El Ejército de Carámbano
José Fernández Bremón
Cuento
Hacía muchos años que no veía a mi amigo Carámbano; pero conservaba muchos recuerdos de sus extravagancias: últimamente me habían dicho que su familia le había llevado a un manicomio. Calculen ustedes la sorpresa con que me lo encontraría suelto en una calle de Madrid, y la desconfianza con que recibí sus abrazos y sinceras demostraciones de amistad.
—Tenemos que hablar mucho —me dijo después de terminados los saludos—. ¿Tienes mucha prisa? Sentémonos en aquel banco: sé que escribes algo, y quiero comunicarte un proyecto que pienso presentar a las Cortes. Ya sabes que siempre nos hemos entendido.
Le di las gracias por el favor y nos sentamos.
—¿Es algún proyecto económico?
—Sí: quiero economizar sangre.
—Vamos. ¿Tienes alguna receta contra el cólera?
—No —repuso Carámbano poniéndose muy serio—. Se trata de una revolución en la ciencia de la guerra: de evitar el reemplazo: de trasformar las armas: de conquistar el universo.
La actitud pacífica de mi amigo me había tranquilizado; pero aquellas palabras me pusieron en guardia.
—Siento decirte que tengo alguna prisa —exclamé al oír aquel exordio.
—La vida es larga —repuso el loco—, y mi proyecto corto: te advierto además que he decidido que me escuches.
—Eso es otra cosa.
—Pues, entonces, continúo: ¿has visto en el circo de Price los toros amaestrados que se exhiben estas noches?
—No: pero he visto monos, elefantes, perros, cabras y otros muchos animales domesticados.
—Perfectamente: entonces estarás convencido de la superioridad del hombre sobre toda clase de animales, y del escaso número de ellos que aprovecha para su bienestar. Es un absurdo creer que dominamos el planeta, mientras haya leones y tigres en la selva, mientras el rinoceronte haga su capricho en los bosques africanos y la pantera aceche en Java al viajero extraviado.
Dominio público
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Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.