Cadena Perpetua
José Fernández Bremón
Cuento
Apenas me había quedado dormido, me encontré sujeto en una especie de cepo: había caído en una trampa como un lobo. Una vieja flacucha y acartonada corrió a mí, y dijo sin desatar mis ligaduras:
—Eres mío.
—Está bien —repuse—: soy tu prisionero.
—No lo creas: ésta es una trampa de cazar maridos, y te he cazado yo.
—Señora, ¡misericordia!
—No hay piedad: te tengo amarrado de pies y manos: toma el beso nupcial.
Y estampó sus labios de lija en mis carrillos, dejándolos escocidos.
—Señora... —repuse—, prefiero la pena de muerte.
—Está abolida en este país: tendrás la inmediata.
—Sea.
—Quedas condenado a cadena perpetua.
La vieja dio un silbido; dos hombres forzudos me colocaron una cadena en el pie izquierdo, sacándome del cepo. Luego lanzaron una carcajada, y se alejaron. Habían sujetado el pie de la vieja al otro extremo de mi cadena. Estábamos amarrados para siempre.
Di un tirón; cayó al suelo mi pareja, y hui arrastrándola por un pedregal. ¡Qué noche tan terrible! Yo corría y corría, y mi pie izquierdo se lastimaba con el peso de la cadena y de la vieja, que lanzaba aullidos y se agarraba a las rocas y a los árboles para detenerme y morderme los tobillos.
Cuando desperté, estaba mi pie hinchado y dolorido; me había dormido en el sillón al descalzarme, y tenía puesto en el pie izquierdo una botina nueva.
Dominio público
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Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.