A las Indias
José María de Pereda
Cuento
«Á las Indias van los hombres,
á las Indias por ganar:
las Indias aquí las tienen
si quisieran trabajar.»
(Canc. pop. de la Montaña.)
I
Madre, este carraclán está mal hecho.
—¡Jesús, qué condenao de chiquillo!… ¡Si le está, que ni pintao!
—¡Tisana, que me aprieta por todas partes, y los faldones se me suben al pescuezo cada vez que me voy á quitar el sombrero!
—Di que eres un mocoso presumido, y no me rompas la cabeza.
—Diga usté que no sabe coser por lo fino…, ni esta tarascona de mi hermana…. ¿Lo ve?… Lo mismo coge la aguja que las trentes. ¡Tisana, qué camisa me está cosiendo!… ¡Á ver si das más cortas esas puntadas!…
—¡El demonio del renacuajo!… ¿Cuándo soñaste tú en gastar levita?
¡Después que me llevo mes y medio sin pegar el ojo por servirle á él!…
Madre, yo no coso más.
Y la censurada costurera, que es una mocetona como un castaño, arroja al suelo la camisa que estaba cosiendo, y vuelve las espaldas con resuelto ademán al escrupuloso elegante, rapaz de trece años, listo como una ardilla y tan flaco como el mango de una paleta.
Su madre, mujer de cuarenta años, aunque las arrugas del rostro y la curva de sus espaldas la hacen representar sesenta, después de comerse media cuarta de hilo para hacerle punta y que pase por el ojo de la aguja que apenas se ve entre sus callosos dedos, pone en orden á la susceptible costurera, se acerca al muchacho, le hace girar tres veces sobre sí mismo, le estira con fuerza la levita que lleva puesta y después de contemplar un instante su obra, vuelve á sentarse, exclamando con acento de profunda convicción:
—Que la pinte mejor un sastre.
Pero antes de ir más lejos, y para mejor inteligencia de los lectores, es justo que, como diría el inédito poeta don Pánfilo, expliquemos la situación.
Dominio público
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Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.