Un Muerto con Anteojos
José Fernández Bremón
Cuento
—¿En qué distingue usted a los cuerdos de los locos? —preguntaba una vez a un alienista.
Y el profesor me contestó sonriendo:
—En que unos hacen locuras y otros no.
El vulgo es quien declara locos a los que no puede aguantar: el médico confirma su fallo y los encierra. Pero hay locos benignos para quienes jamás se llama al médico: pasan por personas extravagantes y graciosas, a quienes se utiliza en lo que tienen de sensatos, y cuyas rarezas nos distraen y divierten. El mundo sería muy monótono si sólo tolerase a las gentes juiciosas y formales; pero tiene sus peligros la confusión de los cuerdos y los locos; hay hombre a quien le toca una mujer que parece elegida en el Nuncio de Toledo.
* * *
Hace pocos días ha fallecido en Madrid uno de esos locos
tolerados o cuerdos con manías: serio, formal, entendidísimo, al dirigir
la contabilidad de una casa de comercio, parecía su imaginación como
dislocada algunas veces en lo referente a su persona. ¿Era que se
deleitaba en producir la hilaridad en sus amigos, como goza Mariano
Fernández cuando al aparecer en las tablas el público se ríe?
Recibí la esquela fúnebre del señor don Ibo R. y vestido de negro me encaminé a la casa mortuoria, por cuya reja, baja y abierta, trepaban con curiosidad niños, hombres y aun mujeres que daban muestras de extraordinario regocijo.
—¡Vaya una ocurrencia! —decían unos—: no he visto cosa igual.
—¡Se han olvidado de quitárselos! —añadían otros.
—Un muerto con anteojos. ¡Ja, ja, ja!
Cuando entré en la casa, no pude menos de sonreír involuntariamente ante el difunto, sobre cuyos ojos cerrados relucián las inútiles gafas; luego dije gravemente a Tomás, el criado, el compañero, el testamentario de don Ibo:
—Esto es un sarcasmo. ¿Cómo ha tenido usted el valor de colocar esos anteojos?
Dominio público
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Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.