Los Salvadores
José Fernández Bremón
Cuento
—¿Cómo tiene usted tan sanos y colorados a sus hijos? —había preguntado el día anterior una vecina al padre de Tomasito.
—¿Cómo? Dándoles a beber agua y vino en todas las comidas. El agua mezclada con vino refresca y alimenta, alegra y da salud.
Aquella misma tarde, Tomasito, estando mirando en la pecera cómo nadaban los magníficos peces de colores, le pareció que estaban tristes. Una idea salvadora brotó en su mente, y para alimentar, refrescar y dar salud a los peces, vertió en su agua una botella de vino robada en la despensa.
¡Con qué placer admiraron los muchachos los diversos matices del agua según iba mezclándose con vino, y mucho más los rápidos movimientos de los peces, que empezaron a agitarse y dar vueltas desordenadas en aquel líquido asfixiante!
—¡Ya se alegran!
—¡Mira cómo corren!...
—¿Se habrán emborrachado?
A las voces infantiles acudió el cochero, que era un grandísimo borracho, y al enterarse del hecho, dijo a los muchachos:
—Los habéis envenenado.
—¡Si papá dice que el agua con vino es un remedio!
—Para vosotros; pero es mortal para los peces. Yo los salvaré.
—¿Qué vas a hacer?
—Beberme esa agua y vino y echarles agua sola.
Y el cochero, que era un hombre bueno, alzó la pecera, la puso en su boca, miró al cielo y la secó de un solo trago.
Después echó a correr como un loco, pidiendo un anzuelo a los criados.
—¿Para qué? —le decían.
—Para metérmelo en la boca; para pescar los peces que tengo en el estómago.
El infeliz se había tragado los peces por salvarlos.
Dominio público
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Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.