Textos por orden alfabético de José Fernández Bremón etiquetados como Cuento | pág. 13

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autor: José Fernández Bremón etiqueta: Cuento


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Mr. Dansant, Médico Aerópata

José Fernández Bremón


Cuento


A mi querido amigo el Subinspector de Sanidad militar,
D. Eduardo Baselga.

I

Uno de los establecimientos más curiosos de Europa es la casa de salud de Mr. Dansant, fundador y propagador de la aeropatía, ó sea, sistema de curar toda clase de enfermedades por medio del aire.

Abandonado en las calles de París siendo muy niño, Mr. Dansant habia pasado su infancia al aire libre; el aire entrando á través de su destrozada ropa, en vez de alterar su salud, le habia acostumbrado á resistir vigorosamente la intemperie: un herrero, compadecido del granuja, le recibió en su taller y puso á su cargo el fuelle de uno de los hornos: cansado de soplar la lumbre y de la abrasadora atmósfera de la fragua, el muchacho entró de aprendiz en una fábrica de abanicos, y en sus ratos de ocio empezó á estudiar música, dedicándose á aprender el pito, por ser entre los instrumentos de viento el más barato y tener aplicacion en las bandas militares: su ambicion de muchacho le hacia desear el uniforme, que da al cuerpo un aire distinguido.

—Tienes la cabeza llena de viento, decia el fabricante á su aprendiz, cuando éste le aseguraba que con el tiempo haria ruido en el mundo. Ya te cortarán las alas si tratas de volar por tí mismo.

La ocasion se ofreció más pronto de lo que el muchacho se esperaba: el fabricante de abanicos construia tambien otros aparatos: cierto dia se presentó en la tienda un aeronauta y encargó un paracaidas. Luis Dansant fué elegido por su maestro para llevar el aparato al comprador, á quien halló probando un globo: éste se hallaba sujeto por una maroma á unos fuertes anillos de hierro: los gases le inflaban rápidamente y el aeronauta se habia instalado en la barquilla, donde examinó el paracaidas.

—No parece mal trabajado, dijo al aprendiz; pero, ¿quién me responde de su solidez?


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Dominio público
27 págs. / 47 minutos / 37 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Mundo y Familia

José Fernández Bremón


Cuento


I

—Papá —dijo una arañita flaca y zancuda a otra araña, que había sido gorda, a juzgar por la anchura del abdomen, ya desinflado y lacio, como bolsa sin dinero—, hace mucho tiempo que no se come aquí: ni un mosquito siquiera pasa por este rincón; mi madre salió a buscar comida fiada y no vuelve; deme usted su bendición, que voy a correr el mundo.

—Espera, hijo, siquiera una noche.

—No espero, papá, el hambre incita al crimen y anoche tuve malos pensamientos.

—Ya lo reparé, hijo mío. Haciendo que dormía, observé que me mirabas con apetito. Por fortuna, pudiste reprimirte; yo aguardaba con la boca abierta que me dieras un motivo para desayunarme con tu cuerpo. Vete, pues, y recibe con mis ocho patas las ocho bendiciones que se dan al viajero. Acércate, hijo mío.

—Bendígame usted de lejos.

—Cómo, criatura, ¿te irás sin abrazarme?

—Ya lo creo: aquí reina el hambre y somos comestibles.

—Adiós, pues: no te olvides de enviarme noticias tuyas con la primera mosca que encuentres.

La arañita no escuchó más, y descolgándose del techo con un hilo, en pocas zancadas salió por la ventana. Allí se detuvo asombrada, porque nunca sospechó que el mundo fuera tan grande ni hubiera en él tantos vivientes. Poco después se hallaba en un tejado donde un gusano pacífico tomaba el sol tranquilamente. Examinole con atención, y viendo que no tenía dientes ni defensas, le dijo agarrándole por el pescuezo:

—Date preso en nombre de la ley.

Es la fórmula antigua que usan las arañas cuando estrangulan a su víctima. En vano quiso desasirse el infeliz gusano estirando y encogiendo sus anillos: la arañita le chupó todo su jugo, hasta que, creyendo reventar de puro harta, le soltó.

—Puedes retirarte —le dijo—, quedas en libertad.

El gusano no le pudo dar las gracias: estaba seco.


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Dominio público
5 págs. / 8 minutos / 6 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

Otro Pecado Capital

José Fernández Bremón


Cuento


—¿Cree usted que hay criminales de instinto, señor doctor?

—Creo que obra sobre el alma del hombre una levadura terrestre, la levadura del mal, y que ésta fermenta con acción mayor o menor en cada individuo, constituyendo el conjunto de buenas cualidades y esta condición negativa la moral de la persona, y yo me atrevería a incluir entre los pecados capitales otro que no me parece comprendido entre los siete, salvo la opinión de los que definen estas cosas graves.

—¿Un pecado nuevo?

—Antiguo y muy antiguo: los modernos han inventado muchas cosas, pero no han podido inventar un solo pecado: todos los que se conocen hoy se conocían en los tiempos más remotos. Pero si no hemos añadido, tampoco hemos olvidado ninguno: en vez de hacerse añejos, cada vez parecen más frescos y remozados.

—¿Qué pecado capital es el que quiere usted añadir a los otros siete?

—La crueldad.

—¿No está comprendida en la ira o es su consecuencia? ¿No se condena por extensión en el quinto mandamiento no matar?


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 5 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Pendiente de una Cuerda

José Fernández Bremón


Cuento


I

Ricardo Blásez no podía resignarse a vivir en un mundo tan indiferente con el genio. ¿Qué le importaba ser comprendido de tres o cuatro compañeros de clase que aseguraban a sus versos la inmortalidad, si sólo había vendido cuatro ejemplares de sus Nitroglicerinas, colección de poesías amargas, en que renegaba de las mujeres y los hombres? Y no era un soñador: había procurado estudiar experimentalmente la vida, como convenía a un hombre de su época, que sabe la obligación social de todo joven de ideas elevadas: ser moderno. Porque decía, y decía muy bien:

—Si no somos modernos los jóvenes, ¿quién lo será en nuestro tiempo?

»¡Nuestro tiempo! —añadía con desdén—. ¿Acaso lo es la época en que podíamos disfrutar de la vida, si todo nos lo encontramos ocupado? No hay casa que no tenga su dueño, mujer que no tenga marido o amante, destino sin su funcionario correspondiente, carrera que no tenga completo el escalafón, ni utilidad que no esté acaparada. He venido a habitar en una sociedad donde no quepo, a menos que me resigne a llevar espuertas de tierra para que otros se hagan casas. Todo el que llega a los cuarenta años pertenece a otro tiempo, no tiene derecho para influir en el nuestro, y decorosamente debería suicidarse para dejar paso a los que vienen. ¿Por qué se obstinan en vivir, si todo lo que poseen y ocupan son nuestras vacantes naturales? ¡Jamás! Jamás llegará la verdadera edad moderna, mientras sean los viejos árbitros del mundo. Ya lo he dicho en la siguiente


NITROGLICERINA

El mundo está caduco y de su vieja mole
podrido el armazón:
hay que prenderle fuego
y edificarlo luego:
hace falta una nueva creación.

La historia es un cadáver, un sueño lo pasado
que no ha de revivir:
¡abajo ese esqueleto!,
que ya palpita en feto
y empieza a rebullirse el porvenir.


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Dominio público
9 págs. / 17 minutos / 6 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Pensar á Voces

José Fernández Bremón


Cuento


A mi cariñoso y verdadero amigo
Isidoro Fernandez Florez.


Todos los dias oimos á nuestro lado palabras sueltas que se escapan involuntariamente á individuos que pasan hablando a solas sin notarlo: con frecuencia vemos personas que accionan sin hablar, como si sostuvieran disputas muy acaloradas: más de una vez el eco de nuestras propias palabras nos ha advertido que íbamos por la calle hablando en voz alta y llamando la atencion de los transeúntes. Todo esto no es sino una débil manifestacion de la actividad febril de nuestro cerebro, tumultuoso taller que funciona sin cesar, congreso en sesion permanente, y manicomio en que, entre mil ideas extravagantes, descuellan alguna vez pensamientos razonables. El saber callar las necedades que se ocurren es la prueba del buen juicio: ocultar en sociedad ciertos pensamientos que escandalizarian á las gentes, constituye la prudencia: dominar los latidos de la soberbia, los deseos livianos, la envidia y todas las pasiones, es la virtud. ¡Qué diferencia entre el tranquilo aspecto de algunos rostros impasibles, y el motin interior de las ideas bajo el cráneo! vienen á ser como esos edificios cerrados, cuya severa fachada no denuncia los crímenes domésticos que en sus habitaciones se consuman.


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Dominio público
23 págs. / 40 minutos / 24 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Pillos y Silbantes

José Fernández Bremón


Cuento


I

Hace cuarenta años, hacia el 1850, lo que hoy es parque de Artillería era un solar rodeado de una empalizada por la parte inmediata al cuartel y la calle de San Marcial: en el frente de la plazuela de Leganitos estaba situada la alcantarilla de aquel nombre, o sea un paredón con dos verjas de hierro giratorias sobre dos ejes colocados a la mitad de su altura: resguardábalas por la parte exterior una especie de puentecillo de hierro con barandilla a manera de balcón, por donde los vecinos transitaban en los días de avenida, mientras las aguas caían por debajo del puente y a través de las verjas en el ancho sumidero. Seguía una tapia de ladrillo que daba la vuelta por el callejón sin salida de Leganitos, y el interior de aquel solar extenso era una hondonada, donde pastaban algunas reses y se veía ropa blanca en improvisados tendederos: había una casucha pegada a la tapia del callejón, y alguna higuera chumba que incitaba a los muchachos al robo con escalamiento. Exceptuando la transformación en parque del recinto que he descrito, de algunos árboles plantados en la plazuela y de una barandilla con que ha sustituido el Ayuntamiento el pretil de piedra en que antes descansaban las lavanderas y los mozos de cuerda apoyando sudorosos sus talegos después de subir la pesada cuesta de San Vicente, todo lo demás apenas ha cambiado desde entonces.


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Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 6 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Pío y Pía

José Fernández Bremón


Cuento


I

Cuando despertaron al canario los gorjeos de otras aves, un rayo de luz le daba de frente por entre las hojas del castaño de Indias. Desenroscó su cuello, sacudió y alisó las despeinadas plumas; dio algunos saltitos de rama en rama y un vuelo hasta el arroyo, donde bebió algunos sorbos, mirando al cielo y mirándose en el agua, y expresó su satisfacción cantando esta copla improvisada:


Qué hermosa mañana;
cómo brilla el sol,
qué alegre es la vida,
qué bonito soy.


—¿Y yo? ¿Soy acaso fea? —dijo una canaria revoloteando por encima del arroyo y parándose a beber en la otra orilla.

—¿Fea usted, con ese corte de alas y ese cuerpecito de color de crema? ¿Cómo se llama usted?

—Me llamo Pía.

—¿De veras? Somos tocayos. Porque yo me llamo Pío.

—Es nombre muy común entre los pájaros.

—¡Ay, qué vocecita! ¿Se puede saber en dónde almuerza usted?

—Hay un campo de alpiste muy cerquita.

—Si todo lo que dice ese pico es cosa buena: guíe usted, que la sigo hasta el fin del mundo. ¡Ay qué meneíto tienen esas alas y esa cola! Y con qué gracia encoge usted las patitas al volar.

—Como todas las canarias.

—No: las hay muy sosas.

—Me he criado en pajarera.

—Ya se conoce: vuela usted con una timidez aristocrática.

—Éste es el campo que le dije.

—Qué bien sabe el alpiste al lado de usted.

—Coma y calle.

—¿Ha tenido usted amores?

—Luego hablaremos; ¿quiere usted que me atragante?

Cuando el almuerzo terminó, el canario dijo a Pía:

—Yo la amo a usted. ¿Le soy indiferente?

—Va usted muy deprisa.

—Mi amor crece por instantes. Un solo favor. Déjeme usted que le arranque una plumita del cuello para tener un recuerdo de usted.

—Retírese usted, joven, o doy gritos.

—Quiérame usted.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 7 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

Placeres Gratuitos

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


Cayó de un árbol una oruga sobre la espalda de un galápago, y al notar el cómodo y suave movimiento del testáceo, la oruga dio gracias a la suerte porque le había puesto carruaje.

—Ya no tendré que arrastrarme por el suelo —decía entre sí—, ni fatigarme. ¡Cuánto voy a viajar sobre la concha de este bruto!

A todo esto el galápago avanzaba lentamente hacia un estanque, con gran regocijo de la oruga, que sólo había visto el agua desde lejos. Ya en la orilla, el galápago entró en el agua con suavidad, nadando con soltura.

—¡Calle! —siguió diciendo la oruga—. No sólo tengo carruaje, sino barco: esto es un yacht de recreo. ¡Qué hermoso es navegar en barco propio!

—¡Hija mía! —exclamó el galápago con sorna—. ¿Creías que ibas a viajar gratis en mí? Todo se paga en este mundo. Estás rodeada de agua y no puedes huir. Cuando bendecías tu suerte por haberte puesto coche, yo bendije a la mía que me había puesto el almuerzo en las espaldas.

Se hundió el galápago, quiso nadar la oruga y el testáceo la devoró con apetito.


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Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Quintar los Muertos

José Fernández Bremón


Cuento


La conversación había llegado a su mayor grado de interés: mientras los diversos contertulios expusimos nuestros planes de gobierno, los debates habían sido lánguidos: unos en nombre de la religión, otros en el de la libertad, o de los intereses permanentes, todos queríamos mandar del mismo modo, es decir, imponiendo cada cual al país sus pensamientos. Pero desde que empezó a hablar don Pancracio, prestamos gran atención a su programa extravagante. En su Constitución la soberanía reside en la mujer, por tradición que empieza en Eva. En sus Cortes discutirán los diputados usando el alfabeto de los mudos, y sólo serán admitidos a votar leyes después de sufrir un examen riguroso. Recordamos entre sus derechos individuales el derecho al pan y al agua: sus presupuestos tenían la sencillez de la cuenta de la lavandera: y en lo tocante a quintas, dijo que sólo admitía la quinta de los muertos.

Esta última base de gobierno produjo gran extrañeza en la reunión. ¿Quería don Pancracio un ejército permanente de fantasmas? ¿Trataba de regularizar por medio de un reemplazo equitativo la desordenada leva de la muerte? ¿Pretendía disminuir administrativamente la mortalidad escandalosa de esta corte? Para quintar los muertos, ¿habría ideado tal vez diezmar los médicos?

—Señores, dejen ustedes de dar tormento a su fantasía —dijo don Pancracio con el orgullo de un reformador—. Mi proyecto es demagógico, como lo fue en otro tiempo la igualdad ante la ley; pero es justo: hoy pido la igualdad ante la muerte. ¿Qué dirían ustedes si para el servicio de las armas, que es una necesidad social, utilizáramos únicamente, cuando tuviesen edad, los niños de la Inclusa y del Hospicio, los pobres de los asilos y cuantos ingresan en los establecimientos oficiales de beneficencia, sin exigir ese tributo a los demás?

—Sería injusto —respondimos.


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5 págs. / 8 minutos / 5 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Registro de Conquistas

José Fernández Bremón


Cuento


(Hace pocos días recogí en la acera de los nones de la calle de Alcalá un pliego de papel: parece ser la última parte de un libro de memorias, en que un seductor apunta sus conquistas; el libro, con esa pérdida, debe estar descabalado, y como no hay en él indicios de quién sea su dueño, y por otra parte, no es fácil que éste se declare autor de esas conquistas, no veo otra manera de restitución que publicar esos apuntes, para que pueda el seductor completar su registro pegando este artículo en las páginas que faltan, y añadiendo los apellidos que omito por respeto).


Núm. 257. Petra... Morena pálida: ojos azules, cabos negros: pecho alto, estatura regular, viuda tres veces. La conquisté en las Calatravas, robándole el pañuelo de encaje en una apretura y entregándoselo a la puerta de la iglesia, como rescatado de las manos de un ratero. Es mujer ordenada y se resiste quince días. Peligrosa porque desea casarse por cuarta vez y se enriquece con los despojos de los muertos. Cedida a un compañero a cambio del

Núm. 258. Lágrimas de... Tiene horror a lo desconocido y una inclinación involuntaria a los amigos de su amigo. Mi resistencia fue heroica y sucumbí por evitar mayores males. Alta y delgada; elegantísima. Gasté en obsequiarla quince duros y diez céntimos. Da gazpachos los viernes. Pregunta la historia de todo el que saluda a quien la acompaña. Ha recorrido medio mundo y hace redondillas libres. Una noche, al salir del teatro, tomó el brazo de un amigo mío, y no lo ha soltado todavía.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 6 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

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