Textos más descargados de José Fernández Bremón etiquetados como Cuento disponibles

Mostrando 1 a 10 de 147 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: José Fernández Bremón etiqueta: Cuento textos disponibles


12345

Un Crimen Científico

José Fernández Bremón


Cuento


Á mi querido tío
D. José María Bremon


Permite que tu nombre respetable figure en las primeras páginas del libro en que colecciono estos cuentos, dispersos hasta ahora en los periódicos. En tu casa, siendo niño y huérfano, hizo á hurtadillas mi pluma sus cándidos ensayos. En tu librería, que forcé muchas veces para leen las obras que ocultabas á mi prematura curiosidad, está el gérmen de estos cuentos: en la consideracion y prestigio que te habian conquistado tus trabajos literarios y políticos fundaba mis aspiraciones á distinguirme, que no se han realizado: es evidente que hay en este libro y en cuanto escriba algo que te pertenece, y debes restituirte tu agradecido y respetuoso sobrino,


Pepe.

Primera parte

I

Los vecinos de un pueblo de Castilla cargaban de grano sus carretas y sacaban á la plaza sus ganados para conducirlos á la feria: los que nada tenian que vender, ayudaban cargar, ó formaban corrillos bulliciosos. A la puerta de una de las casas habia un carro tan repleto de trigo, que los sacos parecian una especie de montaña: cuatro robustas mulas uncidas esperaban en traje de camino, es decir, llevaban al costado sus raciones en los correspondientes talegos, como llevamos nuestras carteras de viaje. El carro, el atalaje y el ganado indicaban en sus dueños desahogo y abundancia: sin embargo de eso, una mujer jóven, con el rostro inquieto y la voz conmovida, decia á un fornido labrador que, látigo en mano, se disponia á arrear á las caballerías.

—¡Por Dios, Tomás! No juegues en la feria: llevas todo lo que nos queda, y si lo pierdes, tendrémos que empeñar hasta los ojos.

—Lucía, no tengas cuidado; respondió el buen mozo mirando con cariño á su mujer: pasado mañana estaré de vuelta con el carro vacío y la bolsa bien provista: estoy desengañado, y, ademas, te he prometido no jugar.


Leer / Descargar texto

Dominio público
29 págs. / 51 minutos / 55 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Árbol de la Ciencia

José Fernández Bremón


Cuento


I

Érase el mes de mayo, a la caída de la tarde, en un hermoso día.

Las muchachas salían a los balcones, las macetas ostentaban esas galas de la primavera con que pueden adornarse las plantas que vegetan a fuerza de cuidados, privadas de la atmósfera libre de los campos, sin espacio donde desarrollar sus raíces y sin jugos con que alimentarse.

Estaba el cielo sereno, si cielo puede llamarse lo que distingue el habitante de la corte por el tragaluz que forman los tejados.

No hacía viento.

Asomada en uno de los balcones de cierta calle había una joven, al parecer de dieciocho años, ocupada en arreglar una maceta; la bella jardinera examinaba con atención los botoncillos de la planta, sonriendo de satisfacción al contemplar su lozanía. Parecía decir con sus sonrisas: «Ésta es mi obra».

Y la planta impertérrita no esponjaba sus hojas, ni erguía sus ramas al contacto de aquellas manos blancas y suaves.

¡Qué ingratas son las plantas!

¿Será ficción la sensibilidad que les atribuyen los poetas bucólicos cuando se trata de las heroínas de sus versos?

¿Será la sensitiva entre los vegetales lo que entre nosotros una niña nerviosa?

¿Tendrán corazón las setas y pensarán las calabazas?

Sientan o no las plantas, como afirman algunos, la que era objeto de tales caricias no se daba por entendida.


Leer / Descargar texto

Dominio público
26 págs. / 46 minutos / 49 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

El Futuro Dictador

José Fernández Bremón


Cuento


Discutirán los oradores, gritarán hasta los mudos, se harán ridículos todos los sistemas de gobierno, y el órgano del entusiasmo desaparecerá del cerebro de los hombres. «¿Qué hemos hecho?», dirán todos cruzándose de brazos. Pero sólo comprenderán lo que han deshecho. Habrá ??? semanales y gobiernos por horas como los coches de alquiler. El poder será un columpio donde todos suban y bajen meciéndose por turno.

Pero un día pregonarán los ciegos esta Gaceta extraordinaria:


Los accionistas de la compañía anónima El ??? universal han decidido nombrar gerente perpetuo del país al opulento banquero don Próspero Fortuna. La compañía indemnizará a los agraviados: colocará en sus oficinas a todos los escritores que tengan buena letra: adelantará fondos a los hombres de palabra, repartiendo a ??? acción un dividendo: serán satisfechos los atrasos de las clases superiores y se mejorará el rancho de las tropas; sí, ciudadanos, nuestros soldados almorzarán café con leche.

La compañía iluminará por su cuenta la población, para que se vea mejor vuestra alegría.

Madrileños:

Las fiestas durarán tres días: id a los teatros: entrad en los cafés: pedid cubiertos en las fondas: paseaos en los coches de alquiler: tomad lo que se venda: todo está pagado. ¡Viva don Próspero Fortuna!


La Gaceta caerá en Madrid como una bomba. Oigamos a los periódicos de entonces. Fragmentos de un artículo doctrinal de La ???, periódico muy serio:


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 17 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Árbol Genealógico

José Fernández Bremón


Cuento


I

Hacía mucho tiempo que en mi calidad de médium me comunicaba con los espíritus de los muertos, sirviéndoles de amanuense. Había celebrado conferencias con Mahoma, Bobadilla y el rey don Sebastián, pero no teniá el honor de conocerles. Quise hacer mi árbol genealógico desde mi cuarto abuelo, que fue el último que constaba en los papeles de familia, como nacido en 1710 y muerto en 1761: tenía la sospecha de hallar un noble parentesco, y sucesivamente acudieron a mi evocación, dándome noticias suyas, mis abuelos 5.º, 6.º, 7.º y 8.º, que resultaron ser los siguientes:

5.º Don Juan López Uela, familiar del Santo Oficio: Nacido en Madrid en 1680: falleció en 1715 de un bocado que le dio una bruja que sacaron a quemar: murió rabioso.

6.º Don Lucas López y Ruela, maestro de baile: (1640-87), quedó cojo enseñando un paso nuevo a sus discípulas: no quiso usar muletas porque su habilidad le permitió andar toda su vida con un pie.

7.º Pedro López Iruela, corchete: (1610-72), creyendo una noche agarrar el pescuezo a un delincuente, cogió una soga y cayó a un pozo gritando: «¡Por el rey!».

8.º López Ciruela, expósito: (1571-1613), suplicacionero o barquillero, mozo de mulas y ladrón.

Interrumpida aquí la línea legítima, no me convenía encabezar mi árbol genealógico con un individuo de esa especie, que en realidad sólo pudo producir una rama de ciruelas. Mi desencanto nobiliario fue terrible: yo que soñaba convertir mi obscuro nombre de Pedro de López Uela, en el ilustre y señor de Pedro de la Pezuela, no consideré que el López Uela fue el salto definitivo con que mi familia, suprimiendo una erre, pudo emanciparse del Ciruela.


Leer / Descargar texto

Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 12 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

El Último Mono

José Fernández Bremón


Cuento


Recuerdos de un viaje a Oriente, tomados del álbum de un tourista. Conversación con el doctor Osford.


—¿Cree usted —dije al doctor mientras tomábamos el té en su casa— que el medio en que se vive modifica el organismo?

—A la vista tenemos un ejemplo: desde que en el siglo pasado se estableció aquí el doctor que fundó esta casa, quiso hacer un experimento que se ha seguido por la tradición de la familia. Compró a un titiritero dos orangutanes amaestrados, macho y hembra, que servían a la mesa, comían como personas y hacían otras muchas habilidades; los puso en una alcoba, los sentaba a su mesa, los castigaba cuando se dejaban llevar de sus instintos, y se propuso educarlos como personas, mandando a sus descendientes que hiciesen lo propio con las crías de los monos, anotando en un registro las vicisitudes del experimento.

—¿Y se conservan esos apuntes?

—Yo he escrito sus últimas páginas, que son interesantes: es un archivo de observaciones que se disputarán algún día los archiveros principales del mundo.

—¿Y han continuado hasta hoy las generaciones de los orangutanes?

—Aún subsiste uno, y se conservan en el museo que luego enseñaré a usted las descendencias momificadas de todas las crías sucesivas. Verá usted allí las modificaciones del tipo primitivo, merced a la cultura que los monos recibieron, progresando siempre en la vida de familia que hicieron todos a fuerza de constancia.

—¿Puede darme usted algunos datos?


Leer / Descargar texto

Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 29 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

¡A la Hoguera!

José Fernández Bremón


Cuento


—Ven aquí, mariposa, que no quiero dormir por el gusto de alumbrarte —decía el gusano de luz—; son tus alas tan blancas como las hojas del jazmín, y tienen una franja de un color de fuego, que sólo lo he visto igual en el cielo y en tus alas. Mi luz cae sobre las hojas festoneadas de este clavel doble, para que te detengas y aspires su aroma y sorbas la miel que hay en sus venas. Ven, mariposa, y agita tus alitas sobre mí, y perfuma estas ramas con el polvillo de rosa que esparces al volar.

—¡Ja, ja! —respondió la mariposa—. ¡Vaya una luz la tuya!, mira hacia arriba y compara esas luces con tu pobre candileja.

—Ya lo sé: allí brillan las estrellas y luceros; pero están muy lejos y no podrías alcanzarlas.

—¿Y aquella flor de luz que hay en el jardín envuelta en un palacio transparente?

—Esa luz quema, es un farol de gas; no acerques a él tu cuerpo delicado.

—¿Quieres que me resigne a esta obscuridad? ¿No dices que soy linda?, ¿que tengo un traje hermoso? ¡Adiós!

—¿A dónde vas?

—A brillar un momento y desaparecer entre las llamas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 47 visitas.

Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

La Llama de la Vida

José Fernández Bremón


Cuento


—Tome usted chocolate.

—Imposible: el chocolate hace soñar: la última vez que lo tomé, soñé que deseaba conocer el misterio de la desigualdad de las existencias humanas.

—Y ¿acudiría usted a un sabio?...

—Tengo la costumbre de no hacer preguntas a los sabios cuando quiero saber algo. Busqué un médium ignorante que sin ciencia ninguna daba respuestas maravillosas y le dije:

»—¿Por qué mueren tantos niños, tantos hombres robustos y personas que parecían destinadas a larga vida, y duran otras que no reúnen condiciones de salud?

»El médium, que es cerero, consultó a los espíritus y me dijo:

»—Enciende una vela tú mismo.

»Había delante de mí hachas, cirios, velas de todos tamaños, y cerillas muy delgadas; casi todas estaban sin estrenar, y por no hacer perjuicio, tomé un hachón algo gastado, y lo encendí.

»—Esa luz que has elegido es tu vida: cuando se apague, morirás.

»—¿Y si hubiera elegido aquel cabito que veo en ese rincón?

»—Hubieras durado muy poco. Ya sabes el secreto: unos viven con hachón de viento, otros con vela de sebo, otros con cirio pascual y algunos, lo que dura una cerilla.

»—¿Qué hago con este hachón?

»—Puedes llevártelo o dejarlo.

»—¿Cuánto debo?

»—La vida no tiene precio. Si lo dejas no podré cuidarlo, que harto tengo que hacer cuidando el mío.

»—Es que si me lo llevo el viento lo apagará... porque hace mucho aire.

»—Resguárdalo con la mano... adiós: voy a cerrar.

»—Espera a que se calme el viento.

»El viento apenas movía la llama y me parecía un huracán: me detenía en todos los huecos: no me determinaba a atravesar las bocacalles, y todo me parecía conspirar para apagar aquella luz preciosa.

»—¿Me hace usted el favor del fuego? —dijo un transeúnte.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 6 visitas.

Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Carta de un Muerto

José Fernández Bremón


Cuento


En el manicomio de Leganés conocí a un loco que razonaba con gran lógica: eran todos sus actos de cuerdo, paseaba solo y huía el trato de sus compañeros: tan sensato me parecía, que no pude menos de abrigar dudas acerca de su locura. Una de las maneras que hay de averiguar si una persona padece alguna manía es irritar ésta, recordando los hechos que la condujeron al asilo de locos. Así lo hice, quizás con imprudencia, pero llevado de un buen deseo: después de una conversación en que me sorprendió la resignación con que me refería su desventura, dijo sonriendo:

—Yo estoy aquí porque me carteo con un muerto.

Le miré con lástima, y comprendió el significado de aquella mirada, porque añadió con melancolía:

—Adivino lo que piensa usted de mí: lo que acabo de decirle es un absurdo; y sin embargo, no estaría aquí si me hubiera callado mi secreto.

—¿Lo es para mí?

—Ni para nadie. ¿Se hubiera usted callado al recibir una carta escrita desde la otra vida?

Yo vacilé para contestar.

—¿Se hubiera usted callado?

—Seguramente que no; pero...

—No cree usted posible esa correspondencia, ¿no es verdad? Eso me sucedía a mí antes de leer la carta que guardo muy oculta, pero al alcance de mi mano.

—¿Y quién le escribe a usted?

—Un amigo muerto.

—¿Conocía usted su letra?

—Perfectamente, y es la letra de la carta. La misma noche en que murió prometió escribirme desde el otro mundo: pasaron nueve días, y al salir del funeral me encontré su carta en casa; tenía el sello del interior, y además otro muy extraño, que figuraba una noche estrellada. Vea usted el sello.

Vi, en efecto, en el sobre de una carta un círculo de fondo negro que representaba en puntos blancos las constelaciones principales de nuestro hemisferio.

—¿Me presta usted el sobre?

—No, señor. Creo que no puedo ser más franco.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 8 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Los Intereses Creados

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


El estrépito era grande; las vigas, sacudidas con fuerza, temblaban como en un terremoto; una nube de polvo enrarecía el aire y quitaba la vista y la respiración. Huían despavoridos los ratones; las moscas salían en tropel por las ventanas, y se refugiaban en las rendijas más estrechas chinches, arañas, hormigas, cucarachas y polillas.

—¡Ay! —decía una chinche con acento desgarrador—. ¿Qué será de mi cría, si yo me he salvado con trabajo? La familia se acaba para siempre.

—Y la tranquilidad de todos, señora —repuso una polilla—. Figúrese usted que vivíamos desde tiempo inmemorial en una capa de grana, que nos servía de abrigo y alimento, y nos han expulsado a garrotazos. Ya no hay propiedad.

—¿Hay nada más respetable que la industria? Pues acaban de destruir en un instante más de cien telas magníficas que representan el trabajo de millares de arañas. ¡Oh, qué tejidos, y qué colgaduras han destruido los malvados!

—Nada de eso vale lo que el túnel de tablas que había construido y han deshecho. Era una obra de arte —dijo un ratón desconsolado.

—¡Asesinos! ¡Ladrones! ¡Bárbaros! —decían en sus innumerables idiomas todos los perjudicados, zumbando, aleteando y atronando la casa con sus gritos.

—Pero, ¿qué ocurre? —gritó desde lejos la dueña de la casa a su criada.

—Nada, señora —respondió la Pepa, continuando su tarea—: es que estoy sacudiendo con los zorros el polvo de este guardillón.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 26 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

12345