Infantilismos
José María de Acosta
Cuentos
Solución conciliadora
Apenas me vio entrar, mi sobrino Enriquito corrió a mi encuentro.
—¿Me traes la caja de soldados que me ofreciste?
—Se me ha olvidado, hermoso—dije, disculpándome.
—Entonces ya sabes que estamos disgustados. ¡Me has engañado!
—Pero, hombre, considera...
—Nada, nada, "tite"; desde ahora estamos disgustados.
—¡Y yo que venía a por ti para llevarte a tomar helado!
Enriquito quedó meditabundo. En su interior debían reñir un terrible combate, su resentimiento, de un lado, y el deseo de refrescar con un sorbete, a los cuales era muy aficionado, del otro.
Al fin triunfó su dignidad, herida con el incumplimiento de mi promesa, y con seriedad impropia de sus años, me dijo:
—No es posible, "tite"; estamos disgustados.
—¡Un soberbio helado de mantecado con muchos barquillos!
Nuevamente titubeó ante aquella espléndida promesa.
—Lo siento, pero no puede ser—contestó afirmándose heroicamente en su resolución.
—Podemos estar disgustados y, no obstante, venirte conmigo para que te convide a tomar helado.
—¿Cómo es eso?
—Pues siendo. Lo cortés no quita lo valiente. Puedes estar muy reñido conmigo y refrescar, sin embargo.
Guardó silencio. Pero al cabo debió temer que mi argumentación fuese una falacia, una celada tendida a su integridad de disgustado, porque manifestó:
—No; estando disgustados no puedo admitir un convite tuyo.
Ante una determinación tan firme y categórica, ya no insistí más; pero Enriquito, al cabo de unos momentos, en vista de mi silencio, propuso tímidamente, con plausible eclecticismo infantil:
—Mira, "tite", podemos hacer una cosa: yo no me disgustaré contigo hasta después que haya tomado el helado.
Un genio positivista
—Mamá, ¿adónde se encargan los niños?
—A una fábrica que hay en París, hija mía.
Dominio público
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Publicado el 4 de julio de 2021 por Edu Robsy.