El Legajo de Cartas
José Fernández Bremón
Cuento
Madrid, 16 de noviembre de 1836.
Querido Luis:
Soy miliciano: mis compañeros de clase me acaban de reclutar: es una lástima que no se haya podido completar la compañía con estudiantes, porque descomponen mucho la formación los paisanos barrigudos que se alistan con preferencia: sí, se ha observado que los liberales más robustos son los más dados a vestir el uniforme. Me han prometido hacerme cabo, y tengo ansia de ponerme los galones, porque es una humillación haber cumplido veinte años y no ser nada. Te aseguro que no seré un cabo vulgar; he empezado a estudiar a los caudillos más famosos, desde Sesostris hasta Cardero; y un cabo ilustrado puede aspirar a todo, cuando un sargento sin ilustración ha nombrado los ministros que hoy gobiernan. Aludo al sargento García, que nos dio la Constitución del año 12 y trajo prisionera a la Monarquía desde La Granja a Madrid, con el mayor respeto, en coches lujosos y rodeada de fusiles.
Comprenderás que mis nuevos estudios me obligan a descuidar la ciencia del Derecho. No hay ciencia superior a la de la guerra: he conocido a Espartero, el nuevo general del ejército del Norte; los patriotas esperan mucho de él.
¿Quién sabe si ha de ser el salvador de España?
Tengo ganas de batirme, aunque sea con mis catedráticos: no puedes figurarte la cara que ponen algunos cuando entramos en clase vestidos de uniforme: el capitán de mi compañía, con objeto de hacerles rabiar, ha conseguido permiso para que hagamos el ejercicio en el Seminario de Nobles, donde se ha instalado la Universidad; no han podido negarse en el templo de la ciencia a que tengamos dos horas diarias de instrucción. Acaso nos la guarden para los exámenes, pero hemos prometido examinarnos con fusil y bayoneta.
Dominio público
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Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.