de Nobles, donde se ha instalado la Universidad; no han podido negarse en el templo de la ciencia a que tengamos dos horas diarias de instrucción. Acaso nos la guarden para los exámenes, pero hemos prometido examinarnos con fusil y bayoneta.


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Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

El Sermón del Apocalipsis

José Fernández Bremón


Cuento


I

Mi infancia y estudios. — El abad y el moro madrileño. — Un milagro. — Murmuraciones de las viejas.


La primera vez que oí anunciar el fin del mundo tendría quince años: terrible fue aquel día, y creí que, en efecto, el mundo acababa para mí. Es verdad que entonces me parecía muy estrecho, porque sólo había visto el terreno que se divisaba desde la torre del monasterio, a cuyo pie se iba formando un pueblo, destruido antes de tener nombre. He visitado después ciudades famosas, que no tenían bosques tan frondosos ni campiñas tan alegres como las de aquel rinconcillo de la costa poniente de Galicia. Murió aquel pueblo en su infancia, cuando el convento reunía ya treinta monjes y el caserío había enviado a don Sancho en su última guerra dos hombres de armas y ocho peones; y no marchó a su frente el abad don Lupo, porque, habiendo engordado con la edad, ya no cabía en su loriga. Por cierto que el buen monje se consolaba de aquel contratiempo con el ejemplo del monarca, que, de puro grueso, no podía en su juventud alzar los brazos, y tenía un criado para que le rascase la cabeza; y estaban tan asustados los que vivían en su palacio, que, oyendo una vez gran ruido en la cámara real, acudieron despavoridos, y dijo a los suyos el jefe de los guardias:

—O ha estallado una rebelión, o ha estallado el rey.


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Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

El Tonel de Cerveza

José Fernández Bremón


Cuento


A mis queridos amigos
D Luis Diaz Cobeña y D. Lucio Viñas y Deza.


Aunque la embriaguez ha producido héroes, revoluciones, leyendas fantásticas y sistemas filosóficos, por más que en su historia figuren nombres tan respetables como los de Noé y Lot, tan ilustres como los de Alejandro y Cárlos XII, y tan populares como los de Ilofman, Edgardo Poe, y muchos otros que no cito; á pesar de que algunos pueblos hayan solido tratar los asuntos más graves entre trago y trago, y de que áun se acostumbre á rociar con vinos generosos las declaraciones políticas de mayor trascendencia, acto oficial conocido con el nombre de brindis, ello es que al abuso de la bebida se debieron la muerte desastrosa de Holoférnes, la pérdida de Babilonia en tiempo de Baltasar, la catástrofe de Agripina, y casi toda la historia del imperio romano, en que tanta parte hubieron de tener los viñedos de Chipre y de Lésbos.

No he podido comprobar si es cierto ó no que cada vino ó bebida espirituosa tiene propiedades que producen efectos determinados y constantes; es decir, si la borrachera del champagne es siempre epigramática y elegante; si la de cerveza es melancólica y pesada; la del Málaga pendenciera, y por último, si un fabricante de Birmingham, despues de beber algunas botellas de manzanilla, experimenta, como los gitanos, la necesidad de entonar una caña á la flamenca.


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Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Último Pregón

José Fernández Bremón


Cuento


¡Qué tiempos aquéllos! ¡Qué hombres! A los quinientos años de edad digerían un becerro y requebraban a las mozas. No se había inventado la tijera, y cada dedo suyo era un puñal con uñas de cuatro o cinco siglos. Mandaban los Patriarcas, que no habiendo realizado aún la conquista del caballo, montaban a hombros de infelices que tenían a orgullo trotar bajo el jinete. Estaban en embrión las instituciones y adelantos de las futuras sociedades: el feminismo se contentaba con la conquista o caza del varón; la galantería de éste con las hembras no pasaba del pescozón antediluviano, en señal de preferencia; la Geometría se estudiaba en el escarabajo, inventor de la esfera; del Derecho de propiedad no se conocía lo tuyo, sino lo mío; de la Justicia, la vara, luego tan frondosa, y, enfin, no se habían inventado todavía los amigos.

Al caer las primeras gotas, como puños, de los cuarenta días del Diluvio, el género humano estaba indefenso: no había paraguas ni impermeables en el mundo. ¿En qué parte del globo ocurrió lo que voy a referir? Las aguas antediluvianas, pasando una esponja sobre el mapamundi primitivo, han borrado el sitio.


* * *


—Buen barrizal habrá mañana —decía un hombre de carga a su jinete.

—Eso es cuenta tuya —respondía el otro—, que yo no he de embarrarme los talones.

—¿Y si me atascara? Que también la suerte de los de abajo alcanza a los de arriba.

—Calla y corre, que me mojo.

—Ya lo siento, por el agua que chorreas; me parece que llevo un río a cuestas.

—¿Río dijiste? En él estamos, y creí traerte hacia el arroyo.

—Es el arroyo que ha crecido; no hay arroyos ya.

—¿Y mi casa de abajo, la que dejé abierta y vacía?

—¿Vacía? —dijo un transeúnte—. Está llena de peces; he visto colear encima de tu cama una merluza.


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Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

En San Isidro

José Fernández Bremón


Cuento


Si san Isidro hubiese sido contemporáneo nuestro, la Sociedad Económica matritense le hubiera dado un premio a la virtud, de tres mil reales, creyendo cumplidos todos los deberes del mundo hacia aquel hombre modesto. ¿Somos mejores o peores que en tiempo de san Isidro? Los enemigos de los siglos pasados sostienen que había menos virtud entonces, toda vez que se la recompensaba elevando a un labrador a los altares: no se fijan en que la santidad es algo más de lo que entiended por virtud. Si hoy hubiera santos e hicieran milagros, los creeríamos buenos prestidigitadores y nada más. Esto no evita que nos hallemos dispuestos a creer en el prestidigitador que se anuncia con el pomposo nombre de magnetizador, o en ciertos fenómenos espiritistas.

—Es indudable que aquí hay algo extraordinario —dicen los más incrédulos, cuando ven a la sonámbula adivinar el pensamiento de un espectador.

Yo creo en los milagros y en lo maravilloso: el equilibrio de los mundos, nuestra existencia, nuestra muerte, todo tiene por base un punto nebuloso e inexplicable, al que en vano queremos volver la espalda para no llenar de tinieblas nuestro entendimiento. El empleado que despacha un expediente de roturaciones y deslindes; el comerciante que suma su libro mayor; el político que combina un ayuntamiento, sienten de pronto un aviso misterioso en forma de frialdad extraña, de temblor nervioso o de paralización de la sangre, que advierte ser indispensable dejar aquellas ocupaciones por otra en que no pensaba.

Es la muerte que antes de herirle le da unos golpecitos en el hombro.

Y por aquella imaginación despreocupada pasa una sombra formidable. La eternidad. No hay duda: el mando de lo sobrenatural, de lo incomprensible y de lo absurdo va a abrir sus puertas de par en par.

¿Por qué no hemos de creer en los milagros?


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2 págs. / 5 minutos / 7 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Fábula

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


En una hermosa mañana de primavera, Himeneo jugaba con el Amor y le perseguía. Era aún muy joven, y pronto le alcanzó y le asió de un brazo.

—¡Ah!, ya eres mío —le dijo— y no te me escaparás.

—¡Cuidado! —replicó el alado rapazuelo—, guárdame bien, como a las niñas de tus ojos, porque si el Amor se escapa, el pobre Himeneo no podrá batir más que un ala.


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Publicado el 19 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Gestas, ó el Idioma de los Monos

José Fernández Bremón


Cuento


A mi hermano político
Manuel Mendoza y Sainz de Prado,
en prueba de cariño.


En los cuentos y en algunos libros religiosos del Oriente se supone ó afirma que ciertos hombres han poseido el dón de comprender el lenguaje de los animales. Difícil es averiguar si ha existido ó no semejante ciencia, como es dudoso decidir si los cuentos se derivan de la historia ó la historia se deriva de los cuentos. Parece probable que los animales se comunican entre sí y que sus gritos expresan algo, por lo cual es sensible la pérdida del antiguo y erudito diccionario en que se explicaba la significacion del cacareo de la gallina, del zumbido de la mosca, de la carcajada de la hiena, y de los estrepitosos calderones del jumento. Tal vez, cuando los estudios filológicos se perfeccionen, hallarán los sabios analogías entre ciertos idiomas humanos y los lenguajes de las aves ó cuadrúpedos, en que Nabucodonosor debió ser muy versado, y de los cuales quizá introdujo voces en su idioma, que trasmitidas de pueblo en pueblo, pueden haber llegado hasta nosotros. En tanto que se aclara este misterio, forzoso es ignorar si el lenguaje de los grillos es tártaro ó semítico, y si tiene ó no tiene hipérbaton el maullido de los gatos; y es imposible establecer diferencia entre lo que discurren muchos hombres y lo que acaso se dicen entre sí los habitantes de la selva.


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Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

La Forma de las Nubes

José Fernández Bremón


Cuento


—¿Qué te parezco en este instante? —dijo la nube al aeronauta.

—Una ballena.

—¿Y ahora? —repitió un momento después.

—Una montaña obscura.

La nube, movida por el viento, se extendió, y la luz del sol la coloreó de rojo y amarillo.

—Ahora pareces la bandera española.

No bien dijo aquello el aeronauta, la nube, volviendo a deshacerse, tomó el aspecto de una cascada de fuego mezclado con espuma.

—Mantente en ese estado —dijo el hombre—; deja que admire esa decoración maravillosa.

Pero la nube se había convertido en una fragata que flotaba por el espacio con todas las velas desplegadas.

—Contén los vapores —repitió el hombre— para que no deshagan esa nueva forma: quiero tomar un croquis.

—Es imposible —respondió la nube—. ¿Ves? Me he convertido en serpiente... ahora soy una falda de encaje; admira la variedad y riqueza de mis formas.

—Pero ¿cuál es la tuya natural?

—¿Acaso lo sé? Todas y ninguna: las que me dan la luz, el viento y el capricho.

—¿Habrá en el mundo —dijo el aeronauta al tocar tierra— nada tan inconstante y variable como la nube?

—Sí —le contestaron—; en tu imaginación y en la de todos. Sólo varía en el nombre, porque le llamamos el capricho.


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Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

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